María Caridad García-Cepero
Consultora Educativa, Ph.D psicología educativa Universidad de Connecticut.

La flexibilización curricular: una bitácora de vuelo alternativa

Miradas a la educación

Es frecuente que perdamos a los estudiantes en el camino, porque esperamos que ellos se sumen a nuestro paso. Pero a veces nuestros modos de desplazarnos no son apropiados para ellos, o no les hace sentido nuestra ruta, o nuestro ritmo es lento…  pero es posible que no los perdamos si identificamos lo esencial del viaje al que los convidamos, la posibilidad de múltiples senderos, rutas o modos de transitar. Puede que el viaje sea solo un pretexto para llegar a un destino, y que lo esencial se encuentre en las experiencias vividas durante el camino.

Hace unos días empecé a leer el último libro que Carol Tomlinson publicó en el 2021 en la Asociación para la Supervisión y el Desarrollo Curricular ASCD (por sus siglas en inglés). Su título me pareció bastante esperanzador Para que cada uno pueda volar: principios y prácticas de un aula centrada en los aprendices, y me hizo pensar en cómo quisiera yo que fuera la educación, sobre todo en una época como la que estamos viviendo

Yo sueño con un ecosistema escolar donde todos y todas las estudiantes tuvieran oportunidad de transitar por él y encontrar múltiples nichos y oportunidades que les permitan conocerse, conocer el mundo, desarrollar experticia y capacidades con las que pudieran construir una perspectiva de vida; donde puedan crecer, participar y colaborar de manera plena. Un ecosistema, donde sin importar quienes sean ellos, o de dónde vienen, pudieran desarrollar su potencialidad y sentirse valorados en su ser. Que, en los términos en que nos plantearía Judith Butler, fuera un ecosistema donde todos pudieran construir una vida que valga la pena ser vivida. Un ecosistema donde su voz sea escuchada, donde ellos escuchen la voz de otros y las de su comunidad.  Un ecosistema que los desafíe e invite a llevar las riendas de su aprendizaje, los lleve desarrollar su capacidad de autogobernanza y de autocuidado, pero a la vez les permita formar parte de la solución de los problemas sociales y de la humanidad, del cercano y del lejano, del nativo y del migrante.

No es un secreto que las estructuras escolares tienden a ser altamente rígidas y resistentes al cambio, pero la realidad actual nos pide que reevaluemos los modos, los escenarios y diferentes elementos del sistema escolar. No en función de cambiar por la “moda” de innovar, sino por un ejercicio de humildad, donde reconozcamos que debemos evolucionar porque no estamos llegando a todos los niños, niñas y adolescentes, y que a la vez no hemos logrado que muchos de ellos asuman el rol de protagonistas activos su proceso de aprendizaje, pues “todos deberíamos poder volar”.

Aunque la discusión sobre la importancia de la flexibilización escolar y en particular la flexibilización curricular lleva en la escena educativa ya varias décadas, los desafíos enfrentados en el 2020 obligaron a la comunidad educativa a volcar sus ojos frente a alternativas que permitieran que los estudiantes continuaran sus trayectorias educativas a pesar de las restricciones generadas por la emergencia sanitaria.

La única opción viable que encontramos como educadores en el 2020, en plena pandemia, fue “reinventarnos” y mirar con otros ojos nuestras instituciones y el sistema escolar en general. Esto implicó explorar modalidades diversas de enseñanza, priorización de contenidos, diversificación de experiencias, exploración de nuevos roles, integración y reformulación de roles de los actores en el ecosistema educativo, entre otros muchos aspectos que se llegaron a revisar e implementar. Esto nos demostró que sí somos capaces de flexibilizarnos y de las virtudes de hacerlo.

Si bien al hablar de flexibilización educativa estamos involucrando diversos ámbitos del ecosistema educativo y en particular de las instituciones educativas, un punto de partida para movilizar el sistema son los currículos escolares. Desde ellos podemos iniciar la transformación educativa, pues los currículos plantean los derroteros que en buena medida determinan las prácticas educativas de las instituciones y los docentes.

En esta dinámica en el 2021 tuve la oportunidad de contribuir a esta reflexión gracias a la participación en la construcción del documento de la Secretaría de Educación “Flexibilización curricular; una ruta para crear oportunidades de aprendizaje en el marco de la transformación pedagógica”. En este documento se abordaron elementos teóricos y prácticos para desarrollar procesos de flexibilización curricular en las instituciones educativas del distrito (https://www.redacademica.edu.co/flexibilizacion-curricular). Tenía como meta ser una herramienta para que los educadores pudieran alimentar los procesos de reflexión y planeación institucional, que les permitieran construir espacios educativos potentes y flexibles para el desarrollo del potencial de nuestros niños, niñas y adolescentes.

De conversaciones con diferentes educadores surgen dos ideas que quisiera compartir en este escrito. En primer lugar, cuando flexibilizamos los currículos, tomando en cuenta quiénes son nuestros estudiantes y quiénes quieren ser, abrimos la posibilidad de generar experiencias educativas inspiradoras. En segundo lugar, la flexibilización curricular es una oportunidad maravillosa para que nosotros los educadores manifestemos talento docente y seamos cada vez mejores profesionalmente.

Currículos flexibles e inspiradores

 

Cuando pensamos en el camino o las trayectorias que nuestros estudiantes recorren en el ecosistema educativo, podemos pensar que el currículo es la carta de navegación, no solo de la institución escolar, sino del recorrido que idealmente hacen nuestros estudiantes. Nuestros currículos deberían inspirar a los estudiantes a explorar y construir ese camino, que en últimas es una vida con sentido para ellos y que vale la pena ser vivida. Su tránsito por el sistema escolar no es solo un artificio creado para darles herramientas que les sirvan en la vida real. El paso por la escuela ya es “la vida real”, por tanto, debe ser una experiencia que valga la pena de ser vivida, no solo por las ganancias que trae, sino por la riqueza misma del camino que se recorre y de quienes se convierten al ser los caminantes.

Lo anterior no necesariamente nos lleva a la idea de que debemos crear un currículo particular para cada estudiante, sino que debe conducirnos a revisar el currículo que tenemos para identificar el currículo base —lo esencial— y evaluar los grados de libertad que este tiene para generar ambientes, experiencias y oportunidades diversas para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes puedan terminar satisfactoriamente su trayectoria escolar.

Los currículos tradicionales se construyen con la misma lógica que una camisa de “talla única” (one-size-fits-all), que se asume debería quedarle bien a todo el mundo. No obstante, esa necesidad de uniformidad generada por la talla única se vuelve poco funcional si se parte de la idea de que el currículo debería estar centrado en los aprendices y que ellos son diversos entre sí. Como educadores deberíamos ser como un buen sastre, quien conoce los diferentes patrones posibles para hacer camisas y a su vez conoce a quienes va a vestir. Esto le permite discernir lo que es mas oportuno hacer para que “la camisa” que está confeccionando, permita resaltar lo mejor de la persona, responda a las necesidades y gustos de esta, pero que además le permita enfrentar el mundo para el que se está vistiendo.

Al decantar las experiencias vividas en los últimos dos años, nos damos cuenta de que es importante pasar de una visión reactiva de la flexibilización escolar —la flexibilización que ocurre como respuesta a coyunturas disruptivas como las vividas por la pandemia en el 2020—, a una visión proyectiva. Es decir, debemos pasar de hacer “flexibilización” en respuesta “a” y transformarla a flexibilización en función “de”. En otras palabras, la flexibilización debe darse de manera intencionada, en función del logro de aprendizajes, lo cual implica generar procesos y estructuras claras que sean nichos oportunos y orgánicos al crecimiento de nuestros estudiantes como individuos y como miembros de la sociedad.

Talento docente y flexibilización curricular

 

Cuando sueño con un ecosistema educativo flexible, también me doy cuenta de que el papel de los docentes es definitivo para convertirlo en realidad y que es una oportunidad para nosotros los educadores para rescatar el ethos de nuestra profesión. En su esencia, la docencia es un proceso sofisticado de toma de decisiones que un mediador competente realiza en función de la creación de escenarios, entornos y oportunidades óptimas e innovadoras para alcanzar un horizonte formativo.

En currículos tradicionales, rígidos y estandarizados, esta toma de decisión no es tan esencial, pues en buena medida las decisiones programáticas y prácticas están determinadas previamente. En caso de no ser exitosas, en general, conducen a que el estudiante tenga que participar en actividades remediales, repetir la asignatura o el año, o simplemente dejar el sistema escolar. Es un fracaso del estudiante, no del sistema.

Pero, desde la perspectiva de una educación centrada en el aprendiz y que reconoce sus diferencias, el educador se plantean de antemano diversas posibilidades de llegar a las metas educativas. En otras palabras, es capaz de incorporar oportunidades formativas que emergen durante la experiencia educativa y de realizar ajustes cuando es necesario. Esto implica que como maestros tengamos que desarrollar especialmente nuestras habilidades y estrategias de monitoreo y seguimiento a los procesos de los estudiantes, pero también implica re-conocer de manera más profunda y estratégica quienes son nuestros estudiantes. Tenemos que desarrollar un conocimiento profundo de los campos de formación que son el eje de nuestra práctica docente, y desarrollar la experticia suficiente que nos permita tener un mapa claro de los nichos presentes en el ecosistema educativo, local, nacional y en algunos casos internacional.

A su vez, y de una manera que parecería contraintuitiva, lo más importante que tenemos que desarrollar es nuestra capacidad para lograr que nuestros estudiantes sean cada vez más autónomos, tanto en la regulación de su propio aprendizaje, como en la gobernanza de su propia vida y destino. Lo cual es esencial en el marco de un currículo y de un ecosistema flexible. Si no logramos que los estudiantes tomen las riendas de su propia vida, aparte de fracasar en nuestras metas formativas, no podremos gestionar las experiencias diversificadas que requiere un currículo flexible.

La flexibilización curricular es una tarea colectiva que implica que cada actor asuma la gobernanza de aquellas acciones que son necesarias para el logro de los horizontes institucionales y personales. Esto requiere de la sinergia y el concurso de todos los actores involucrados. Como educadores somos gestores de este movimiento y esta transformación educativa. Los docentes y directivos somos los llamados a gestar este proceso, a pensarlo y contribuir para que los diferentes escenarios del ecosistema educativo se armonicen, para que el currículo sea un vehículo que le permita a los estudiantes encontrar aquellos nichos con los cuales puedan sacar lo mejor de sí.

Un entorno educativo flexible es para nosotros los educadores una oportunidad de crecimiento excepcional, pues demanda que, además de ser enamorados de la educación seamos los mejores profesionales en nuestro campo. Es decir, ser capaces de flexibilizar proyectivamente (y no solo reactivamente), de tomar decisiones pedagógicas optimas en función de la construcción de trayectorias de vida viables y “que vale la pena ser vividas”, ser la mejor versión de nosotros mismos como educadores.

Creo firmemente que asumir una perspectiva de flexibilización curricular es sentar las bases, como dice Tomlinson, “para que a que cada uno pueda volar” incluyéndonos nosotros los educadores, para que también despleguemos nuestras propias alas y tengamos una vida que valga la pena ser vivida.

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Nota: Para profundizar sobre cómo implementar procesos de flexibilización curricular los invitamos a leer los tres módulos documento “Flexibilización curricular; Una ruta para crear oportunidades de aprendizaje en el marco de la transformación pedagógica”, (https://www.redacademica.edu.co/flexibilizacion-curricular)