Fredy René Aguilar Calderón
Comunicador Social - asesor Subsecretaría de Calidad y Pertinencia

La nueva arquitectura y los colegios de Bogotá

Crónicas pedagógicas

“El entorno es el tercer profesor, después del propio alumno y de su profesor”.
Rosan Bosch

Nunca se había tenido tanta certeza con respecto a la desaparición del aula, y por lo tanto de la escuela en sí misma —entendida como el espacio físico, ese lugar al cual asisten personas para acceder al conocimiento y socializar—, como hasta hace apenas tres años, en 2020, cuando a raíz del cierre indefinido de escuelas en todo el planeta, por las razones de salubridad que ya se conocen de sobra, la educación virtual se erigió como monarca interino.

Pero a la par con esa certeza, surgió también el temor por su posible extinción, por la desaparición inexorable del sistema educativo tal cual lo ha conocido y adoptado nuestra civilización. Si bien siempre se había escuchado que la transformación educativa incluía, entre otros aspectos, el paso a la virtualidad, no se tenía la preparación, desde ningún punto de vista, para asumirla de golpe.

En medio de este panorama, fueron emergiendo claridades que iluminaron el entendimiento y permitieron dilucidar los pasos a seguir: el relacionamiento social es determinante en el proceso de aprendizaje de los seres humanos, pero más allá de ello, resulta fundamental para el bienestar físico y emocional. Por lo tanto, las escuelas había que reabrirlas lo más pronto posible.

Esta situación sirvió para reafirmar que la educación no se limita a buenos profesores, a contenidos enriquecedores y a estudiantes receptivos y capaces, sino que también los entornos, ojalá con características específicas, juegan un papel crucial a la hora de fusionar todos estos “ingredientes”.

En ese sentido holístico, cobran una importancia inusitada los lugares en los cuales funcionan las instituciones educativas, lo cual va más allá de cuatro paredes, un tablero y algunos pupitres. Es decir, esto significa comprender cómo las instalaciones educativas físicas, o sea, el terreno, los edificios y el mobiliario destinado a la educación, pueden afectar a los procesos de aprendizaje y qué medidas pueden tomarse para crear las condiciones óptimas para los logros y el bienestar del alumnado y del profesorado.

Se ha concluido que los espacios seguros y saludables afectan positivamente los resultados académicos del estudiantado (Barrett et al., 2019). Entonces, en ese orden de ideas, debemos revisar y dar el lugar que merece la ciencia de la neuroarquitectura que, en palabras de Eve Edelstein, profesora asociada de la NewSchool of Architecture & Design en San Diego y un referente en esta materia, “trata de considerar cómo cada aspecto de un entorno arquitectónico puede influir sobre determinados procesos cerebrales, como los que tienen que ver con el estrés, la emoción y la memoria”. En 1998, los neurocientíficos Fred H. Gage y Peter Ericksson anunciaron el descubrimiento de que el cerebro humano es capaz de producir nuevas células nerviosas (neuronas) favoreciéndose de los entornos estimulantemente ricos.

En coherencia con lo anterior, el Objetivo 4a, de la Meta de Desarrollo Sostenible 4, sobre una educación inclusiva y equitativa pide a la comunidad internacional “Construir y adecuar instalaciones escolares que respondan a las necesidades de los niños y las personas discapacitadas y tengan en cuenta las cuestiones de género, y que ofrezcan entornos de aprendizaje seguros, no violentos, inclusivos y eficaces para todos”. Los indicadores propuestos incluyen agua, sanitarios e higiene (WASH), electricidad y acceso a las TIC, así como acceso a infraestructuras adaptadas y a materiales para el aprendizaje de las personas con discapacidades (UNESCO, 2016).

Las escuelas son una parte integral de la comunidad y su mejor localización es cerca del alumnado al que sirve. La necesidad de desplazarse largas distancias para ir a la escuela puede tener un impacto negativo sobre la matrícula y sobre la retención (especialmente para las niñas y para los estudiantes con discapacidades), así como sobre la asistencia y el rendimiento. Por ejemplo, hay estudios que han descubierto que el alumnado que vive a menos de 1 kilómetro de su escuela rinde más que aquellos que tiene que caminar una mayor distancia (Theunynck, 2009).

Un entorno físico atractivo que garantice la seguridad y la salud de los estudiantes contribuye a aumentar la calidad del aprendizaje. La calidad de las infraestructuras afecta a las tasas de matriculación y de finalización y es un aspecto importante de la satisfacción de las familias y de su percepción de la calidad de la escuela (Gershberg, 2014).

Hay estudios que demuestran que proyectos de construcción escolares pueden ayudar a subir la motivación entre el alumnado y el profesorado y mejorar la implicación parental, lo que conduce después a la mejora de los logros académicos (Neilson y Zimmerman, 2011). Unas escuelas bien diseñadas pueden aumentar la productividad del personal de la escuela y recortar derroches financieros o servicios y mantenimientos innecesarios (RIBA, 2016).

Evolución de la infraestructura escolar en Bogotá

Hoy es normal hallar en Bogotá grandes y modernas construcciones que funcionan como instituciones educativas distritales; se las ve en cualquier parte de la ciudad, en todas las localidades, hasta en las más apartadas —en otrora olvidadas— hay colegios con esas características. Pero no siempre fue así.

Un poco de historia 

En un informe de la Dirección de Instrucción Pública, dirigido al Concejo Municipal el 31 de mayo de 1912, se decía que “la adaptación de locales para el funcionamiento regular de las escuelas primarias ha sido, y constituye todavía, uno de los problemas de solución más difícil y que ofrece continuo estorbo y tropiezo para los empleados encargados de esa labor (…) de aquí que la escuela no sea todavía entre nosotros aquel lugar recreativo a donde el niño acude con regularidad y movido por espontaneo anhelo y que, por consiguiente, merezca todo el aplauso el propósito que abriga ese honorable Concejo de edifica locales con destino especial a este servicio público”1.

Sobre la realidad del edificio escolar y del sistema de enseñanza imperante en Colombia en el siglo XIX, el texto escrito por el historiador Ricardo Carrasquilla es claramente descriptivo de la situación en las escuelas lancasterianas de Bogotá. Sobre su entorno físico y ambiental en su libro Lo que va de ayer a hoy, dice Carrasquilla:

[…] El local de la escuela constaba de dos partes: un corredor empedrado y
sostenido por una enorme columna de piedra y una sala estrecha, ahumada,
oscura, y tan húmeda que la pared estaba cubierta hasta la altura de un metro
por una lama verde que producía un olor sumamente desagradable.
Una antigua mesa de cedro, una silla de brazos en cuyo espaldar había un
toro y un toreador de medio relieve; cuatro bancas durísimas y un largo poyo
de adobe eran los muebles que adornaban aquella lúgubre habitación.
Sobre la silla del maestro había un trofeo compuesto de una enorme coroza
de estera, adornada con plumas de pavo (vulgo pisco), un rejo de seis ramales,
dos férulas y un letrero escrito con grandes letras rojas que decía: “La letra con
sangre entra y la labor con dolor”.

En este sentido, el cambio educativo no se centraba únicamente en los aspectos metodológicos de la enseñanza; era necesario dotar al alumno de un ambiente agradable de estudio con espacios más acogedores e instalaciones que pudieran albergar cómodamente al estudiantado. Obviamente, las edificaciones de la época no ofrecían las garantías suficientes requeridas. Según las observaciones de la periodista Martha Renard, "hay escuelas que constituyen una vergüenza para la capital de la República. Se califica de criminal la actitud de las autoridades municipales. En Chapinero hay escuelas que no se encontrarán en el Caquetá ni en el Darién.

En 1910 se abrió el primer restaurante o casino escolar, en un albergue para mujeres pobres sostenido por donaciones de ciudadanos acomodados. Estas acciones relacionadas con la población infantil tuvieron varios orígenes privados hasta consolidarse en un proyecto oficial de organizar restaurantes escolares en la nación, inspirados en la obra del padre José María Campoamor, quien inició estas labores y fundó el Círculo de Obreros de Bogotá, convirtiéndose con ello en uno de los primeros impulsores de la Acción Social Católica en el país, en el conocido barrio bogotano Villa Javier.

También desde el sector educativo privado surgieron iniciativas como la de don Agustín Nieto Caballero, uno de los fundadores del colegio Gimnasio Moderno, quien con un grupo de damas de la sociedad bogotana constituyó las Cajas Escolares, encargadas de repartir un modesto desayuno de agua de panela con pan, a 20 niños de cada una de las escuelas de la ciudad.

Uno de los avances destacados en esta gestión fue la orden de edificar "dos soberbios" edificios para Institutos Pedagógicos, en terrenos cedidos por el municipio, uno para varones y otro para señoritas.

Estas iniciativas de la Administración Municipal estaban conectadas con hechos de importancia académica como la celebración, en 1917, del Congreso Pedagógico. Mientras la nación aportaba a la formación de profesores normalistas que cubrieran las necesidades de profesorado, el municipio preparaba la construcción de edificios para su formación; pero también construía sus primeras sedes para escuelas permanentes de primaria.

La Escuela de San Bernardo de las Cruces, en principio funcionaba como una escuela de iniciativa de Monseñor Bernardo Herrera Restrepo, el primer arzobispo de Bogotá. Con el paso de los años, la municipalidad decidió invertir en su mejoramiento, construyendo un "amplio y elegante" edificio cuya culminación ocurrió en el año 1917, cuando abrió sus puertas para la orientación a 82 hijos de obreros del sector de Las Cruces. Relatos de la época cuentan que, “los salones son espaciosos y bien ventilados; todos los servicios han sido organizados conforme a las prescripciones de la higiene y el confort urbano. Una hermosa capilla ocupa el centro del edificio, vastos prados y huertas la rodean, contribuyendo a darle un espacio de alegría y de elegancia." El edificio contaba con una sección destinada a la enseñanza primaria, con capacidad para 200 niños.

Una de las primeras escuelas municipales de todas cuantas se edificaron en estos tiempos, fue la Escuela Municipal del Barrio de las Nieves o Escuela Pública República Argentina, terminada en 1918. Tenía dos pisos y se consideró que "estaba a la altura de las mejores de los Estados Unidos" pues tenía como dotación un gabinete de dentistería, droguería, baños.

En la segunda década del siglo XX, continuó el crecimiento acelerado de Bogotá, iniciado en la primera década. Por estos años se inauguró la Avenida Chile y numerosos colegios y universidades empezaron a abandonar el casco colonial, trasladándose a edificaciones modernas.2

Durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, primer mandatario del Frente Nacional, se firmó un convenio de asistencia con el gobierno de los Estados Unidos, para la construcción de escuelas en el país, y se creó entonces el Servicio Cooperativo de Educación Colombo-Americano –SCECA–. La creación de esta entidad inició una serie de instituciones de gobierno a nivel nacional comprometidas con el diseño escolar.

A finales de la década de los 60, durante la alcaldía de Carlos Albán Holguín, se diseñó un nuevo modelo arquitectónico en la Secretaría de Educación de Bogotá. El edificio fue diseño del arquitecto Luis Rivera Farfán en 1969, quien planteó un proyecto en cuatro pisos, eliminando los corredores de la circulación tradicional, para una máxima utilización de los espacios construidos.

Sin embargo, el programa bandera del ICCE (Instituto Colombiano de Construcciones Escolares), a finales de la década de 1960, fue la creación de los Institutos de Enseñanza Media Diversificada –INEM–. Académicamente este programa permitía la diversificación de la educación media, dándole al estudiante la posibilidad de escoger un área de su interés para su especialización. El ICCE coordinó el diseño de los 20 edificios para los INEM en las capitales de departamento. El primero de los INEM fue el de Ciudad Kennedy, en Bogotá, luego se construyó el segundo, en el barrio El Tunal. 3

Este tipo de colegios se mantuvieron inalterables como en un daguerrotipo, hasta la alcaldía de Lucho Garzón (2004 – 2007), cuando con el profe Abel Rodríguez a la cabeza de la Secretaría de Educación, esas vetustas edificaciones fueron intervenidas (180 en total), y se construyeron 42 megacolegios, siendo este el preámbulo de la modernidad arquitectónica, del bienestar y con ello el incremento de la cobertura escolar en la ciudad.

Sin duda, todo lo mencionado a lo largo de este texto, se ha constituido en las bases que soportan en pie y con firmeza los avances educativos que hoy se observan y de los cuales se benefician los estudiantes de la capital. Los colegios de ahora cuentan con espacios amplios, ecológicos y funcionales, aptos para poder desplegar en ellos, estrategias y herramientas pedagógicas que den cuenta y estén a la altura de las competencias del siglo XXI.

Instituciones educativas a la vanguardia

Con el lema “en Bogotá la educación está en primer lugar”, la administración de Claudia López llega a su ocaso, habiéndose destacado por la priorización que dio a la educación, entendiéndola como pilar y mástil de los destinos de cualquier comunidad.

No en vano durante este cuatrienio se hizo la inversión más alta de la historia de Bogotá en infraestructura para educación: 2,6 billones de pesos, con los que se dejarán 70 colegios y se ampliará la cobertura educativa con 60 mil nuevos cupos escolares. Las sedes educativas fueron vigorizadas con mejor tecnología para el aprendizaje, cobertura de internet fortalecida y elementos de sostenibilidad, como paneles solares y sistemas de recolección de aguas lluvia.

Todos estos son saltos importantes en el fortalecimiento del sistema educativo de la capital del país, que redundarán en avances significativos que se verán cristalizados en una mejor y más sólida sociedad.

Muchas fueron las obras en las diferentes localidades, sin embargo, vale la pena resaltar la labor realizada en tres nuevos colegios que abrieron sus puertas para las comunidades de San Cristóbal, Suba y Engativá. Y qué mejor que sean los mismos protagonistas y beneficiarios, con sus propias voces, quienes relaten su experiencia.

En Bogotá, solo el 8% de los nombres de los colegios públicos corresponden a mujeres. La mayoría de los nombres son de personajes masculinos o de los respectivos barrios o zonas en los que está ubicada la institución.

La Secretaría de Educación del Distrito (SED) puso en marcha el proyecto ‘Mujeres Memorables’, una iniciativa que tiene como fin ponerle a cada nuevo colegio del Distrito el nombre de una de las mujeres memorables de Colombia, con el objetivo de rendirles un homenaje y que su legado inspire a miles de niñas y niños de la capital del país.

El colegio Gloria Valencia de Castaño

Es el caso del colegio Gloria Valencia de Castaño, Institución Educativa de la localidad San Cristóbal, que fue entregada hace poco más de un año, en octubre de 2022. Tiene la capacidad de atender a 1.040 estudiantes en Jornada Única. En la actualidad cuenta con 847 estudiantes, ya que solo trabaja desde prejardín a grado décimo, pues apenas abrió sus puertas en febrero de este año.

El área construida de la institución es de 9.196 metros cuadrados, de los cuales 805 son área libre en la que se encuentra la huerta escolar. Posee un sistema de aprovechamiento de aguas lluvias que sirve para baños y riego de plantas; además de lámparas exteriores fotovoltaicas, para el aprovechamiento solar. Está equipado con teatros, zonas deportivas, los tres grados de preescolar, escenarios deportivos, huertas, zonas verdes, sistemas de reutilización de aguas lluvias y paneles solares. Además, tiene 30 aulas escolares, parque infantil y zonas de recreación exteriores, laboratorios de ciencias, camerinos, taller de danzas, biblioteca, ambiente de aprendizaje de tecnología, aula polivalente, cocina, auditorio, teatrino al aire libre, canchas múltiples, tienda escolar y biciparqueaderos.

Liseth Peñuela rectora del colegio Gloria Valencia de Castaño

Liseth Peñuela rectora del colegio Gloria Valencia de Castaño

“Al abrir este colegio surgió un proyecto educativo biocéntrico, una propuesta alternativa de educación, pues este no es un colegio antropocéntrico; no trabajamos solamente el ser, el hacer y el saber, sino que nos enfocamos en la satisfacción personal, que es la armonía consigo mismo; la equidad social que es la armonía con el otro; y la sostenibilidad biocéntrica que es la armonía con lo otro. Todas las apuestas educativas dentro de cada uno de los espacios que se tienen desde el currículo se establecen sobre estas tres. Eso lleva a que se configuren de una manera diferente, teniendo en cuenta que para poder poner en el centro la vida, tenemos que entender que cada ser que coexiste con nosotros es diferente, aunque seamos de la misma especie, lo que ha implica hacer un trabajo desde la pedagogía dialogante en el marco del buen vivir, pero con una estrategia de cibernética social”, manifiesta la rectora Liseth Peñuela, con respecto a la manera como asumió este reto.

Ahora bien, desde la experiencia directa de los beneficiados, dos estudiantes de esta institución nos contaron cómo han sido sus vivencias:

Sebastián Lozada

Sebastián Lozada, estudiante grado 9

Mi nombre es Sebastián Lozada (grado 9). Soy de Tunja. Me vine con mi mamá para acá solamente porque ella escuchó de la apertura de este colegio y vio para mí buenas oportunidades. Principalmente porque la institución se guiaba por algo que me gusta mucho: la naturaleza. Acá hay muchas zonas verdes en las cuales podemos hacer las clases sino queremos que sea en el salón. Hay huertas. Se enfocan en el cuidado de los aminales. Pero adicional a ello, el diseño de este colegio es muy diferente y avanzado en comparación con otros de esta localidad. Los salones son amplios, el teatro es muy grande, y ni qué decir del comedor donde recibimos nuestra comida caliente, allí caben más de 600 personas. Por otro lado, el Aula Polivalente es una herramienta tecnológicamente muy importante y enriquecedora para la enseñanza. Otro plus de este colegio ha sido la creación de los Clubes de Interés Social, estos consisten en enfatizar en las inclinaciones de los estudiantes, es decir, si a alguien le gusta el fútbol o el voleibol, puede ingresar al club de su deporte preferido; si le gusta la comunicación, entonces puede entrar al Club de Prensa, etcétera.

Oscar Castillo

Estudiante Óscar Castillo

Óscar Castillo (grado 10). Me cambié de colegio porque nos contaron que el Gloria Valencia, como recién estaba empezando, tenía muchas propuestas educativas que nos podían beneficiar de cara a la educación superior. Por ejemplo, ya tuve la oportunidad de estudiar un semestre de mercadeo, en la universidad EAN, gracias a la estrategia Inmersión a la vida universitaria. Así mismo, estuve vinculado en un técnico profesional en la Universidad Minuto de Dios, y es el colegio el que nos brinda el material, las herramientas y los espacios para recibir las clases, entonces los martes nos quedamos hasta las seis de la tarde para conectarnos a las clases virtuales con unos equipos de cómputo con gran capacidad y de última tecnología. Igualmente, gracias al colegio, estoy en con otro proyecto de investigación con la Universidad La Salle.

Pero también un padre de familia compartió sus impresiones frente a este colegio.

Carlos Arturo Rueda

Carlos Arturo Rueda, padre de familia.

Carlos Arturo Rueda (padre de familia). Tengo una hija que está en grado 6. Ya antes con mi hijo mayor, que ya tiene 22 años y estudia en la universidad, había estado en colegios distritales y puedo decirle que la experiencia es muy distinta. Cuando mi hijo mayor estudió en otro distrital, había muchas falencias en el tema académico y disciplinario. En cambio, en este todo es diferente: su sistema educativo está basado en el énfasis de los idiomas, el área física es muy cómoda, así como los salones de audiovisuales, la biblioteca, el Aula Polivalente y el comedor escolar, por todo lo anterior, me atrevo a decir que, al menos en la localidad cuarta, no hay otra institución con una infraestructura tan conveniente y maravillosa para los muchachos. El avance de la educación ha sido abismal. Cuando nosotros estudiamos ninguno de estos beneficios existían; ahora desde grado cero se orienta a los estudiantes hacia una profesión en el futuro. En nuestro tiempo, las áreas y los espacios físicos eran precarios.

Javier Ricardo Téllez Acuña

Javier Ricardo Téllez Acuña, profesor de matemáticas

Para Javier Ricardo Téllez Acuña, profesor de matemáticas de esta institución, la construcción de megacolegios en zonas apartadas de la ciudad es una decisión asertiva por parte de los gobiernos, pues no solo descentraliza, sino que brinda calidad de vida a los estudiantes al permitirles acceder a educación de calidad cerca de su lugar de residencia, sin desplazamientos absurdos que implican salir de sus casas casi al amanecer. Así mismo, la implementación del PAE y el acompañamiento socioemocional son pilares fundamentales para alcanzar una prestación real del servicio educativo público.

De la misma manera, el profesor Téllez considera que desempeñar su labor formativa en colegios con tan buena infraestructura y con herramientas tecnológicas como las que hay en el Gloria de Valencia, es sin duda una ayuda invaluable, pues en la actualidad es 

absolutamente necesario el uso de las TIC en todas las asignaturas y en todos los campos de pensamiento.

Sede Primera Infancia María Cristina Salazar Camacho

Sede Primera Infancia María Cristina Salazar Camacho

Colegio María Cristina Salazar Camacho, sede de Primera Infancia

En honor a una de las pioneras de la sociología en Colombia, María Cristina Salazar Camacho, se abrió en agosto de este año, la Sede de Primera Infancia, que lleva su nombre. Esta institución tiene dos jornadas (mañana y tarde), y en cada una atiende a 160 estudiantes, es decir, 320 niños en total, en prekínder, kínder y transición.

Esta institución está ubicada en la localidad Suba y fue diseñada de manera circular en un bloque de dos pisos, cuenta con nueve salones, ludoteca, huerta, parque infantil a cielo abierto, cocina y comedor, así los estudiantes reciben una mejor alimentación escolar; también tiene ascensor y aulas especializadas para su descanso.

Ángel Gordillo

Ángel Gordillo Pinzón, Coordinador de la Sede María Cristina Salazar.

“El plus de esta sede de primera infancia es el espacio, la amplitud, y la innovación en el diseño, con suficiente luz natural, lo que hace que este lugar sea muy acogedor para los niños”, señala Ángel Gordillo Pinzón, Coordinador de la Toscana-Lisboa IED y de la Sede María Cristina Salazar.

Alexandra Nivia Barrera

Alexandra Nivia Barrera, docente del colegio María Cristina Salazar

Para la docente Alexandra Nivia Barrera, “esta sede tiene muchos privilegios para el desarrollo de los niños; no solo por la comodidad que proporcionan los espacios modernos, sino porque los infantes pueden desarrollar mucho mejor la motricidad gruesa, la comunicación y la emocionalidad gracias a la socialización y al intercambio de ideas. Pueden fortalecer la toma de decisiones gracias a las múltiples opciones espaciales con las que cuentan: ‘me estoy en este lugar o me voy para el otro, juego a esto o mejor a aquello, dónde y haciendo qué me siento mejor’. Aprenden a medir distancias, a controlar el cuerpo,

mejoran la orientación temporoespacial. En los lugares pequeños ellos tienen restringida su movilidad, les toca resignarse a la estrechez del sitio. Y para uno como docente, estar en un lugar así enriquece las experiencias, la creatividad aflora más espontáneamente.

Luz Osorio Martínez, madre de familia.

Luz Osorio Martínez, madre de familia.

Para Luz Osorio Martínez, madre de familia de tres niñas de preescolar, el que hayan pensado en ofrecer a los estudiantes más pequeños, espacios recreativos como el parque al aire libre, favorece su progreso, pues en estas edades es fundamental su desarrollo psicomotor, explotar las habilidades tanto cognitivas como físicas. Así mismo, considera que la confortabilidad y el suficiente espacio en los salones, así como los tableros móviles que permiten que todos puedan ver desde cualquier lugar, es sin duda un beneficio que no se encuentra en ningún otro colegio del distrito. Además, exalta la alimentación nutritiva y saludable que les brindan.

Pero también destaca el hecho de que esta sede sea exclusivamente para primera infancia y que los pequeños no estén mezclados con estudiantes mayores, lo que hace que no corran peligro, que no tengan riesgos de accidentes ocasionados por los alumnos más grandes, como los atropellamientos y empujones tan frecuentes en otras instituciones educativas.

Colegio Abel Rodríguez Céspedes

Colegio Abel Rodríguez


Colegio Abel Rodríguez Céspedes en la localidad de Engativá

En octubre de 2022, a dos años de la muerte del Maestro de maestros, como era conocido el profesor Abel Rodríguez Cépedes, se entregó, en Engativá, la institución educativa que lleva su nombre. Con la apertura de las puertas de este colegio se rinde un homenaje real al maestro Abel, al cristalizar una de sus grandes cruzadas: convertir el derecho a la educación en política educativa.

El colegio tiene 30 aulas para preescolar, básica primaria, secundaria y media. Además, tiene laboratorio de ciencias, teatro, taller de artes, biblioteca, aula polivalente, comedor, cocina, tienda escolar, zona verde en donde funciona una granja y espacios para ambientes de aprendizaje específico como lo son la tecnología y la informática.

Así mismo, cuenta con un sistema de aprovechamiento de aguas lluvias que son usadas en los baños y en el riego de las plantas. Además, tiene paneles solares que producen el 30 % de la energía para su consumo. Esta institución aumentó la oferta educativa del occidente de la capital al beneficiar a 1.040 estudiantes desde preescolar hasta once, de los barrios Villas de Granada, Unir, La Perla, Gran Granada, Garcés Navas, La Rivera y Villa Constanza.

Angélica Mireya Moreno Pico

Angélica Mireya Moreno Pico, Coordinadora Académica del colegio Abel Rodríguez Céspedes

Ante el desafío que significó comenzar desde cero un colegio nuevo, Angélica Mireya Moreno Pico, Coordinadora Académica, dijo: “Debo reconocer que no fue fácil empezar. Sobre todo, enfrentarnos a una población bastante heterogénea. Por fortuna hay un muy buen grupo de maestros que, con la ayuda de las aulas especializadas con las que cuenta este colegio, trabajaron activamente desde el aprendizaje significativo para poder emprender el rumbo. Esta institución tiene una estructura curricular distinta, se trabaja basados en el ideario del profe Abel Rodríguez: por campos de pensamiento (histórico, matemático, científico, tecnológico y comunicativo) y ciclos, en los cuales se integran las diferentes áreas obligatorias de la ley 115, de manera que los niños no vean nueve áreas sino tan solo cinco, correspondientes a los cinco campos de pensamiento mencionados. entonces los maestros trabajan interdisciplinariamente, aprovechando que la infraestructura y el diseño del colegio permite experimentar desde el aprendizaje significativo, potenciando la formación de los estudiantes. Además de los espacios amplios y claros, con la Jornada Única podemos realizar actividades recreativas, artísticas y de educación física, minimizando así los riesgos convivenciales, lo que redunda en el mejoramiento de los aprendizajes”.

Valery Alejandra Ortega Francia

Valery Alejandra Ortega Francia, alumna del grado décimo y representante estudiantil del Colegio Abel Rodríguez

De acuerdo con Valery Alejandra Ortega Francia, alumna del grado décimo y Representante Estudiantil de la IED Abel Rodríguez, “el entorno en el cual está ubicado el colegio, la tranquilidad de los alrededores, la huerta y el silencio reinante permiten que, durante la jornada académica, la concentración esté más presente, con lo cual aprendemos más y mejor. Que nos den el almuerzo es un beneficio importantísimo que no se tiene en otras instituciones. El colegio se ha enfocado en la parte psicosocial, en fortalecer el ser, que los estudiantes seamos felices, que estemos tranquilos, que disfrutemos del ambiente natural, mejorando así la convivencia. Quizá por eso, el sentido de pertenencia es evidente: todos sentimos el colegio como parte nuestra, por eso nadie raya las paredes ni destruye los baños o los salones”.

Las bondades de la neuroarquitectura

Como quedó evidenciado a lo largo de esta crónica, resulta innegable la influencia positiva y determinante que ejercen los espacios y el ambiente, en el proceso de aprendizaje de los estudiantes y, en general, en el desarrollo de los seres humanos. Al fin y al cabo, es allí donde pasamos más tiempo durante los primeros años de vida.

Por eso la importancia de las escuelas inteligentes, que se acoplen a los principios de la neurociencia: establecimientos que fomenten la memoria, mejoren las capacidades cognitivas, aumenten el bienestar y la calidad de vida, eviten el estrés y estimulen el cerebro. La arquitectura de los colegios debe ser un elemento más que genere percepciones enriquecedoras en el ser humano activando así sus múltiples inteligencias.