Luz Karime Abadía
Co-directora del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana

El impacto de la pandemia sobre la educación

Miradas a la educación

La pandemia representa el máximo desafío de la educación en Colombia. Además de lo que implicó la adaptación a los cambios que impuso, el verdadero reto será sobreponerse de los efectos negativos que dejó y recuperar todo aquello en lo que se retrocedió, sumado a los rezagos que históricamente ya traía la educación de nuestro país.

El contexto

El cierre de los colegios como mecanismo de contención del Covid-19 y la suspensión de todas las clases presenciales para más de 9 millones de estudiantes obligó a miles de niños, niñas y adolescentes, sus familias, docentes y centros educativos a adaptarse a una nueva realidad sin precedentes. Los docentes y colegios implementaron cambios en las metodologías de enseñanza, reemplazando las clases presenciales por el envío de cartillas y guías físicas a las casas de los alumnos, el uso de programas educativos en televisión y radio, y las llamadas o video conferencias a través de dispositivos electrónicos. 

Adaptarse a dichos cambios no fue fácil, pues el país no estaba preparado, en especial el sector oficial, que atiende al 80% de los estudiantes colombianos. Una muestra de ello es que antes de la pandemia, más de la mitad de los estudiantes de colegios oficiales en 96% de los municipios del país no tenian computador e internet en sus hogares, según los análisis realizados por el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana.

El 48% de los rectores de colegios oficiales consideraba que sus docentes no tenían las habilidades técnicas ni pedagógicas necesarias para integrar los dispositivos digitales en la enseñanza. Además, la motivación de los estudiantes por aprender y participar en las actividades académicas en medio del confinamiento, de la crisis económica y bajo los nuevos métodos de enseñanza, no era el más entusiasta ni se asemejaba al mismo que cuando asistían al colegio.

Todo lo anterior fue un impedimento para que los estudiantes, especialmente aquellos en condiciones socioeconómicas difíciles que no cuentan con computador o dispositivos electrónicos o con el servicio de internet en sus casas, pudieran continuar con sus estudios de forma remota e incidió en un incremento en la inasistencia escolar. Así lo reportaron más de 4.500 docentes y 905 rectores de instituciones educativas oficiales del país en una encuesta que llevó a cabo el LEE durante el 2020, sin mencionar informes adicionales de otras organizaciones e instituciones del país que evidencian la misma realidad.

Por ejemplo, en la encuesta aplicada por el LEE, en promedio, los docentes afirmaron que el 60% de estudiantes no participaba en las actividades asincrónicas (aquellas que no requieren que el docente esté presente para su realización como, por ejemplo, guías, cartillas y tareas) y el 40% de los estudiantes dejó de asistir a las actividades sincrónicas (aquellas donde sí hay interacción en tiempo real entre el docente y el estudiante por medio de videoconferencias o llamadas). Para el caso de los estudiantes que no participaron en ningún tipo de actividad académica, los profesores encuestados indicaron que la razón principal fue por la ausencia de Internet y conectividad.

Dicho escenario ya predecía algunos de los efectos negativos que ha traído la pandemia en la educación del país, tanto en términos de aprendizaje, resultados académicos y ampliación de brechas de desempeño, como en la salud mental y en las habilidades socioemocionales de los estudiantes. Además, a futuro, esta situación traerá una mayor desigualdad social y económica entre estudiantes del sector oficial y privado, entre mujeres y hombres, entre quienes cuentan con computador y quienes no, con conexión a internet y quienes no, entre quienes trabajan y los que no, entre la zona urbana y la ruralidad, entre otros.

El impacto en la educación

Respecto del desempeño académico en pruebas estandarizadas, los resultados de las pruebas de Estado demostraron lo que se temía sobre la ampliación de las brechas entre el sector oficial y privado. Estas brechas se entienden como las diferencias en los puntajes promedio de los estudiantes en cada una de las cinco áreas del conocimiento evaluadas en las Pruebas Saber 11 del ICFES (matemáticas, lectura, sociales y competencias ciudadanas, ciencias naturales e inglés) así como en el puntaje global (suma de los cinco puntajes), de acuerdo con el sector en el cual el evaluado estudia (oficial o privado).

Al analizar los resultados de las pruebas Saber 11 de los colegios calendario A, se observó que entre el 2019 y 2020 la brecha nacional en el puntaje global entre estudiantes de colegios oficiales y privados se incrementó en 4.5 puntos (a favor de estos últimos) al pasar de 25 a 29.5 puntos. Luego, entre el 2020 y 2021 continuó en aumento, pues la brecha subió a 32 puntos. Entonces, la brecha aumentó 7 puntos, al pasar de 25 a 32 puntos entre el 2019 (antes de iniciar la pandemia) y el 2021. Así, 2021 y 2020 se constituyen como los años en los cuales la brecha público-privada alcanzó su nivel más alto en los últimos cinco años.

Estas brechas en contra del sector oficial y en tendencia alcista, son explicadas en su mayor parte y en este orden, por incrementos en la diferencia en el puntaje promedio en el área de inglés (explicada por el hecho de que una cantidad importante de colegios oficiales del país no cuenta con enseñanza del inglés o con docentes suficientes y con dominio del idioma para una enseñanza adecuada), en matemáticas y en lectura crítica.

A nivel regional, la mayoría de los departamentos registraron un aumento en las brechas, tanto en el puntaje global como en cada una de las cinco áreas en los dos años que lleva la pandemia (2019–2021). Los departamentos de Amazonas, Quindío y Bolívar son los que presentan las mayores diferencias en el desempeño entre estudiantes que asisten a colegios oficiales y privados.

Se destaca que en algunos departamentos se elevó más dicha brecha. Ello podría desencadenar también efectos negativos en cuanto a movilización social, la distribución de los ingresos y de oportunidades entre estudiantes del sector oficial y privado.

Adicional a la ampliación de brechas de desempeño entre los sectores educativos, también hay que resaltar otras consecuencias negativas como la afectación del desempeño futuro de los niños y niñas más pequeños que también dejaron de asistir de forma presencial a los jardines y Centros de Antención Integral a la Primera Infancia. Según estudios de la OCDE, aquellos estudiantes que han recibido educación inicial (que acudieron a jardines o preescolar, en donde estimulan habilidades socio afectivas, de lenguaje, cognitivas y no cognitivas) obtienen en promedio mayores puntajes en pruebas estandarizadas. 

No menos importante es el impacto en la salud mental y el bienestar de todos los estudiantes. El confinamiento e incertidumbre de la pandemia afectó a la sociedad en general, pero especialmente expuso a niños, niñas y adolescentes a entornos violentos, depresión y ansiedad, consumo de sustancias psicoactivas, trabajo infantil, delincuencia juvenil, reclutamiento de menores al conflicto armado, embarazo adolescente, entre otros riesgos.

Para dar algunos ejemplos, según las pruebas Saber 11, el número de estudiantes de grado 11 que reportaron estar trabajando en 2020 se incrementó un 15% frente a 2019, y en el 2021 se mantuvo. Esto se debe a que posiblemente los jóvenes tuvieron que trabajar para contribuir con los ingresos de sus familias afectadas por la pandemia, dedicando así menos tiempo a sus actividades académicas y aumentando el riesgo de desertar del sistema educativo.

Sobre el reclutamiento forzado de menores, la organización Coalico reportó que cerca de 190 niños, niñas y adolescentes ya habían sido víctimas de vinculación al conflicto armado durante el primer semestre del 2020. Es un hecho lamentable si se compara con las 38 víctimas de este flagelo, en el periodo del año 2019.

En cuanto a la salud mental, un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana evidenció que 68.1% de los jóvenes encuestados presentaron diferentes niveles de depresión y 53.3% reportaron sufrir ansiedad tras el confinamiento obligatorio por la pandemia. Ello puede ser explicado por la falta de rutinas adecuadas, de contacto e interacción con sus compañeros y de estimulación intelectual, así como la convivencia en hogares con condiciones poco favorables y entornos violentos.

El camino a seguir

La pandemia ha representado un gran desafío para el mundo y nuestro país, pero el sector educativo y nuestros niños, niñas y adolescentes son tal vez los más afectados y en los cuales se deben concentrar todos los esfuerzos posibles para ayudarles a recuperarse de los efectos negativos explicados. Ellos y ellas son los protagonistas de nuestro futuro y del desarrollo económico y social del país que soñamos.

Los más de 150 días de clase con los colegios cerrados, la imposibilidad de realizar actividades académicas presenciales y los cambios en los métodos de enseñanza “pasaron factura” en los resultados académicos. Según el Banco Mundial, en América Latina y el Caribe, se estiman pérdidas de hasta 49 puntos en los puntajes de la prueba PISA con respecto al periodo pre-pandemia. En el caso de Colombia, se estima que se perderían hasta 50 puntos.

Por ello se debe actuar con urgencia e implementar nivelaciones adaptadas a las necesidades principales de los alumnos. Diseñar un nuevo plan curricular para cada grado escolar que priorice áreas de enseñanza e incluya la recuperación de los aprendizajes. Al mismo tiempo, esta experiencia debe ser una oportunidad para mejorar la calidad educativa en múltiples dimensiones y para plantear innovaciones que saquen adelante a los estudiantes y también permita al sistema educativo estar pasos adelante de cualquier nueva contingencia que se presente.

También es clave capacitar a los docentes del sector oficial no solo en el uso de herramientas tecnológicas, sino en estrategias pedagógicas que les permitan incorporarlas eficazmente en sus prácticas educativas y enriquecer sus métodos de enseñanza. Dotar con equipos y conectividad a los estudiantes, docentes e instituciones educativas del país que no cuentan con ellos, de modo que les permita desarrollar de forma competitiva las habilidades digitales y la innovación.

De igual manera, se debe poner el foco especial en la salud mental, bienestar y desarrollo de habilidades socioemocionales de los estudiantes. Diversos estudios internacionales y académicos han demostrado que estos aspectos inciden notoriamente en el rendimiento académico de los estudiantes, además de que son esenciales para el desarrollo integral de los individuos y la sana convivencia de la comunidad.

Lamentablemente, según el Índice Welbin 2021 (encuesta del LEE y Escalando aplicado a 1373 colegios a nivel nacional), el 42% de los colegios oficiales y 61% de los rurales analizados no cuentan con profesionales para dar acompañamiento psicosocial. Sólo el 20% de los colegios prestan servicios para identificación, derivación y atención a problemas de salud mental.

La educación debe ser el centro y la prioridad de la sociedad. Si no actuamos con urgencia, los impactos de la pandemia afectarán por generaciones a nuestro país. Tanto el Gobierno como la sociedad en general tenemos la inmensa responsabilidad de poner de primeras a nuestro niños, niñas y jóvenes, pues son nuestro presente y futuro, y juntos podríamos llevar a Colombia a alcanzar el gran potencial que sabemos tiene.