Julián de Zubiría Samper
Asesor del programa Abel Rodríguez, Transformación Pedagógica de la Escuela, de la Secretaría de Educación de Bogotá. Director del Instituto Alberto Merani, columnista de El Espectador

En Bogotá hay una transformación educativa en curso

Miradas a la educación

Pese al incremento significativo de la inversión, Bogotá venía teniendo problemas similares en educación que el resto del país: muy baja calidad y alta desigualdad. Las brechas entre los colegios privados y públicos son superiores a las nacionales y han venido creciendo a un mayor ritmo. La Secretaría de Educación de Edna Bonilla se propuso disminuir las brechas y mejorar la calidad de la educación brindada en los colegios distritales. ¿Logró los dos grandes objetivos que se propuso? ¿Qué sigue faltando? 

Las brechas en Bogotá habían venido creciendo de manera muy significativa en calidad educativa hasta el año 2019. La diferencia en lectura, que era de 68 puntos en 2015, pasó a ser de 84 puntos en 2018. Eso quiere decir que los estudiantes de los colegios públicos quedaron tres años atrás en comprensión lectora; es decir, leían como si estuvieran en grado sexto, aunque estaban estudiando en noveno. En 2009, esa brecha era de un año y medio, lo que implica que entre 2009 y 2018 se duplicó. Además, nuestros estudiantes están dos años atrás del promedio de la OCDE en lectura. 

En 2018, los resultados de los colegios públicos de Bogotá fueron muy similares a los de los colegios públicos del país. El promedio de lectura en los públicos de Bogotá era de 422, mientras que en todos los oficiales urbanos del país, era de 411. Estadísticamente son idénticos. Eso es muy grave porque en Bogotá están los colegios públicos con mejores instalaciones, con mayor porcentaje de docentes y rectores con estudios posgraduales y con menor número de estudiantes por docente. Bogotá también es la entidad que más recursos invierte en educación. Entonces, ¿por qué no habíamos hasta 2019 mejorar la calidad en la educación pública? Porque había faltado adoptar medidas sobre formación docente, comunidad educativa y currículo, varias de las cuales se trabajaron en la transformación pedagógica que venía en marcha durante los años 2004 y 2009, pero que fueron suspendidas en las administraciones posteriores. No hubo continuidad en la política pública educativa, aunque si hubo comunidad es el esfuerzo por garantizar una infraestructura de calidad. Por eso, hemos avanzado más en infraestructura que en calidad educativa. 

El Informe del Banco Mundial de diciembre de 2019 es contundente: la administración de Enrique Peñalosa se raja en calidad educativa. Según dicho informe, las estrategias de Bogotá no impactaron la calidad porque estaban desarticuladas, no lograron vincular adecuadamente a la comunidad y no se enfocaron en las competencias esenciales del siglo XXI. El Banco destaca el programa “Leer es volar” como el único con “efectos significativos” en primaria, en tanto que los demás tenían efectos “nulos” sobre la calidad.  

Este es el contexto en el que Edna Bonilla asumió la Secretaría de Educación del Distrito (SED) en la alcaldía de Claudia López en Bogotá, en enero de 2020. Cinco políticas se pueden resaltar de la administración que está próxima a terminar, que pese a la pandemia, abordó algunas de las variables claves de la calidad que las administraciones anteriores habían dejado a un lado.  

Primera. Derecho a la educación durante la pandemia 

A pesar de lo complejo que fue el escenario creado por el virus Covid-19, durante el gobierno de Claudia López se garantizó el derecho a la educación para las niñas, los niños y los jóvenes en Bogotá durante la pandemia. Para lograrlo, se tomaron algunas medidas esenciales: la administración entregó 134.000 tabletas o computadores con conectividad a los jóvenes de bachillerato. Así mismo, dotó con 29.000 nuevos computadores a los colegios oficiales. Allí iniciaron las diferencias con el gobierno nacional de Iván Duque, el cual no avanzó en conectividad, porque los recursos destinados a ella terminaron en los bolsillos de los contratistas en uno de los escándalos más penosos de la historia reciente colombiana: al robarse los recursos del internet, les impidieron el derecho a ser educados a las niñas, los niños y los jóvenes que viven en las regiones más pobres del país. 

También se diferenció el gobierno distrital del nacional al lograr garantizar para todos los niños y jóvenes el Programa de Alimentación Escolar (PAE) y en la forma como convocó a rectores y maestros para responder de manera colectiva a la excepcional condición creada por la pandemia. Estas medidas le permitieron a Bogotá alcanzar la menor tasa de deserción escolar en los últimos treinta años. Mientras eso pasaba en la capital, en el resto del país las tasas de repitencia se triplicaban frente a 2018 y las de deserción se duplicaban en secundaria en comparación a las alcanzadas en 2020. La diferencia con la nación, donde todavía no aparecen los dineros que les robaron a los niños de las escuelas rurales, fue notable. En Bogotá se garantizó el derecho a la educación y en una buena parte del país, particularmente las zonas más alejadas y pobres, no se garantizaron los derechos de los menores.   

En educación debemos tener mucho cuidado al analizar los resultados de las políticas públicas. Para evaluar una política debemos esperar tres o cuatro años después. Eso sucede porque los procesos son lentos y los estudiantes que este año están estudiando en el grado 11, seis años antes estaban en el grado 6º y tres años antes estaban en el grado noveno. Cualquier medida que tomemos en primaria debemos esperar seis años para verla al culminar la educación media y cualquier medida que tomemos en la básica, debemos esperar tres o cuatro para verla reflejada al culminar el colegio.  

Nunca podemos esperar resultados inmediatos, porque estamos hablando de procesos lentos, complejos y de mediano y largo plazo. De esta manera, las medidas que tomó Bogotá en 2020 en medio de la pandemia comenzamos a ver sus efectos tres o cuatro años después. Y los seguiremos viendo en los próximos años. Es así como el buen manejo de la pandemia lo podemos validar con los resultados de las pruebas SABER 11 en 2023: los resultados evidencian que más colegios alcanzan las dos más altas categorías y que ahora si vemos un promedio significativamente superior al de los colegios públicos del país. En 2023, 69 colegios distritales se ubican en las categorías A+ y A, las más altas de esta clasificación, frente a 57 colegios que lo hicieron en 2022 y 51 colegios clasificados en estas categorías en 2021. 

Segunda. Derecho a continuar los estudios al culminar el bachillerato  

Los sondeos que he hecho con jóvenes que culminan el bachillerato en colegios oficiales me permiten concluir que 8 de cada 10 aspiran a continuar sus estudios superiores. Sin embargo, cuando se miran las cifras años después, se concluye que en Bogotá solo 5 de cada 10 egresados acceden a la educación superior. De ellos, la mayoría provienen de los colegios privados. La conclusión es muy clara: faltan oportunidades. El programa “Jóvenes a la U” busca garantizar la continuación de los estudios técnicos y profesionales de los bachilleres de Bogotá y, aunque el Plan de Desarrollo estableció una meta de 20.000 estudiantes, gracias a los acuerdos con las instituciones públicas y privadas de educación superior, logró la continuidad de estudios para 36.000 bachilleres. La meta inicial se superó en un 80 %.  

Las diferencias son claras con el programa “Ser Pilo Paga”, implementado durante la segunda administración de Juan Manuel Santos. En “Jóvenes a la U” las entidades privadas cofinancian el programa, no generan un extenso, complejo y muy costoso traslado de los beneficiarios a los principales centros urbanos del país y los jóvenes eligen estudios técnicos, tecnológicos y universitarios entre 51 instituciones de la ciudad. Los frutos los verán los jóvenes, sus familias y la ciudad.  

Tres datos hablan muy bien del programa:  

  1. 8 de cada 10 beneficiarios son la primera generación de sus familias en acceder a educación superior. 

  1. 1 de cada 3 beneficiarios está cursando programas técnicos y tecnológicos. 

  1. 8 de cada 10 beneficiarios son graduados de colegios oficiales de la ciudad. 

Las mejores noticias vienen en camino con las nuevas universidades en Bosa y Suba con multicampos en los que participarán diversas universidades públicas y privadas de la ciudad. 

Estos serán programas que tendrá que mantener la nueva administración que llega al gobierno en Bogotá. 

Tercera. Infraestructura de calidad 

Una parte de la población sigue teniendo la imagen de los colegios públicos como escuelitas muy modestas y sin servicios esenciales. Eso sigue siendo cierto en buena parte del país, ya que en pleno siglo XXI, muchas escuelas no cuentan con las condiciones mínimas para garantizar educación de calidad, como el agua, el baño, el ventilador o el techo. Sin embargo, hay que resaltar que los nuevos colegios en Bogotá cumplen con los más altos estándares de construcción y cuentan con comedores, tecnología, amplias zonas verdes y paneles solares. En eso, hay que reconocerlo, existe una gran continuidad en la política educativa trazada desde 2004 durante la secretaría de educación de Abel Rodríguez Céspedes.  

Bogotá cuenta hoy con 406 colegios oficiales. De ellos, 35 se construyeron en los últimos cuatro años y 35 se dejan en diseño o en obra. Todos los nuevos colegios superan con creces a la gran mayoría de colegios privados en infraestructura. Uno de ellos lleva el nombre de una de las personas que más contribuyó a garantizar el derecho de niños y jóvenes a una educación de calidad: Abel Rodríguez. Edna Bonilla no solo aprendió a su lado, sino que retomó la senda de la transformación pedagógica iniciada por Abel años atrás. Otro de los colegios lleva el nombre de Jaime Niño Diez, uno de los muy pocos exministros que conocía a fondo el sector educativo. Jaime lideró la campaña nacional de alfabetización Simón Bolívar, fue pionero de la descentralización educativa y dedicó su paso por el Ministerio a implementar la Ley General de Educación de 1994, que consagraba la autonomía, la participación y el papel crucial de las comunidades educativas. Todos los demás colegios inaugurados resaltan el papel de las mujeres, algo esencial en una profesión que hasta el momento sigue siendo mayoritariamente femenina. 

Cuarta. Trabajo para cualificar la convivencia escolar 

Con frecuencia la UNESCO monitorea los avances en la calidad de la educación en los países de América Latina. Su principal conclusión formulada desde el año 2001 es muy impactante: la calidad de la educación de las instituciones depende, en primer lugar, del clima institucional y de aula y, en segundo, del liderazgo pedagógico. El clima es más importante que todas las demás variables sumadas. De allí la necesidad de monitorearlo y de formar a los profesores y al resto de la comunidad para que lo cuiden. Si bien la situación emocional sigue siendo muy grave para los adolescentes, en este crucial tema Bogotá presenta algunos avances. La capital inició un trabajo de formación de docentes en desarrollo de competencias socioemocionales, implementó experiencias innovadoras de justicia restaurativa, puso a prueba currículos en comprensiones humanas y vinculó 200 nuevos orientadores.  

Quinto. Relanzamiento del programa por ciclos del desarrollo 

Destaco también el muy positivo papel que están cumpliendo las jornadas pedagógicas mensuales, creadas por la actual administración de la SED y el relanzamiento parcial del programa de ciclos del desarrollo. El gran maestro Abel Rodríguez entendió a cabalidad que una estructura por ciclos del desarrollo en los colegios de Bogotá resolvería uno de los problemas más graves de la educación: la ausencia de trabajo en grupo entre los docentes. No todos los docentes reman para el mismo lado. El programa de ciclos es una de las soluciones más originales para para garantizar el trabajo en equipo. Esta es una diferencia crucial entre los colegios públicos y privados. En los públicos cada docente trabaja de manera independiente y fragmentada. Por el contrario, en los más destacados colegios privados hay liderazgo pedagógico del rector y trabajo en equipos de área y ciclo. 

¿Qué sigue pendiente? 

Sigue faltando un mayor compromiso con la transformación pedagógica por parte de algunos colegios y docentes y la SED se equivoca al confiar en el aporte de las maestrías y doctorados a la calidad, algo que no está respaldado en ningún estudio científico ni en Colombia ni en América Latina. Mientras no concentremos la formación en procesos grupales in situ, que acompañen la solución a los problemas contextualizados de los colegios y  las comunidades, es poco lo que avanzaremos.  

También hay que reconocer que falta un trabajo más coordinado, menos fragmentado, desde la SED, y que no hemos logrado transformar completamente los currículos tradicionales vigentes. Así mismo, tenemos el reto de convertir la docencia en una profesión colectiva, porque ya sabemos que la ruta del trabajo individual y fraccionado no tiene impacto en el desarrollo integral de los estudiantes. El trabajo en equipo es una de las llaves maestras de la calidad. Ese trabajo tiene que ser liderado por los rectores y coordinadores. Tenemos que darles las herramientas para que puedan ejercer un liderazgo pedagógico y no simplemente administrativo.  

Siguen faltando muchas cosas por hacer, pero sin duda hemos dado un paso muy importante en la dirección correcta. Los próximos serán mejores. Eso pasa porque en educación, la cosecha se recoge varios años después de la siembra.