Es obligado pensar lo que ha ocurrido
Tras soportar el flagelo de la pandemia, dieciocho meses y tres picos, la educación y la escuela en Bogotá han logrado mantenerse en pie. En medio de no pocas dificultades y dolorosas realidades causadas por la aparición intempestiva de un fenómeno social de dimensiones mundiales para el cual no estábamos preparados, los colegios han pasado del cierre abrupto y severo a un proceso de retorno gradual, progresivo y seguro. La construcción de la confianza mutua lo han hecho posible
Al desconcierto y confusión inicial le siguió la incertidumbre sobre el devenir de una sociedad obligada a cerrar y transformar actividades esenciales como el comercio y la producción, la movilidad, la vida social, los espacios lúdicos y de recreación, el confinamiento de los niños y los ancianos, la pérdida del empleo y el ingreso para millones de personas. La escuela no escapó a este inusitado desbarajuste social y al nuevo “orden” impuesto por las necesidades de supervivencia de la sociedad.
El regreso y el reencuentro han significado un gran logro social y humano para los millones de niños y jóvenes que estoicamente soportaron un confinamiento sin parangón en sus vidas De igual manera los maestros celebran el reencuentro con sus alumnos y colegas y el paulatino restablecimiento de su labor educativa habitual. Los padres de familia han logrado vencer el miedo natural protector y en su gran mayoría han optado por enviar a sus hijos al colegio.
El regreso a la normalidad educativa ha sido un proceso rico en experiencias pedagógicas creativas, ha transformado sustancialmente las “viejas” relaciones entre la escuela y la familia, al igual que la vida cotidiana familiar. La educación en pandemia ha demostrado la inmensa capacidad de los educadores para crear e innovar nuevas estrategias pedagógicas de enseñanza, nuevas maneras de mirar y entender a sus alumnos, nuevas formas de ser maestro.
Para la Secretaría de Educación enfrentar la pandemia significó una profunda transformación de su trabajo habitual, un enorme desafío a la creación y a la innovación con el objetivo siempre presente de asegurar el derecho a la educación de los niños y jóvenes. Asuntos como la organización de los tiempos y espacios escolares, la alimentación escolar, la conectividad y el suministro de equipos tecnológicos, entre otros asuntos, significaron un gran esfuerzo pedagógico, administrativo y financiero, un verdadero revolcón en la manera de dirigir y actuar proactivamente en medio de la crisis.
Hoy más que nunca es necesario pensar creadora y críticamente el significado pedagógico y educativo que ha tendido la pandemia sobre el devenir y el porvenir de nuestras escuelas y nuestra educación. Pensar, por ejemplo, los cambios que se han producido en nuestro relacionamiento con los alumnos y los padres de familia; la riqueza de las innumerables experiencias pedagógicas desarrolladas por los maestros en medio de la crisis y el confinamiento obligado; las transformaciones en el desempeño profesional de los educadores ocurridas tras el uso obligado de las nuevas tecnologías de la información la comunicación; los aprendizajes pedagógicos que deja la educación virtual mediada por medios tecnológicos; las tremendas brechas que dejó al descubierto la pandemia en materia de recursos tecnológicos y conectividad; el alcance de las perdidas en el orden académico, afectivo y social que dejó la pandemia en el conjunto de la comunidad educativa; la afectación socioemocional de alumnos maestros y padres de familia y las acciones para remediarla.
Conscientes de que la reflexión pedagogía colectiva adquiere plena actualidad, casi que una acción obligada, hemos dedicado esta segunda entrega de Escuela y Pedagogía al análisis de algunas lecciones y enseñanzas que nos deja la pandemia y el regreso a la presencialidad. Maestros, investigadores y directivos docentes nos brindan un conjunto de reflexiones sobre aspectos importantes como la diversidad del quehacer pedagógico desarrollado por los maestros para sostener el vínculo educativo con sus alumnos; la capacidad de acción de los actores educativos para hacer frente a las nuevas realidades educativas; la emergencia de nuevas prácticas pedagógicas en medio de la pandemia; la reconfiguración del vínculo escuela-familia; el hogar como ambiente de aprendizaje y el papel desempeñado por las familias en la no presencialidad. Todos temas de gran interés y actualidad que estamos seguros brindan elementos de análisis para los maestros del Distrito y pueden contribuir a la gran tarea de construir entre todos una escuela renovada, transformada, distinta, que responda a las expectativas y necesidades de los miles de niños y jóvenes que tenemos la responsabilidad de educar y formar para hacer posible su bienestar y felicidad.