Alejandro Acosta Ayerbe
Economista, Sociólogo, Doctor en Educación. Fue director del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano, CINDE

Educación inicial, bases sólidas para la vida

Miradas a la educación

En Colombia ha crecido la comprensión de la importancia de la atención integral a la primera infancia como una de las bases indispensables para la promoción del desarrollo humano y la garantía de derechos para toda la población. Se aprobó una política pública de Estado y un marco legislativo, hay una arquitectura institucional, avances en la intersectorialidad, nuevos conocimientos. Se cuenta con un volumen creciente y calificado de talento humano, los lineamientos, modalidades, estándares, sistemas de información y evaluación se han mejorado notablemente.

Estos avances son innegables y condición indispensable para avanzar en los procesos de desarrollo humano y en la educación en el país, pero no son suficientes. Lo indispensable es que se complementen y corrijan y, sobretodo, que se concreten en las prácticas y las relaciones que se dan en lo local, en los espacios familiares, comunitarios e institucionales en los cuales tiene lugar la vida de las niñas y niños, sus familias y comunidades. Especialmente por las brechas que el país mantiene en la atención a la primera infancia, pese a los esfuerzos por reducirlas, y por las dificultades que se venían experimentando en los años previos al inicio de la pandemia del Covid19, la cual exacerbó los factores de crisis y agregó nuevas complejidades.

Bogotá ha contribuido en mucho a los desarrollos alcanzados por el país en los temas de educación, niñez y primera infancia. La nueva administración de Claudia López decidió conformar la Misión de Educadores y Sabiduría Ciudadana para poner en diálogo los avances de diferentes ciencias, que en parte había recogido la Misión Internacional de Sabios, con la experiencia y saber de los educadores de la ciudad y con las aspiraciones e inquietudes de la población, para lo cual se consultó a más de 800.000 personas y a los integrantes de la ruta de la participación existente en la ciudad.

Como se señala en la presentación del Informe de la Misión: “el conjunto de reflexiones y recomendaciones consignadas en el presente informe no solo son un derrotero para el futuro de la política pública de la ciudad sino un mandato para nosotros, los responsables de la educación en Bogotá hoy. Estas recomendaciones coinciden plenamente con nuestra visión de una Bogotá educada y con desarrollo humano pleno. “ [1]

La Misión se organizó en 6 grupos, el del Eje 1 se llamó: Educación Inicial: bases sólidas para la vida[2]. Analizó el desarrollo humano como un proceso individual y social, en el que interviene la genética, la biología, pero fundamentalmente la cultura. Que es históricamente contextuado y empieza en la primera infancia, pues cada niña y niño es un ser único, diverso e irrepetible. Son sujetos de derechos, de acuerdo con las características de su momento en el curso de vida, por lo cual la educación, la formación y el cuidado son vitales para su desarrollo integral. El que desde el inicio haya quienes respondan amorosa y oportunamente a sus necesidades, les permitirá desarrollar su seguridad, su capacidad de comunicarse, de construir afecto y amor. Las posibilidades de explorar, de preguntarse y preguntar, les permitirá al mismo tiempo irse entendiendo a sí mismo, a los otros y el entorno Con lo cual está sentando las bases de su vida, su ciudadanía y su trayectoria educativa.

Por tanto es indispensable promover la educación inicial con base en la solidaridad, la empatía y el trabajo en equipo, para fortalecer valores humanos y el pensamiento crítico, de manera que desde los primeros años se desarrollen como ciudadanas y  ciudadanos capaces de pensar en comunidad y, por ende, que aprendan a actuar en procura del bien particular y el bien común, al reconocer a los otros y al contexto en que actúan.

La Misión recogió el planteamiento acogido por la comunidad internacional en la Observación General No. 7 del Comité Internacional de Derechos del Niño en cuanto universalizar la educación inicial en el marco de la atención integral hasta los ocho años, definiéndolo como un propósito que debe ser garantizado para el año 2038. El logro de este objetivo tiene complejidades de todo tipo en su realización, pero es la base mínima para garantizar lo establecido en el Código de Infancia y Adolescencia en cuanto que la salud, la nutrición y la educación son derechos fundamentales, impostergables e irrenunciables, como desarrollo del principio constitucional del interés superior de las niñas y niños.

Avanzar implica fortalecer los esfuerzos para superar enfoques basados en la concepción de la situación irregular, de carácter conductista, biologicista o paternalista, para consolidar los nuevos aportes que se vienen haciendo desde perspectivas activas, ecológicas, socio-históricas, de la complejidad o decoloniales, entre otras.

El desarrollo integral de niñas y niños en su primera infancia es un asunto que no puede limitarse exclusivamente al ámbito privado de las familias, las cuales para ejercer su rol requieren de la corresponsabilidad de la sociedad civil y el Estado como garante principal de los derechos, razón por la cual se requiere que los países y los territorios cuenten con políticas públicas para su atención. Que para el caso de la educación implica que se reconozca que debe partir desde la primera infancia y de manera que no esté centrada solo en la prestación del servicio educativo, sino en las realizaciones que se logran en las niñas y niños.

Con estas bases generales el Grupo se enfocó en la calidad y su carácter polisémico, que implica asumirla  desde la pluralidad como condición para adaptarse y transformarse en función de los contextos y reconocimiento de las niñas y niños y de sus familias, para lo cual se requiere seguir priorizando el conocimiento, resignificar y renovar las prácticas pedagógicas, las relaciones e  interacciones y asegurar las condiciones y recursos que permitan promover, con una perspectiva de desarrollo humano y de derechos, el cuidado, la formación y el aprendizaje en la primera infancia. Garantizar la construcción de ambientes adecuados para que mediante el juego, la literatura, el arte y la exploración del medio construyan su identidad y su subjetividad, facilitando la comprensión de sí mismos, el relacionamiento con los otros y entender el entorno que les rodea.

La calidad implica reconocer que los aprendizajes en la educación inicial parten de las experiencias de las niñas y los niños, que son diversas por las culturas de las que provienen, los tipos de familia y sus condiciones, el género, la etnia, la ubicación, su nivel socioeconómico, si son víctimas o migrantes. En ese sentido, las prácticas pedagógicas deben articularse alrededor de las actuaciones primordiales, el juego, la literatura y la exploración del medio, estimulando y potenciando su participación.

Estos propósitos implican dar atención prioritaria al talento humano que se ocupa de la primera infancia, para  resignificar la valoración de los docentes a nivel social y en el propio sector educativo, para que se reconozca, como lo demuestran diversos estudios y resultados de unas pruebas, qué hay deficiencias en la formación en diversos aspectos, pero al mismo tiempo, que hay un saber y una experiencia en los educadores que deben ser mejor aprovechados en el diseño y operación de los programas.

Bogotá debe fortalecer el diálogo con las universidades y normales para mejorar la promoción de los programas de formación de docentes, para que los programas incorporen los resultados de conocimiento generados desde la práctica pedagógica, junto con los avances nacionales e internacionales del conocimiento, enriqueciendo también los posgrados y los programas de actualización y cualificación, de manera que tengan más impacto en favor del aprendizaje y socialización de niñas y niños. Lograrlo implica procesos de reflexión autocrítica de los docentes y actores del sistema educativo, consolidar procesos evaluativos que enriquezcan la cualificación de los docentes y eleven la calidad y la pertinencia del proceso pedagógico. Y garantizar la incorporación como docentes del talento humano necesario para atender la educación inicial en la ciudad.

Desde luego hay muchos más temas que se trabajaron en la Comisión,  como la articulación interna en la SED, de esta con las otras secretarías e instancias del Distrito que contribuyen a la atención integral; la relación con la oferta privada y la coordinación con los niveles nacionales, o la atención a las víctimas, la migración, el tema medio ambiental y las problemáticas acarreada por la pandemia, que de no ser adecuadamente atendidas acarrearán retrocesos enormes en los objetivos propuestos.

Dadas estas complejidades desde el punto de vista de la gestión se planteó la necesidad de consolidar la educación inicial como el primer ciclo de la educación en la ciudad y crear la dirección de educación inicial, de manera que exprese el sentido misional que el sector educativo  y la ciudad dan a la garantía de la educación inicial, superando su consideración solo como un programa de inversión.

La participación fue vital para la Misión la cual debe continuar en la construcción y desarrollo de la política de educación en la ciudad en los tres horizontes definidos para sus aportes.[3] Estas conversaciones técnicas y ciudadanas que generan confianza, permitirán consolidar la narrativa que recoja la memoria de la educación inicial en Bogotá, que defina su sentido ético, estético y político para contribuir a una ciudad garante del desarrollo humano, los derechos, incluyente y sostenible.

[1]  Alcaldía Mayor de Bogotá. Secretaria de Educación del Distrito. (2021). Informe de la Misión de Educadores y Sabiduría Ciudadana. Bogotá. D.C. Agosto. Pg. 8.

[2]  Lo conformaron Mónica Yasmín Cuineme, Beatriz Rodríguez, Martha Janeth Sanabria, Liliana Ortiz, Maritza Díaz, Graciela Fandiño, Claudia Vélez, Ana Brizet Ramírez, Yolanda Reyes (en la primera parte del trabajo) y Felipe Barrera. Félix Gómez, decano de la Facultad de Educación de la Universidad Javeriana, fue el relator especial. Alejandro Acosta fue el coordinador y se contó con un equipo de apoyo de la Universidad Javeriana.

[3] El corto plazo en el 2024 año en que termina la actual administración, 2030, el mediano plazo con los Objetivos del Desarrollo Sostenible y el largo plazo, el 2038, año en el cual Bogotá cumplirá 500 años y la generación que nació en el 2020, tendrá 18 años.