Deidamia García Quintero
Subsecretaria de Integración Interinstitucional de la Secretaría de Educación del Distrito

Escuelas como territorios de paz: la experiencia de Bogotá

Miradas a la educación

* Este artículo fue posible gracias a la invaluable colaboración del Equipo del Programa de Educación Socioemocional, ciudadana y escuelas como territorios de Paz.. La Autora

Transitar de las culturas de las violencias a las culturas de paz: nuestra apuesta.

El período de transicionalidad luego de la Firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las FARC-EP en 2016, ha supuesto cambios en las dinámicas sociales, políticas y culturales. Las mismas nos muestran la urgente necesidad de aprender a gestionar los conflictos por la vía del diálogo abierto, ante la naturalización cotidiana de la violencia. Las acciones para posicionar el lenguaje simbólico, la palabra y la acción colectiva como posibilidades en la construcción de verdades y, por tanto, como alternativas para la reconciliación, han logrado un creciente respaldo en distintos sectores de la sociedad y han demostrado el efecto que tienen en la resignificación de la paz como un proceso pedagógico y cultural.

La educación en Bogotá se ha sumado activamente a este proceso de cambio cultural, reconociendo su rol determinante para promover transformaciones sociales. Por ello, se ha incrementado de manera importante el acompañamiento y promoción de iniciativas potentes, lideradas por los mismos actores de las comunidades, que actúan para incidir en el cambio de las realidades de las que hacen parte e impulsar la vivencia de la paz como un derecho, una experiencia vital, plural y significativa en la vida de niños, niñas, adolescentes y jóvenes; contribuyendo así con la construcción de una Generación de paz.

Esta es la apuesta del Programa Integral de Educación Socioemocional, Ciudadana y Escuelas como Territorios de Paz, la cual recoge valiosos antecedentes del orden internacional, nacional y distrital de los últimos 20 años.  El programa responde a lo planteado por el Plan de Desarrollo Distrital (PDD) 2020 – 2024: Un nuevo Contrato Social y Ambiental para el Siglo XXI, y pone a disposición recursos teóricos, conceptuales, pedagógicos y metodológicos con el objetivo de contribuir desde la educación al propósito de «inspirar confianza y legitimidad para vivir sin miedo y ser epicentro de cultura ciudadana, paz y reconciliación».

El Programa impulsa la formación integral y la educación para la construcción de capacidades socioemocionales y ciudadanas, fundamentales para el desarrollo de un proyecto de nación diverso y democrático, en el que la educación está en el primer lugar e incide en la manera de ser, relacionarnos y actuar como comunidad. La educación para la sociedad del conocimiento, la equidad y la construcción de territorios de paz es:

— Una educación integral en la que se privilegia la formación del ser y el saber desde una perspectiva de “buen vivir”.

— Una educación socioemocional y ciudadana que se aprende en la práctica y en la interacción.

— Una educación en la que escuela, familia y comunidad construyen relaciones horizontales e inciden en la política pública educativa.

— Una educación que fortalece capacidades ciudadanas y socioemocionales, de tal manera que contribuya a decidir los sentidos, proyecto y plan de vida de los sujetos.

— Una educación que promueve una ciudadanía memorial, crítica, activa y transformadora, donde los sueños, deseos y expectativas, tanto de los más jóvenes como de los mayores, tienen un lugar.

— Una educación que consolida comunidades de aprendizaje, trabajando en red, compartiendo experiencias y fortaleciendo lazos de confianza, solidaridad y colaboración.

Para cimentar la escuela como territorio de paz es fundamental reconocer la cultura de la guerra que hemos naturalizado y que ha generado profundas fracturas en nuestra sociedad, con altos niveles de desconfianza y dolores. Esta cultura también ha permeado la escuela y sus dinámicas, institucionalizando por momentos pedagogías de la crueldad[1] para aleccionar sobre lo debido y lo permitido, a través de dinámicas de castigo e inclusión o  acciones de la que ha sido víctima la escuela y sus entornos por la presencia de violencias que irrumpen.

En este sentido, dejar atrás la idea de que la violencia es natural, exige examinar de manera profunda la forma en que aprendemos e interactuamos, los resultados de nuestra educación próxima; familiar, escolar, emocional y ciudadana, y disponernos a realizar cambios intencionados, reconociendo las fracturas individuales y sociales y construir caminos para restaurarlas, fruto de un proceso educativo que promueve y permite reconocerse y descubrirse diferente, pero con un sentido común de humanidad.

La Justicia Escolar Restaurativa (JER)

Comprendiendo el rol transformador que tiene la escuela para la promoción de culturas de paz, el Programa Integral promueve la Justicia Escolar Restaurativa –JER- en 240 instituciones educativas, buscando posicionar la paz como derecho y la restauración como fundamento de la reconciliación desde la escuela.

La JER busca que las prácticas restaurativas aporten a la transformación personal, de las relaciones que se tejen en la escuela y de la comunidad. Con este fin desarrolla una ruta pedagógica integral que contempla procesos de formación y acompañamiento desde el reconocimiento de la diferencia, la comprensión de los conflictos como oportunidad, el reconocimiento del daño (cuando los acuerdos se quebrantan y generan afectaciones), la construcción de verdad, y la consecución de nuevos pactos para la no repetición.

Esta ruta pedagógica emplea como herramienta metodológica la reflexión grupal permanente sobre lo que ocurre en el contexto y las potencialidades de cambio, sumado al trabajo colaborativo y corresponsable de los equipos pedagógicos de cada escuela, que reconocen sus necesidades en cuanto a fortalecer sus vínculos, sus niveles de diálogo diverso y, sobre todo, de confianza entre pares, fortaleciendo así las escuelas como territorios de paz. Al abrir espacios de diálogo, reflexión, formación, movilización de supuestos, generación de nuevas prácticas de aula y de encuentro, se contribuye con la construcción de una ciudadanía memorial, reflexiva, crítica e incidente.

Actualmente hay más de 1.050 maestros(as), orientadores(as), directivos(as) y estudiantes con miradas críticas sobre lo que ocurre en la escuela y sobre sus formas de relacionarse, promoviendo diálogos afectivos desde y hacia la transformación del conflicto escolar, para que se puedan abrir espacios seguros, construir nuevas relaciones y promover la convivencia pacífica desde la educación y el bienestar emocional de las personas.

 Quienes lideran las experiencias JER comprenden que no se trata de evitar los conflictos, sino de propiciar que todos los actores involucrados se reconozcan como cuidadores y cuidadoras de sí mismos, de las otras personas y del entorno en el que se encuentran.  Un entorno cuidador en el que se promueve la empatía favorece la gestión pacífica de conflictos en la vida escolar.

Gestionar las emociones de manera situada es parte fundamental del Programa integral de educación socioemocional, ciudadana y escuelas como territorios de paz, desde donde se dinamiza una agenda de política pública educativa que responde a las necesidades cotidianas de la vida escolar, así como a las transformaciones culturales que requiere la construcción de un país en paz.

La Verdad y la Memoria construyen escuelas como territorios de paz

El Programa Integral y la Justicia Escolar Restaurativa responden también a un mandato de la educación y el quehacer pedagógico para la satisfacer integralmente las necesidades de las víctimas del conflicto armado, pues como lo señala  la Ley 1448 de 2011, “el Estado deberá adoptar como parte de las garantías de no repetición “la creación de una pedagogía social que promueva los valores constitucionales que fundan la reconciliación, en relación con los hechos acaecidos en la verdad histórica” (Artículo 149).

En un sentido amplio la sociedad en general ha sido víctima de la guerra, de igual manera  hay una responsabilidad social para la no repetición de estos hechos. La escuela como escenario formativo y de socialización debe entonces ocuparse de promover planes de estudio, prácticas y proyectos pedagógicos que hagan de la memoria histórica objeto de estudio, de reflexión y transformación social.

La educación para la paz implica aproximarse a la guerra y a la violencia para explorar las consecuencias que se materializan en el presente. Asimismo, atender las necesidades de restauración de las niñas, niños, adolescentes y estudiantes que fueron víctimas del conflicto armado; escucharlos, dignificarles y fomentar la comprensión de los múltiples factores que causaron y prolongaron los conflictos de los que devienen los hechos de victimización.

En los procesos de formación y acompañamiento desde la JER se trabajan las pedagogías de la memoria, retomando la enseñanza de la historia social del país en relación con las trayectorias e historias personales de las víctimas. De este modo se busca que las víctimas sean reivindicadas y puedan entender que no son culpables de su situación, e identificar por qué se causaron las ofensas y daños, de la misma forma en que estudiantes y docentes, en general, comprenden las responsabilidades de las comunidades en los hechos ocurridos.  

En el impulso de la estrategia JER se reconoce la convicción con que docentes y estudiantes se han unido a las diferentes acciones en cada IED. También se reconoce la confianza depositada por las comunidades educativas en la guía y acompañamiento ofrecido por el equipo de profesionales de la Secretaría de Educación.

Esta estrategia pedagógica es una forma diferente de restaurar las relaciones y reivindicar la humanidad de las partes implicadas en un conflicto, ha dado resultados importantes en las dinámicas de convivencia escolar y ha favorecido el restablecimiento de vínculos y la credibilidad en la institucionalidad educativa.  Si bien se ha avanzado de manera significativa en estos primeros pasos, es necesario seguir contando con el respaldo de todas las instancias para que las acciones implementadas desde el Programa se mantengan, se difundan y se promuevan, ampliando su impacto y su incidencia.

Los desafíos: vientos que nos harán crecer más fuertes

Algunos de los desafíos que debemos encarar y que nos pueden marcar horizontes de sentido para continuar su implementación son:

— Los “coletazos” de la pandemia en la salud mental y la socioemocionalidad de las comunidades educativas, que aún no hemos dimensionado completamente y que este año se evidenciaron con mayor fuerza.

— Fortalecimiento de la propuesta desde la integración curricular y la sistematización de las experiencias de las instituciones educativas.

— Promoción de procesos de investigación escolar que generen conocimiento desde y para las comunidades educativas.

— Fortalecimiento de la inclusión de visiones plurales alrededor de la paz, las ciudadanías, la diversidad, el enfoque de género, entre otros; de manera que la multiplicidad de voces y actores de las comunidades educativas se sientan convocados y reconocidos, como principio de la construcción de paz.

La Justicia Escolar Restaurativa es una apuesta de innovación en la política pública, construida con las comunidades educativas. Es una forma de contribuir desde la educación con la responsabilidad ética y política de hacer de la paz una experiencia cotidiana, en donde la resolución de los conflictos desde el reconocimiento y el diálogo sean demostración de una sociedad que aprende. Colocar la paz en el primer lugar de la agenda nacional y local, construir escuelas como territorios de paz, debe ser el resultado de un proyecto educativo profundo y transformador, de una educación que, como en Bogotá, está en el primer lugar.

[1] Pedagogias de la crueldad en el sentido expresado por Rita Segato como actos y prácticas que enseñan,  habitúan  y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas.   Rita Segato-Pedagogias de la crueldad. Revista de la Universidad de México, noviembre de 2019.