Yadira Marcela Mesa
Líder de la estrategia Aprende en Casa

El hogar como ambiente de aprendizaje

Miradas a la educación

Según datos de la UNESCO, a mediados de mayo de 2020 más de 1.200 millones de estudiantes en todo el mundo habían dejado de tener clases presenciales. De ellos, más de 160 millones eran estudiantes de América Latina y el Caribe; en Bogotá 740 mil dejaron de asistir a la escuela pública, lo que impuso un reto mayúsculo: garantizar el derecho a la educación, aun en condiciones de no presencialidad. Los estudiantes estaban en casa y en ese escenario se debía actuar.

La emergencia sanitaria obligó entonces a responder con los recursos y apuestas en un escenario de incertidumbres, pero con la certeza de que “la educación debería continuar”. Como respuesta, la Secretaría de Educación del Distrito gestó la estrategia “Aprende en Casa”, con el objetivo de fortalecer el hogar como ambiente de aprendizaje; el hogar, reivindicando su acepción de “hoguera”, ingresó como actor fundamental a dar luz a la educación. Ante la crisis la escuela entró de manera decidida en los hogares y, pese a las circunstancias adversas y novedosas, se articuló con las familias en procura del desarrollo educativo de la niñez y juventud. Por ello, es necesario generar algunas reflexiones sobre esta realidad escolar, que sin lugar a duda ha propiciado nuevas acciones de toda la ciudadanía, ha reivindicado estrategias, otrora subvaloradas, y ha desvelado panoramas promisorios.

El sentido de la educación

La pandemia que nos confinó cambió nuestros hábitos y planteó desafíos que emergen y se magnifican cuando se evidencian grandes brechas sociales. La educación como proceso social por excelencia se materializa en la escuela, se conecta con la realidad y está siempre permeada por las circunstancias que la construyen o posibilitan. Un servicio público y un derecho fundamental que por efectos del confinamiento demandó mayores niveles de compromiso de toda la sociedad.

La educación como proceso colectivo tiene sentido en diferentes escenarios sociales, donde se reconocen actores vinculados a un propósito: la formación integral de los individuos. En este sentido, el aprendizaje, desde una perspectiva sociocultural, está permeado por el conjunto de interacciones y prácticas en un contexto determinado, en el que se reconoce que tal formación se realiza en la familia, la comunidad y en la escuela; en esta última, a diferencia de los otros escenarios, las prácticas e interacciones están intencionadas por educadores profesionales en relación con su saber pedagógico.

Por siglos hemos consignado en la escuela la responsabilidad de la formación de los ciudadanos, hemos identificado rasgos ideológicos que nos hablan de proyectos políticos y sociales, sean cuales fueren las circunstancias históricas. Desde que existe la escuela, estudiarla implica remitirnos al tiempo en el que tiene lugar el conjunto de prácticas que la posibilitan, evidenciándose en ella luchas, transformaciones y discursos políticos y sociales. La escuela signa las transformaciones de la sociedad a la que se debe, imprime en ella la huella de su apuesta colectiva que se ajusta a las necesidades del entorno.

La educación en casa

Los maestros no desparecieron. Se cerraron los edificios escolares, pero continuaron muchas prácticas, incluso, en algunos casos, el uso del uniforme para conectarse de manera virtual. En la familia se generan espacios para interrogar prácticas, ¿por qué usar uniforme en casa? ¿por qué tener un espacio propicio para aprender, cuando este es posible? ¿por qué tomar nota? ¿por qué se necesita la imagen del otro en la pantalla? ¿para qué socializamos? Y en este sentido, el hogar recupera su protagonismo de ser el espacio para promover el diálogo sobre lo que pasa afuera, pero de lo que también hace parte, de ahí que la conciencia sobre su incidencia en la sociedad procure la participación de todos los actores 

La escuela entra a los hogares por diferentes canales y recursos, con el protagonismo de la familia y los cuidadores a quienes también los desbordó la contingencia, pues no hubo opción de separar las actividades cotidianas de las escolares. Por muchas razones las familias (también los profesores), entendieron las tareas escolares como actividades para ellas o para fortalecer estrategias más sofisticadas de búsqueda en los medios digitales que estaban por fuera del alcance de la formación de los estudiantes. En medio de la crisis se hicieron evidentes las preguntas por los contenidos que son realmente importantes para aprender, así como el sentido que tiene la escuela y la corresponsabilidad de la familia para lograr una formación integral con base en un proyecto formativo, explícito y consensuado.

El hogar es un espacio para el reconocimiento de otras instancias de la realidad, significa también una oportunidad para que desde la escuela se identifique la educación en y para la diversidad, pues son diferentes los tipos de familia, las viviendas, los modos de vivir, las historias que las atraviesan, las relaciones intrafamiliares, los recursos con los que cuentan y lo que falta... en fin, es una oportunidad para que lo único que encuentren en común sea el uniforme y explorar lo que hay más allá de las pantallas.

En este sentido, la pregunta para la sociedad y la escuela es ¿cómo acompañar a la familia para potenciar aprendizajes, sin recurrir necesariamente a conocimientos académicos, pero sí desde entornos seguros, afectuosos, amorosos, en medio de la incertidumbre frente a la vida? No es una pregunta y una respuesta fácil, se puede afirmar que están en construcción. Sin embargo, mientras trascurre el tiempo los aprendizajes se construyen, probablemente no sean los del plan de estudios del colegio, pero las crisis, si son bien acompañadas, generan grandes acontecimientos que, en términos de Badiou, son rupturas que posibilitan la construcción de saberes.

La familia como primer escenario de formación y educación

Las primeras relaciones familiares están basadas en la afectividad y la respuesta a necesidades biológicas y hábitos básicos para el ejercicio en la vida social, como la alimentación, el lenguaje, el sueño, algunos códigos éticos y morales. La escuela, junto a la familia, es considerada como uno de los contextos más influyentes para la socialización del ser humano (Luengo, 2004).

Un individuo que nace en el seno de una familia, un hogar o una comunidad, inicia su viaje formativo por diferentes escenarios donde interactúa con otros y con saberes de acuerdo con cada etapa de su desarrollo. En este sentido, el niño o la niña crece a medida que la vida transcurre y que la sociedad brinda elementos para acompañarlos. Desde una perspectiva sociológica, la educación es uno de los dispositivos utilizados por la sociedad para introducir en el sujeto la conciencia colectiva, a partir de la socialización metódica de la nueva generación, y de esto hacen parte todos los agentes sociales (Durkheim).

La pregunta para la sociedad y la escuela es ¿cómo acompañar a la familia para potenciar aprendizajes, sin recurrir necesariamente a conocimientos académicos, pero sí desde entornos seguros, afectuosos, amorosos, en medio de la incertidumbre frente a la vida? No es una pregunta y una respuesta fácil, se puede afirmar que están en construcción. . 

En la familia no hay un plan de estudios con respecto a la formación, no hay estrategias didácticas como producto o resultado de un saber familiar, en contraste con el saber pedagógico del maestro sobre la formación, en el que incluso la comunidad se reconoce como un actor dentro de esta corresponsabilidad.

Todos participamos del acontecimiento escolar, pero los estudiantes habitan en sus casas, con múltiples y diversas posibilidades para crecer. Algunos hogares cuentan con ingresos, otros no, hay familias conformadas por varios núcleos familiares, algunas se extienden hasta el vecindario, otras tendrán que dejar sus hijos en casa y salir por la necesidad de obtener un ingreso, mientras otras tienen a su alcance los recursos para acceder a internet todo el tiempo que la escuela demande. En medio de todos estos fenómenos y circunstancias, buscamos cómo establecer una priorización en los aprendizajes, desde la pluralidad de condiciones.

Con la pandemia resulta evidente que el derecho a la educación no se reduce a la garantía de unos aprendizajes académicos, incluye también otro tipo de prácticas que tienen que ver con el desarrollo integral, la alimentación y el desarrollo del cuerpo, las cuales fueron opacadas por la inmediatez. 

Cuando la familia asume todas estas posibilidades de formación de los escolares, se evidencia que más allá de conectarse y permanecer frente a una pantalla, el vínculo afectivo es el acontecimiento más importante que puede generar la familia, considerada como un espacio de acogimiento, acompañamiento y formación, pero en la que también se evidencian situaciones críticas como la ausencia de algunos padres, madres o cuidadores que, ante la urgencia, deben trabajar fuera de casa.  

Estar confinados vulnera ciertas condiciones y aumenta la brecha en los acompañamientos. La escuela posibilita espacios estimulantes y enriquecedores de interacción y socialización entre pares, así como unas oportunidades de aprendizaje bien definidas en los documentos institucionales, los planes de estudio o de áreas.

La pandemia no se acaba, tampoco las estrategias, en este sentido, pensar el hogar como ambiente de aprendizajes es una ratificación que nos deja la crisis. Eso justamente la SED lo entendió muy bien, por eso lo ha ido solidificando en el marco de la estrategia Aprende en Casa, no para reemplazar la escuela sino para crear condiciones que hicieran posible que el aprendizaje se enriquezca en diferentes contextos y a partir de la sinergia de las mediaciones de los actores que intervienen  en todos los escenarios, en los que el niño, la niña, el adolescente y el joven interactúen en la realidad; ya lo decía Alejandro Álvarez (2021) “La modalidad de educación a distancia mediada por tecnologías telemáticas nunca podrá reemplazar la escuela, ella es y seguirá siendo el espacio ideal donde nuestros niños pueden aprehender el mundo de manera inteligente y procesar experiencias donde se aprende a vivir en comunidad”.

Esta crisis por COVID-19 nos planteó la posibilidad de tomar conciencia del poder transformador que tienen los primeros círculos de cuidado y protección, la familia en primer lugar por supuesto, considerando a la comunidad en un sistema de interacciones, corresponsabilidades e intenciones, que se suman y optimizan para lograr acuerdos y acciones comunes frente a la formación de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Aprende en Casa 2.0 es un escenario en el que las voces de los actores tienen cabida, los saberes se construyen a partir de diferentes estrategias centradas en los estudiantes y con el apoyo de toda la comunidad educativa. Lo anterior, implica flexibilizar currículos priorizando lo fundamental, reconociendo al otro desde la diferencia y la diversidad; posibilitando un reencuentro mediado por el diálogo en los diferentes ambientes, en correspondencia con los problemas de nuestra realidad. Finalmente, es necesario que como ciudad definamos y acordemos un proyecto educativo acorde con las demandas y competencias requeridas en la sociedad actual en tiempos de pandemia.