Amanda Delgado Munevar
Rectora del Colegio Nueva Esperanza de la Localidad de Usme
Mónica Quevedo Poveda
Coordinadora del Colegio Nueva Esperanza

Presencialidad y virtualidad: la experiencia del Colegio Nueva Esperanza

Miradas a la educación

En la localidad de Usme, “Nido de amor”, en los límites de lo urbano y lo rural se encuentra la comunidad educativa del Colegio Nueva Esperanza. Día a día 1.500 estudiantes ocupan sus aulas con mucha energía a pesar del frío tan cercano que viene del Páramo de Cruz Verde.

En el año lectivo 2020 realizamos una revisión de los resultados internos y externos, la autoevaluación y el horizonte institucional del colegio. ¿Debía darse una transformación a las prácticas educativas? Para tal fin se retomaron los planteamientos de Julián de Zubiría (2013) que nos habla de revolución educativa y la necesidad de un cambio en los fines en la educación que por mucho tiempo ha arrastrado con una carga de tradicionalista y limitada. En su libro Cómo diseñar un currículo por competencias cita los resultados de las pruebas Saber 11 los cuales muestran que solo un 4% de estudiantes logran alcanzar un desarrollo alto de las competencias. Según De Zubiría las prácticas educativas no cumplen con el objetivo esencial de formar en competencias a sus estudiantes.

La realidad del colegio y sus resultados mostraba que a pesar de los esfuerzos los resultados no eran los esperados. Debíamos plantearnos otras estrategias y otras formas de trabajo. Determinar cuáles eran las necesidades de los estudiantes, que se requería para contribuir a la disminución de brechas y prepararlos para enfrentar los desafíos que la sociedad les impone. Surge entonces la propuesta del trabajo por proyectos, diseñados por ciclos, y que fomentan una mayor participación y protagonismo de los estudiantes.

En medio de este proceso de transformación ocurrió la pandemia del Covid 19. Los gobiernos nacionales y distritales buscan mitigar la propagación del virus y deciden la suspensión de las clases presenciales en todos los niveles educativos. ¿Y ahora qué hacemos? La incertidumbre nos invade, fue el primer sentimiento. En medio de la confusión y siguiendo las sugerencias de la Secretaría de Educación un sábado antes de que se decretara el cierre nos reunimos todos los profesores y preparamos guías, las multicopiamos y dejamos todo listo para para que los estudiantes tuvieran un material de trabajo, por unos días mientras se retornaba en unos días.

Sin embargo, la fecha de regreso no se vislumbraba cercana. Eran muchos los retos y dificultades que se iban sumando: la deserción escolar, el rendimiento académico, el desarrollo efectivo de competencias, así como el bienestar integral de los menores de edad y sus familias, se ponían al orden del día, convirtiéndose en las prioridades de los Consejos y Comités institucionales del colegio.

A partir de entonces se empiezan a plantear cual sería el paso a seguir para continuar las labores académicas sin presencialidad. La realidad de nuestros estudiantes no era desconocida para el equipo directivo y docente, pero las necesidades económicas y las falencias de las familias de la comunidad eran mucho más grandes de lo imaginado. La primera urgencia fue no perder el contacto con los estudiantes, Pero ¿cómo hacerlo? En un alto porcentaje el único recurso fue el teléfono, grupos de WhatsApp con aquellos que tenían “datos”, llamada niño a niño para quienes no lo tenían. Con algunos nada, ninguna comunicación

Fue el trabajo en equipo de directivos, docentes, administrativos, e incluso los guardas de seguridad, lo que impidió que la deserción fuera incontrolable. En estas condiciones, una de las tareas prioritarias era hacer el seguimiento “Al bienestar”. Conocer, de manera prioritaria, como se encontraban los niños, niñas, jóvenes y sus familias. Saber si tenían su comida, si estaban enfermos, si tenían trabajo los adultos Se privilegió al trabajo académico de las áreas. Estas necesidades básicas, cobraban gran valor ¿Cómo se pretendía que los procesos de aprendizaje se pudieran dar con hambre, abandono o enfermedad?

Y aunque no se había pensado inicialmente, en la práctica se gestó un proceso de transformación pedagógica, en función de no permitir que parase la educación de nuestros alumnos. En esas condiciones no se trataba de colocar múltiples trabajos a los estudiantes. Se debía buscar lo esencial, lo primordial y generar trabajo interdisciplinario entre los docentes por ciclos, así nacen Los Desafíos, como fueron bautizados.

Los Desafíos eran actividades que invitaban a estudiantes y en muchos casos a sus familias a cumplir con retos que exploraba y sacaban a flote talentos y habilidades no observadas antes y llevaban a aprendizajes significativos.

Con la intención de mejorar la comunicación y llegar de mejor forma con sus propuestas, los docentes también hicieron gala de su iniciativa. Creando videos demostrativos sobre los desafíos, bailando, disfrazadas como super heroínas para contagiar de super poderes a sus estudiantes, participando en eventos nacionales e internacionales con el uso de las TIC. De igual manera se aprovecharon las competencias de algunos compañeros en el manejo de las tecnologías para desarrollar estrategias de maestros que aprenden de maestros. Todos con una misma intención, hacer todo lo mejor para no perder continuidad de los procesos académicos.

Al mismo tiempo, la Secretaría de Educación convoca a las instituciones educativas para hacer parte de 40 colegios interesados en transformarse en busca de mejorar resultados y calidad.  De inmediato el colegio se inscribió, era una gran oportunidad y con el acompañamiento del Instituto Alberto Merani se encontraron muchas de las respuestas a las cuestiones pedagógicas que como equipo se tenían. Pensar, Comunicarse y Convivir son ejes sobre los cuales debemos trabajar. Directivos, docentes y los Consejos Directivo y Académico manifestaron su interés en hacer parte de este grupo de 40 colegios.

La inquietud despertada en el colegio invita a repensar los contenidos de lo que se enseña, abandonando los vicios del ejercicio pedagógico. Cada vez es más claro que el tiempo dedicado al colegio debe lograr el desarrollo de competencias por encima del aprendizaje y memorización de conceptos. Además, las competencias se amplían a una serie de dimensiones de la persona que van desde lo afectivo hasta lo cognoscitivo y práxico. Al respecto el Dr. Julián señala que: “La esencia de la educación básica tiene que ser el garantizar el desarrollo de competencias básicas en todos los estudiantes.” (De Zubiría, 2013, p. 232).

Vienen entonces las reuniones virtuales de docentes con más frecuencia, las discusiones académicas poco a poco van llevando a la revisión de las diferentes áreas frente a la necesidad de fortalecer las competencias comunicativas, como un quehacer transversal que compete a todos los maestros, este fue el primer paso de la transformación.

Con el avance de la vacunación se empieza a hablar del retorno a la presencialidad. Después de más de un año de confinamiento en las casas se genera en docentes, padres y estudiantes una mezcla de sentimientos: la emoción de pensar en el regreso y el temor frente a lo desconocido, no había claridad de lo que podría pasar con el comportamiento del virus. Este regreso gradual, progresivo y seguro se logra en el colegio con éxito. Expresiones de felicidad por el reencuentro dan muestra de lo importante que es la socialización para el ser humano.

Claramente, esta experiencia y vivencia dejó una enseñanza: la posibilidad de hacer algo distinto es posible. La sociedad no debería ser la misma después de la pandemia, porque nos ha dejado preguntas sobre nuestra relación con los otros y con el medio ambiente, con evidencias ineludibles. La Sopa de Wuhan (Agamben, 2020) es una recopilación de artículos de 15 filósofos o pensadores contemporáneos publicados recién estalló la pandemia, en los que dan su punto de vista sobre los aspectos sociales de esta crisis. En estos textos se habla de una educación basada en la integralidad, donde no solo se trata de educar genios de la computación que crean programas con inteligencia artificial, ni científicos connotados que identifiquen virus y los contrarresten con vacunas eficientes, sino seres humanos que no utilicen sus conocimientos para controlar y causar daño, o para su lucro personal, seres con criterios éticos para quienes cualquier intento por irrespetar otra vida sea impensable.

La presencialidad total nos plantea un nuevo reto: el manejo de las emociones. No se puede desconocer la afectación en la salud mental que causó la pandemia. Se aumentaron los conflictos mal resueltos, la poca tolerancia y la manifestación de comportamientos individualistas. Desarrollar competencias que fortalezcan la convivencia es un tema que cobra gran importancia en este momento, también será tema de trabajo en el próximo año con la orientación del Instituto Merani y el maestro Julián de Zubiría. Mientras tanto con lo que se venía trabajando antes de la emergencia (Proyecto Hermes y Félix y Susana) y los diferentes diplomados y encuentros que se ofertan sobre el tema por parte de la Secretaría de Educación, el equipo docente propone acciones que poco a poco vayan cambiando esta nueva realidad. Se debe nuevamente ganar confianza, fortalecer la alteridad, la asertividad, el amor y cuidado del otro.

Finalmente, la necesidad de transformación de la escuela es un tema indiscutible, en eso estamos trabajando en el Colegio Nueva Esperanza. El contexto donde está ubicado el colegio y su comunidad serán el referente para construir nuestro proyecto educativo. Para ello será necesario conocer las necesidades, potencialidades, oportunidades, desafíos, amenazas, debilidades y fortalezas del grupo de personas que la conforman, es decir, reconocer al individuo y al individuo en sociedad y sobre todo reconocer el currículo como un discurso construido y no impuesto.

Son muchos los desafíos, pero también muchos los sueños comunes. Esta comunidad siempre vivirá con la Esperanza de estar cada vez mejor.