Armando Calderón Rodríguez
Directivo docente Rector Colegio Gustavo Morales Morales

Vigencia del pensamiento del maestro Abel

Miradas a la educación

La tarea iniciada por el profe Abel continua, forma parte de nuestra realidad; los maestros y maestras hoy reconocemos la vigencia de su obra y enseñanzas; especialmente su decidida e incansable determinación de construir su proyecto de vida ligado a la educación.
 

Una enorme gratitud experimento al participar del homenaje que se le rinde hoy al Maestro Abel Rodríguez Céspedes, en este primer aniversario de su partida, quien ha sido considerado uno de los educadores más importantes de los últimos 60 años en Colombia.

Hablar y escribir del maestro Abel implica incursionar en las valiosas dimensiones de su vida, ante el trabajo político y sindical, su saber educativo y pedagógico, sus grandes realizaciones, los aportes escritos, la herencia de sus valores fundamentales y muchas otras riquezas que nos compartió a todos aquellos que lo conocieron y que tuvimos la fortuna de trabajar a su lado.

Ante su enorme legado, mi reflexión se centrará en dos aspectos fundamentales que aportó a todo el magisterio colombiano, al dedicar su vida a la transformación de la educación como un Derecho fundamental y el liderazgo ejercido a favor de la profesión docente, como verdadera materialización del saber y su cultura.

La garantía de la educación como un derecho:

El maestro Abel, a lo largo de su proyecto de vida, llega en el año 2004 a desempeñarse como Secretario de Educación de Bogotá. Él, en su balance al final de la administración señalaba dos logros principales en el ejercicio de su ejecución: el reconocimiento de la educación como un derecho fundamental y el fortalecimiento de la educación pública. Con estos logros el Estado garantiza a la sociedad que la educación es y será una realidad en igualdad de oportunidades.

Es valioso destacar que el maestro Abel fue presidente de la Federación Colombiana de Educadores, Fecode, en la década de los 80 y ejerció el cargo de viceministro de Educación a finales de los 90; entre sus múltiples labores en las que se desempeñó en el sector público y universitario. Pero en particular, cabe recalcar su participación y aportes a la educación en Colombia al representarnos como parte de los constituyentes del año 91.

El maestro Abel materializo con total éxito estos postulados de la Constitución quince años después; al materializar su obra transformando a la ciudad capital en una gran escuela, a partir de los planes y proyectos que se ejecutaron bajo un concepto de equidad para combatir la pobreza.

El liderazgo social y político del maestro Abel, su credibilidad, la enorme capacidad de convocatoria y trabajo colectivo; fue un motivo de alerta, para que sectores contrarios a su pensamiento, establecieran prontamente un cierre y un desconocimiento a la continuidad de su trabajo.

Lastimosamente, el maestro Abel se vio obligado a retirarse del ejercicio educativo desde el sector público y quienes lo remplazaron se distanciaron prontamente, de las políticas educativas que estaban trazadas a mayor plazo para la educación de la ciudad.

Ahora, ese ideario de Estado Social de Derecho, quedo registrado formalmente en la Constitución del 91, pero en ejecución es cada vez más distante. Se observa como en las administraciones nacional y regionales, la brecha social ante los derechos fundamentales es más aguda y se ha recrudecido la violación de los derechos humanos.

El maestro Abel, siempre fue un gran conocedor de estos comportamientos y un gran visionario, que aun por fuera de sus cargos públicos; continuaba aportándonos su pensamiento e invitándonos especialmente a los maestros y maestras a no confundirnos ante nuestra responsabilidad de líderes de la educación pública.

Los maestros y la materialización de su saber y su cultura.

El segundo aspecto fundamental del legado del Profesor Abel está íntimamente ligado a su ser, en el ejercicio de su profesión docente.

En sus conversatorios y distintas entrevistas que brindaba, siempre hacía referencia a las condiciones con las que inicio su docencia en la zona rural y las comparaba con las que se encontró al ejercer su trabajo en la ciudad capital.

De ahí desplegaba todo su conocimiento, sobre las condiciones que él señalaba para el ejercicio de las maestras y maestros como fueron: la identidad de su profesión,  la formación permanente, una escuela que fomenta el constante debate como territorio de paz entre otras; garantizando los requisitos mínimos y esenciales que él denominaba la materialización del saber, como son el aumento de la  inversión en la educación, la investigación en el aula, la elaboración de recursos didácticos a partir del saber docente, la construcción de proyectos autónomos institucionales, la inclusión social y todos aquellos que se requirieran para el óptimo desempeño como protagonistas fundamentales del saber y su cultura.

Veamos un hermoso ejemplo de su pensamiento pedagógico:

“Yo creo que la pasión, el corazón, la voluntad, son fundamentales en el ejercicio de la pedagogía; uno no puede compartir un conocimiento sin ponerle a eso una alta dosis de cariño hacia los chicos y las chicas; pero también tenemos que decir categóricamente, que sin una preparación adecuada y la preparación adecuada no es tener los títulos universitarios, por supuesto que los títulos son necesarios, estamos hablando que preparación adecuada es también para cada clase, cada momento en la vida escolar. El maestro debiera tener como norma que es incapaz de llegar y ponerse en frente de sus estudiantes, sin haber preparado la clase y preparar la clase es sentarse a reflexionar: ¿Cómo lograr que ese conocimiento que va a poner en circulación en un aula de clase, esté bien preparado, sea el más adecuado en los términos correspondientes con el desarrollo intelectual de los niños? Yo diría que lo más importante es la preparación del maestro, el compromiso, el conocimiento del maestro y luego el corazón. Lo uno sin lo otro, creo que hace muy difícil para no decir que imposible la labor del maestro”.

(Entrevista al profesor Abel Rodríguez, Departamento de Educación de la cooperativa CODEMA, 2005)

Ese era el Maestro Abel, un hombre sencillo que respiraba educación y expresaba enorme cariño por los maestros y maestras; con una sabiduría infinita, que a donde iba convocaba, llenaba escenarios y era una verdadera alegría para las comunidades sus visitas a las escuelas del Distrito.

 De ahí la coherencia entre su pensamiento y su obra en lo político, en lo educativo y en lo humano. Realizo inmensos aportes a la carrera docente como profesión, plasmados en el Estatuto Docente de 1979.

El otro ran aporte, que marcó la historia de su liderazgo en la educación colombiana, fue el Movimiento Pedagógico, construido con la participación de destacados intelectuales, académicos, maestros de base y demás sectores de la sociedad, que confluyeron en una de las experiencias más significativas de la historia de la educación pública en nuestro país.

Cabe señalar el maestro Abel en 1984 creó y consolidó la revista Educación y Cultura. Hoy en día la revista alcanza la numero 140, precisamente dedicada a honrar y destacar su vida y obra.

Como secretario de Educación de Bogotá siguió promoviendo la pedagogía como el saber esencial de los maestros, mediante acciones como la Catedra de Pedagogía, las Sabatinas, las Ferias Pedagógicas en todas las localidades de la ciudad, mostrando los resultados del tejido pedagógico de la escuela bogotana.

Con la llegada de la alcaldesa Claudia López y la secretaria de Educación Edna Bonilla fue invitado y aceptó trabajar en la Misión de Educadores y Sabiduría CiudadanaEl Maestro Abel escribió una carta a todo el magisterio colombiano que título “Pongamos a prueba toda nuestra sabiduría y experiencia”, mediante la cual invitaba a todo el profesorado de Bogotá a dar todo lo mejor de sí ante la incertidumbre y los graves problemas sociales que implicaba la pandemia para la escuela.  El maestro Abel se anticipó prontamente a través de este escrito, a un mes de haber transcurrido el aislamiento, a presagiar las posibles actuaciones de otros sectores de la sociedad y la reducida voluntad política de algunos gobernantes, que poco contribuirían a respaldar de manera decidida la educación ante la calamidad que se vivía.

Después de un año y algo más de haber acontecido la pandemia, se confirmó lo que el maestro pensaba, antes de su partida. Evidentemente, se observó la poca capacidad del MEN y el gobierno nacional para acompañar a la sociedad para afrontar los problemas educativos derivados de la pandemia.

Se apalanco el sostenimiento de la escuela a través de normativas soportadas en los hombros de la soledad de los rectores y las comunidades docentes, a quienes poco les fue reconocido su trabajo y por el contrario se aprovechó en asocio con algunos medios de comunicación, poner a la educación y a sus maestros en la palestra pública; acompañados con debates que hacían referencia al fin de la educación presencial por centros virtuales.

El tema de la conectividad en Colombia demostró que el Estado no estaba preparado para estas nuevas realidades; al salir a flote la inversión dirigida a las tecnologías de la comunicación y la total falencia de esta, en las zonas rurales. Con el retorno a los colegios públicos en zonas urbanas se hizo más evidente la poca capacidad instalada en las instituciones, para atender de forma simultánea la modalidad presencial y virtual. Y como si fuera poco, la corrupción hizo de las suyas con el sonado caso de Mintic.

Lo acontecido en materia educativa durante la pandemia confirman el desdén y el lugar secundario y relegado que los gobiernos nacionales históricamente han dado a la educación.

De ahí la invitación del Maestro Abel cuando nos hablaba del desafío y el despertar del sentido ético de la profesión docente. En medio de estas realidades, que ya se vislumbran para la educación pública y que nuevamente la ponen en vilo, se requiere de la presencia activa del magisterio, de su sentido crítico y su trabajo colectivo para luchar por la sostenibilidad de la educación pública y por la garantía del derecho a la educación como un derecho fundamental.

La tarea iniciada por el profe Abel continua, forma parte de nuestra realidad; los maestros y maestras hoy reconocemos la vigencia de su obra y enseñanzas; especialmente su decidida e incansable determinación de construir su proyecto de vida ligado a la educación y por ende a nuestra dignidad docente, para el bienestar de todos nosotros.