Henry Sarabia Angarita
Docente. Magister en educación. Tecnólogico de Monterrey. Exdirector local de educación localidades de Puente Aranda y Suba

Las TIC como herramienta aliada en la educación

Miradas a la educación

Hace algunos años atrás, antes de la pandemia del COVID 19, los maestros operábamos los sistemas de informática o las Tecnologías de Información y Comunicación -TIC- de manera básica. Muy tímidamente utilizábamos la plataforma de cómputo del colegio, por lo general la empleábamos para subir notas y en algunos casos para alojar tareas o recursos de lectura; claro está, en medio de dificultades, pues las computadoras no eran lo suficientemente robustas para soportar archivos electrónicos de gran tamaño.

En ese entonces, los estudiantes tenían acceso a computadoras poco modernas, con programas desactualizados y su relación con la tecnología se reducía a la interacción, en lo que se denominaba “el Aula de sistemas”, pero de sistemas muy poco tenía. En cuanto al acceso a Internet su uso era limitado, esto debido a la baja velocidad de la banda ancha que ofrecían los operadores de este servicio, al igual que la precaria configuración del hardware en los computadores de escritorio, siendo limitada la capacidad de almacenamiento de memoria interna, como del procesador de cada equipo PC en la sala o aula de sistemas. Tal situación causaba demoras, estrés, cierta frustración técnica, académica y poca eficacia de aprendizaje, tanto en los estudiantes como en los profesores.

Igualmente, los conocimientos en sistemas informáticos por parte de los docentes eran contados, algunos con nivel básico, otros carecían de formación alguna, sin embargo, los que dominaban el tema de TIC tenían horas cátedra limitadas para procesos de capacitación. La enseñanza de sistemas en los planteles se daba en dos modalidades, primero la teoría dictada en el salón de clases, luego la práctica en el aula de sistemas, pero cuando se llegaba al Aula de Cómputo, poco se podía implementar, debido a las deficiencias tecnológicas antes mencionada. Resultado de ello, los docentes en el aula teníamos que acudir, nuevamente, a los recursos del siglo ante pasado, es decir, el pizarrón, los marcadores, algunos con tiza, el mapamundi desactualizado, los libros de ediciones antiguas, diccionarios, láminas, fotografías, fichas, tarjetas, títeres, etc.

Cabe recordar que, en los inicios de la década del 2000, los recursos tecnológicos empleados en algunos planteles educativos fueron la grabadora, los reproductores de VHS, luego de CD y DVD, el retroproyector de acetatos y de diapositivas, estas últimas por supuesto no eran digitales, sino en láminas de filminas. Algunos pocos salones contaban con dotación audiovisual, entendiendo por ello el conjunto de un televisor con su respectivo reproductor de video. Realmente, la mayoría de los colegios no contaban con un aula de audiovisuales, aunque surgió la iniciativa en determinados planteles educativos para innovar en cuanto a recursos didáctico y pedagógico, y avanzaron con la compra de tableros electrónicos, pero, dada la poca capacidad de conexión, estos fueron ineficaces.

Las primeras dos décadas del siglo XXI fueron abundantes en nuevos enfoques educativos y novedades teóricas sobre el uso de las TIC en la educación. A los maestros se nos habló y capacitó para formar en competencias y las habilidades TIC. Se nos sugería utilizarlas en el aula tal y como lo plantea Perrenoud (2008) en su libro “Diez nuevas competencias para enseñar”. Por supuesto que los maestros realizábamos esfuerzos, pero muy poco se podía avanzar dado los precarios recursos disponibles para lograr la eficiencia y eficacia exigida.

Con la llegada de la Pandemia y las limitaciones que conllevó para la educación, rectores y profesores comenzamos a pensar en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, recurriendo a las herramientas que teníamos a nuestro alcance, pero que antes no se nos había ocurrido utilizarlas, tales como el classroom, las plataformas de teams, meet, zoom, YouTube, Earth, Jamboard, buscadores, blogs, grupos de correo, redes sociales, telefonía por Internet, entre otras herramientas.

De esta manera, la pandemia nos llevó a utilizar lo que por mucho tiempo teníamos a nuestro alcance, pero no se nos había ocurrido, bien sea porque no contábamos con las herramientas en las instituciones, o porque no dimensionábamos su alcance. Como toda crisis, la pandemia nos desequilibró, generó conflictos y desajustes, pero al final dejó grandes enseñanzas para reflexionar, vivir y mejorar en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Vale la oportunidad para recordar el aforismo “en las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”.

Al terminar el segundo año de la pandemia, se reconocieron complejas dificultades y problemáticas en el ámbito escolar, que aún siguen presentes en los planteles educativos, no solo desde el punto de vista de la convivencia y los aspectos socioafectivos o emocionales, también en lo relacionado con los aprendizajes bajos o nulos por parte de los niños, niñas y adolescentes que no tuvieron las mismas oportunidades por carecer de acceso a las tecnologías o por la dificultad para apropiarse de ellas; en esto se debe trabajar para garantizar condiciones de igualdad en el derecho a la educación.

La presencialidad como escenario y oportunidad para afianzar lo aprendido en la pandemia

Teniendo en cuenta que cada día surgen cambios en la demanda de habilidades para el siglo XXI, la escuela debe darse la oportunidad para debatir sobre qué transformaciones se requieren para que nuestros niños, niñas y adolescentes puedan acceder a las herramientas pertinentes con las cuales adquieran conocimientos y habilidades que les permitirán enfrentarse a un mundo competitivo, del conocimiento, o, por el contrario, a una sociedad de ignorancia como la llaman Mayos y otros (2011). Sin duda, las competencias tecnológicas constituyen esas áreas del saber-saber y saber-hacer, claves y protagonistas en ese mundo globalizado al que se tienen que enfrentar nuestros estudiantes. En tanto, el pensamiento crítico, la evaluación de la información de distintas fuentes, la alfabetización y las habilidades para comprender datos y tomar decisiones, serán claves, tal y como lo es el conocimiento tecnológico y el aprendizaje continuo.

En este panorama, los planteles educativos deberán tomar la decisión de involucrarse en ese proceso de transformación y mejora tecnológica, ahora digital, si no quieren desaparecer del escenario educativo, sin dejar de lado, por supuesto, su papel principal en la socialización, el liderazgo, la colaboración, el trabajo en equipo y cooperativo, el espacio para la recreación, la diversión, y todo aquello que señala Lomas ( 2002), cuando expresa que la escuela es ese lugar donde ocurren cosas divertidas, donde se viven las angustias, el llanto, los primeros encantos, pero también desilusiones y donde se goza con el placer de los éxitos, además se sufre con el fracaso.

La escuela tendrá que darles cabida a las TIC, bajarlas del pedestal en que aún permanecen, utilizarlas como apoyo para aprendizajes más dinámicos, divertidos, eficaces, eficientes, creativos e innovadores, propios de una moderna institución educativa del Siglo XXI, y que nos ayudará a bajar los altos índices de deserción y repitencia, los cuales, día tras día, aumentan.

Los actores responsables de la educación y formación de los niños, niñas y adolescentes, como son los padres de familia, los maestros, las instituciones públicas y privadas, y demás encargados, debemos entender que el mundo y las cosas han cambiado y seguirán cambiando; en tanto, los estudiantes de hoy disponen, en su mayoría, de 24 horas de televisión, internet, interacción con redes sociales, acceso a un mundo globalizado de información, crean nuevos espacios de amigos virtuales, compañeros de tecnología quienes dejan algunas huellas, que también debemos abordarlas desde las entidades educativas, la familia y la comunidad en general, sobre todo con participación idónea de los medios de comunicación, que también pueden cumplir un papel fundamental, claro, si se trabajara conjuntamente desde un objetivo común con el sector educativo de básica y secundaria, (Acevedo, 2005).

Desafortunadamente los niños a través del Tic Toc, WhatsApp, Instagram, Facebook u otras redes, se enfrentan a  situaciones y realidades problemáticas que los educadores debemos abordar y tratar pedagógicamente, si queremos que esos agentes  tecnológicos, que acompañan durante muchas horas a los niños, no nos impongan las conductas disruptivas que hoy estamos viviendo, tales como  inducir a realización de  actos que ponen en riesgo la integridad, salud y vida de niños y jóvenes, como el  uso de drogas o medicamentos para el tratamiento de la disfunción eréctil, lanzarse al vacío en pruebas absurdas u otras que pululan  en las redes sociales.

Estamos ante una niñez y juventud tecnologizada que se ha venido criando a plenitud en la era digital, pero que tomó la ruta que le lleva a un vacío existencial, y con mayor razón, los maestros debemos asumir la responsabilidad que nos compete, pues la tecnología pese a que algunos la sacralizan, otros la satanizan, unos la ven clara, otros oscura, con pros y contras. No obstante, el problema no es la tecnología, pues esta se creó para optimizar procesos, gestionar información, facilitar dinámicas comunicativas, solo que algunos la manipulan en una dirección, objetivo e intereses, que en vez de desarrollar al humano como ser integral, lo están atrofiando, desvirtuando de su oportunidad de ser realmente libre, pues hoy, éste es dependiente de un sistema que lo domina y aliena.

Si los niños, niñas y adolescentes cada día se vuelven más dependientes de tecnologías audiovisuales e informáticas, los maestros podemos apoyarnos en esta dinámica moderna, de una sociedad permeada de cibercultura, y exigir en las instituciones educativas, un acondicionamiento tecnológico de las aulas, así como capacitarnos e implementar modernos y mejores métodos pedagógicos, cuya técnica posibilite persuadir a los estudiantes hacia la aprehensión de prácticas pertinentes que le ayuden a desarrollar competencias para el desarrollo humano integral, las herramientas ya existen, el tema es el cómo configurar estas y aplicarlas, factor que implica pedagogía e innovación. 

Dada las diferencias que han suscitado en la sociedad respecto de la dependencia en el uso de las TIC, la internet y otras aplicaciones, recuerdo el refrán popular: “Ni tan cerca que queme al santo… ni tan lejos que no lo alumbre”. Tomo este aforismo para hacer un símil en la concepción de la forma en que se critica el uso de las TIC, pues estas no son malas, no son buenas, no son santas, menos diabólicas, no son oscuras, no son claras, sencillamente son lo que se haga de ellas. El problema no radica en su existencia como tal, sino en la forma en que el humano decide e incide sobre estas, aun cuando en ocasiones compromete su voluntad para ser dependiente de un objeto. Sin duda, las TIC constituyen una herramienta aliada en los procesos metodológicos para iniciativas y objetivos de la educación, lo importante es el cómo se articulan y se hace eficaz y eficiente en la interacción con la población aprendiz de un determinado establecimiento educativo. 

 

Referencias bibliográficas.

 

Acevedo, A. (2005). Casos y cosas. Bogotá: Editorial Penguin House Editorial Colombia.

Blakemore, S., y Frith, U. (2008). Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación. Barcelona: Editorial Ariel.

Carvajal, G. (2019). Creando talentos. Respuesta a una escuela inoperante. Bogotá: Editorial Tiresias Internacional.

Concal, M. Brei, A. y otros (2011). La sociedad de la ignorancia.  Barcelona: Ediciones Península.

Hattie, John. (2921). Escuela de posgrado de pedagogía Universidad de Melbourne, Australia. Prólogo del libro La Escuela en la nube de Sugata Mitra. Bogotá: Editorial Planeta.

Lomas, C. (2002). La vida en las aulas. España: Paidós Ibérica.

López, M., A. (2012). Aprendizaje, competencias y TIC. México: Editorial Pearson

Luri, G. (2018). La escuela contra el mundo. Barcelona: Editorial Ariel.

Mitra S. (2021). La escuela en la nube. El futuro del aprendizaje. Bogotá:  Editorial Planeta.

Muñoz Hueso, Ana C. (2018). Enseñar a pensar. Bogotá: Ediciones de la U.

Perrenoud, P. (2008). Diez nuevas competencias para enseñar. Barcelona, Barcelona:  Editorial Grao.

Reimers, F., y Chung, C. (2016). Enseñanza y aprendizaje en el siglo XXI. México: Editorial Fondo de Cultura Económica.