Jorge Raedó
Artista y profesor de arte y arquitectura para infancia y juventud. Doctorando en “Arte y Educación” por la Universitat de Girona. Nació en Zaragoza, España, en 1969. Vive en Bogotá desde 2015.

Colegios públicos de Bogotá. Todo es mejorable

Miradas a la educación

1. ¿Qué es un colegio?

Un colegio es la puerta de entrada de la infancia y la juventud en la sociedad. La infancia y la juventud tiene el derecho de recibir la mejor educación posible para 1) su bienestar presente, 2) darles las herramientas que les permitan avanzar en la vida con plenitud según su criterio, 3) lograr una sociedad que convive en paz, a la par que compite con eficiencia en el plano internacional.

Utilizo  las palabras “compite” y “eficiencia” a propósito. Aunque suenan a capitalismo salvaje donde todos nos destrozamos para lograr un bienestar personal excluyente, lo cierto es que Colombia necesita ciudadanos que sepan “hacer cosas” (dominar la ciencia, la tecnología, las humanidades, las artes, las finanzas, etc.) con criterio personal para el bien común, sin el cual no hay bien personal posible.

Por ejemplo, la calidad del espacio público de las ciudades y los pueblos es un bien común que si no beneficia a todos, perjudica a cada uno en particular. El sistema educativo también es un espacio público, con centros oficiales y centros privados. El sistema educativo colombiano ¿beneficia a todos y a cada uno de los ciudadanos, por ende, al conjunto de la sociedad? Algunos estudios, como La quinta puerta, editado por Juan Camilo Cárdenas, Leopoldo Fergusson y Mauricio García Villegas[1], dicen que la educación colombiana no ayuda a cerrar las brechas de desigualdad social, al contrario, las amplia. Es una realidad palpable.                                       

En cambio, cuando visito los colegios que ha diseñado y construido la Secretaría de Educación de Bogotá en los últimos veinticinco años, siento optimismo porque compruebo que la ciudad ha ampliado la cobertura y, sobre todo, ha velado por la calidad espacial con funciones pedagógicas. Cuando trabajamos con una visión clara del bien común a corto, medio y largo plazo, más allá del color político del gobernante del Palacio Liévano, alcanzamos las metas para beneficio de todos como sociedad.

Jardín Infantil Rodrigo Lara Bonilla

Jardín Infantil Rodrigo Lara Bonilla, Bogotá. Diseño de FP Arquitectura.
Fuente: Jorge Raedó. 
                                                                                            

2. ¿Cómo diseñar un buen colegio? La mano y el guante

La arquitectura, como todas las artes, es un lenguaje simbólico que nos sitúa en una identidad personal y colectiva. Los espacios provocan estados de ánimo: nos tranquilizan, inquietan, relajan, tensan, alegran, deprimen, motivan, lastran, impulsa, frenan, unen, separan, etc. La educación sucede siempre sobre olas de emoción que nos empujan a superarnos y alcanzar metas. Por eso la arquitectura que acoge la acción educativa tiene que ser 1) buena arquitectura que estimule emociones sanas, 2) diseñada en todas sus escalas para cumplir con su función pedagógica.

El sector educativo ha reflexionado mucho sobre cómo el orden del tiempo influye en la actividad escolar. En cambio, ha reflexionado menos sobre el orden del espacio y cómo influye en el devenir educativo. Sí, las maestras pueden hacer su trabajo debajo de un cobertizo, como una doctora puede curar a los pacientes en medio de un bombardeo. Pero cada actividad profesional requiere herramientas adecuadas para cumplir bien su misión. La arquitectura es la principal herramienta pedagógica de los maestros. ¿Cómo tiene que ser esa arquitectura? Depende de qué educación queremos. Yo imagino ambientes educativos que poseen recursos propios en varias escalas para facilitar metodologías activas y los tan distintos procesos de aprendizaje de los estudiantes. Imagino un colegio y un jardín infantil que nos orientan en el espacio -tanto al acercarnos al edificio desde la calle como dentro de él-, que nos cobija de la variada climatología bogotana: permite que a una hora estudiemos al aire libre, a la siguiente hora trabajemos en el laboratorio con las ventanas abiertas, y luego pintemos en un interior protegido porque fuera diluvia. La buena arquitectura educativa tiene espacios que nos concentran y aíslan, lugares que nos expanden y agrupan, ambientes que inspiran celebración, atmósferas que imponen la trascendencia de la educación, etc. No queremos salones tipo caja de zapato con estudiantes siempre en fila mirando al profesor, al tablero o a la pantalla. Queremos estudiantes autónomos que se mueven por los espacios del centro porque saben qué buscan, qué estudian, qué investigan.

Un centro escolar así está dotado de mobiliario espacial de media escala como biombos, cubículos, gradas móviles, estanterías, etc. que articulan los ambientes en función de las necesidades de los grupos sin molestarse entre ellos. También contiene mobiliario variado apilable para los cambios de ordenación del grupo en poco minutos. Las instalaciones eléctricas, los mecanismos de graduación de la iluminación natural y la artificial, la conectividad a internet en todas las zonas, ayudan a que el edificio completo sea una herramienta pedagógica eficaz. Las metodologías de educación activa exigen espacios “despiertos” que aprenden con el uso que los habitantes les damos. Hoy se habla de seamless-learning, o “aprendizaje sin costuras”: continuidad espacial y temporal en los procesos de aprendizaje (dentro y fuera del colegio), escasas divisiones que digan aquí se hace esto y allá aquello, ahora toca esto y luego lo otro. También se habla de mobile-learning, de blended-learning, etc. Parece que al sector educativo de muchos países le duela el cuerpo por estar sentado en una silla demasiadas horas ante el tablero o la pantalla.

Ahora veamos qué pasos necesitamos dar para diseñar buenos centros educativos. Primero necesitamos que el proyecto educativo institucional (PEI) del centro escolar sea claro y coherente. También es importante que esté consensuado entre los actores educativos implicados y con las familias de los estudiantes. Un buen PEI nace dentro de un proyecto educativo más general de ciudad y de país.[2]

El PEI es como una mano única, no hay dos manos iguales. Cuando la mano está clara, podemos diseñar el guante o hábitat escolar. Utilizo el término “hábitat escolar” y no “infraestructura escolar”, tal como sugiere el arquitecto Carlos Benavides en el libro Hábitat escolar, más allá de la infraestrura educativa. Evolución de la arquitectura escolar en Bogotá – Referencias nacionales e internacionales, publicado por la Alcaldía de Bogotá y Editorial Escala en 2007. El hábitat escolar incluye a la obra arquitectónica en todas sus escalas: implantación del edificio en el barrio, los espacios interiores y exteriores de la infraestructura, artefactos espaciales intermedios (cubículos, sistemas de biombos, etc.), mobiliario (sillas, mesas, estanterías, etc.). También  incluye todo aquello que produce el bienestar de la comunidad educativa: el valor simbólico que la infraestructura aporta, el sentido de pertenencia hacia el colegio, la relación social que el centro educativo establece con su entorno inmediato, la flexibilidad que favorece una variedad de metodologías pedagógicas, la calidad arquitectónica que propicia un clima escolar bueno para la educación.

EL PEI de un centro orientará al equipo de diseño. Los centros privados con un PEI muy definido pueden diseñar el edificio a su medida exacta. He visitado buenos ejemplos en Bogotá, como el nuevo colegio Rochester diseñado en un largo diálogo entre el equipo educativo y el equipo de diseño. O el Gimnasio Moderno, que transforma poco a poco sus espacios añejos, o crea nuevos edificios, con una sintonía entre sus objetivos pedagógicos y los diseños. Los centros educativos oficiales tienen una rotación alta de profesorado y directivos. Por eso es más complicado que sus PEI sean muy precisos, pero sí pueden ser claros y con ambición pedagógica para facilitar un diseño versátil.        

Colegio Calasanz Bogotá

Colegio Calasanz, Bogotá. Diseño de Alberto Ayerbe. Fuente: Jorge Raedó.                                        

El pedagogo Gert Biesta, tras revisar una amplia bibliografía sobre cómo diseñar espacios de aprendizaje, escribió el artículo ¿Creando espacios de aprendizaje o dando cabida a la educación? Nuevos parámetros para la arquitectura de la educación[3]. Biesta afirma que tenemos que diseñar espacios que “den cabida a la educación” y no meros “espacios de aprendizaje”. Por lo tanto, Biesta se pregunta qué es la educación, o planteado de otra manera, ¿para qué aprenden los estudiantes?  
 

  • Aprenden a adquirir habilidades y conocimientos. Ciencias, artes, humanidades, idiomas, deportes, horticultura, cocina, carpintería, etc. que exigen acciones concretas en entornos diseñados para esas funciones pedagógicas: talleres de física, biología, robótica, artes plásticas, artes escénicas, música, bibliotecas, cocinas, comedores, aulas para aprender idiomas, auditorios, oficinas, almacenes, tutorías, baños, vestíbulos, entradas de servicio, etc.
     
  • Aprenden a socializar. Asumir, entender y expresarnos en la cultura a la que pertenecemos, estudiar y respetar la cultura del “otro”. El encuentro casual, los espacios pequeños tranquilos, los espacios grandes como plazas, escaleras que son plateas-miradores, terrazas que son jardines, el comedor-cafetería como refugio de charla y descanso, bibliotecas para el estudio y la evasión.
     
  • Aprenden a construir su subjetividad. Formarse como personas a través de sus propios actos donde el deseo y la expresión personal se equilibran con el deseo y la expresión de los otros. Biesta defiende una educación “centrada en el mundo” para que los estudiantes se abran al entorno social y cultural, lo descubran, se integren en la sociedad a la vez que la transforman. El centro educativo será un espacio que se expande hacia al mundo y deja entrar el mundo en él.

El centro escolar está en un contexto social determinado, tiene que dialogar con el vecindario y abrirles sus espacios. Cuando el centro está bien diseñado 1) desde la primera gestión administrativo-política que lo vislumbra como una utopía deseable, 2) el proceso de diseño ha incluido la reflexión del equipo docente, las familias y los estudiantes, el vecindario, el equipo de diseño multidisciplinar, 3) la construcción ha respetado los diseños originales sin cambios injustificados[4], 4) conseguimos que el centro educativo sea un catalizador y un articulador de la vida del barrio.

El centro educativo contemporáneo puede reunir un cúmulo de actividades para la comunidad, abierto muchas horas del día: colegio, biblioteca, teatro, jardín, huerto, talleres de artes y tecnologías, escuela de idiomas, etc. Los espacios diseñados para la educación de la infancia y la juventud también pueden ser útiles para el resto de la  población cuando los pequeños estudiantes ya no están ahí.

estudiante Colegio Calasanz Bogotá

Colegio Calasanz, Bogotá. Diseño de Alberto Ayerbe. Fuente: Jorge Raedó.  

3. Reflexiones sobre colegios y jardines infantiles oficiales de Bogotá

He visitado colegios y jardines infantiles oficiales de Bogotá que confirman el buen trabajo hecho. Los arquitectos Alberto Ayerbe, Leonardo Álvarez, Iván Correa, Giancarlo Mazzanti, Iván Forgioni y José Puentes, entre otros muchos, diseñaron proyectos adaptados a las tendencias pedagógicas de su momento. Poco a poco, hemos pasado de salones de aula como cajas de zapatos cerradas a salones de aula abiertos, que se ven desde fuera, que se combinan con espacios adyacentes de descanso, o se abren a los salones vecinos mediante paneles o biombos móviles. Las zonas de circulación son también de encuentro, descanso o estudio. La imagen simbólica del colegio dentro del barrio se hace más amable y menos encerrada en sí misma.

Como todo es mejorable, señalaré “errores” por solventar:

  • Construir megacolegios con más de 1.500 estudiantes es un error educativo, y tal vez también de gestión urbana. Los megacolegios solucionan problemas de cobertura pero no de calidad porque generan problemas de convivencia, por ejemplo: el equipo docente no conoce a sus estudiantes en profundidad y es difícil controlar la conducta de tanta gente en edificios tan grandes. Me han dicho varias veces que Bogotá no construye colegios oficiales “de proximidad” con setecientos estudiantes o menos, como en Buenos Aires o Barcelona, porque no hay lotes disponibles. Si Bogotá puede expropiar decenas de lotes para construir el metro, ¿por qué no expropia lotes para construir colegios de proximidad? Seguramente los bogotanos tengamos que dar un paso más allá en nuestro compromiso con la educación.
     
  • Fomentar la cantidad y la calidad del diálogo entre los equipos educativos y los equipos de diseño dentro de Secretaría de Educación. ¿Cuántas horas de diálogo se hacen entre ambos equipos antes de diseñar cada colegio? ¿Cómo se involucran lo profesionales de la educación en el seguimiento de construcción, reforma, mantenimiento, etc. de los edificios escolares? ¿Cuántas evaluaciones sobre el hábitat escolar se hacen con los equipos educativos una vez inaugurados los centros? Me temo que todas las respuestas son “muy poco” o “nada”. Dialogar no es cuestión de dinero, sino de voluntad profesional y política. Como dice el arquitecto y educador Santiago Atrio en su libro Espacio educativo. Material didáctico catalizador del cambio educativo[5], si dedicamos cientos de horas al diseño de un nuevo colegio, por qué no dedicamos antes unas decenas de horas para hablar con los equipos docentes para entender su PEI y sus metodologías pedagógicas, explicarles ideas de diseño, mezclar puntos de vista donde todos aprendemos y el proyecto final sale beneficiado.
Colegio Las Américas

Colegio Las Américas IED, Bogotá. Diseño de Iván Correa. Fuente: Jorge Raedó.

  • Los espacios exteriores de las infraestructuras educativas oficiales bogotanas suelen tener patios con poca o ninguna naturaleza (plantas, tierra, pájaros, etc.). Al contrario, predomina el concreto en toda la superficie con la excusa de que el mantenimiento es más barato o porque tienen que ser canchas. Los patios de concreto suelen ser ocupados por los chicos y sus juegos, y las chicas quedan relegadas a los perímetros. Los patios naturalizados diseñados para diversas distracciones como charlar, leer, juego simbólico, juegos de persecución y escondite, etc. satisfacen a más estudiantes y crean un clima escolar más tranquilo. Bogotá es una ciudad densa cubierta de concreto: los colegios deberían ser oasis de naturaleza.
     
  • El profesorado no siempre saca el máximo partido de los espacios y del mobiliario de los colegios. Por ejemplo, los nuevos colegios cuentan con salones pensados para trabajar por proyectos, para juntar grupos de estudiantes y a sus profesores en codocencia, para dividir grupos en actividades distintas simultáneas, talleres o auditorios que posibilitan sesiones fuera del salón habitual, etc. ¿Se utilizan con esas posibilidades o se usan en clases magistrales con los estudiantes sentados en filas frente al profesor? La formación continua del profesorado es el escenario idóneo para que se ejerciten en nuevos usos del espacio educativo. La formación continua impacta más en la calidad docente y en el aprendizaje del estudiante que las maestrías y doctorados. Yo investigué años atrás cómo hacer formación continua en Bogotá, por ejemplo sobre arquitectura y educación, y entendí que hay poca oferta porque hay escaso aprecio institucional por ella.                                                                                              

Concluyo el artículo con mis mejores deseos para la educación bogotana, ciudad que disfruto y sufro como todos sus habitantes -unos más que otros-. Si nos ponemos de acuerdo en unas pocas cosas y las hacemos bien, por ejemplo, en tener buenos colegios de proximidad y menos megacolegios, la ciudad será más habitable y educadora. Gracias a la revista Escuela y Pedagogía por esta oportunidad.                                                                                              

Referencias

Atrio, S. (2022) Espacio educativo. Material didáctico catalizador del cambio educativo. Madrid: Editorial Aula Magna – McGraw-Hill.

Benavides, C. (2007) Hábitat escolar, más allá de la infraestructura educativa. Evolución de la arquitectura escolar en Bogotá – Referencias nacionales e internacionales. Bogotá: Alcaldía de Bogotá y Editorial Escala. 

Biesta, G. (2019) Creating spaces for learning or making room for education? New parameters for the architecture of education. En Ming Tse,H., Daniels,H., Stables, A., Cox, S. (eds.), Designing Buildings for the Future of Schooling (pág. 27-39) London: Routledge.

Cárdenas,J.C., Fergusson, L., García Villegas, M. (eds.) (2021) La quinta puerta. De cómo la educación en Colombia agudiza las desigualdades en lugar de remediarlas. Bogotá: Dejusticia y Planeta.     

[1] La quinta puerta. De cómo la educación en Colombia agudiza las desigualdades en lugar de remediarlas, editado por Juan Camilo Cárdenas, Leopoldo Fergusson y Mauricio García Villegas. Publicado por Dejusticia y Planeta, 2021.                        

[2] Como Colombia no tiene un currículum nacional es más difícil orientar el proyecto pedagógico de ciudad y de sus centros educativos. Colombia necesita un currículum nacional breve y flexible, que luego cada zona del país lo adaptará y ampliará a su realidad, y por último, cada centro lo ajustará a las necesidades de su comunidad educativa. He escuchado a buenos profesionales colombianos de la educación decir que Colombia es demasiado diversa para tener un currículum nacional, o que el país no tiene capacidad instalada para llevarlo a cabo. Los países anglosajones no suelen tener un currículum nacional, pero son sociedades con estructuras estatales más arraigadas que la colombiana que no dejan vacíos de sentido en su proyecto educativo nacional. Colombia necesita un currículum nacional para construir una comunidad política.

3 “Creating spaces for learning or making room for education? New parameters for the architecture of education” de Gert Biesta. En el libro Designing Buildings for the Future of Schooling, editado por Hau Ming Tse, Harry Daniels, Andrew Stables, Sarah Cox. Publicado por Routledge, 2019.

[4] He visitado colegios oficiales de Bogotá donde se han hecho bastantes cambios en su construcción respecto al diseño original. Cuando pregunto el porqué, la respuesta suele ser la misma: “para ahorrar costes”. A menudo, ahorrar costes en la construcción de un colegio hoy, supondrá más gastos en el futuro, además de afectar negativamente a la calidad educativa del espacio.

[5] Espacio educativo. Material didáctico catalizador del cambio educativo, de Santiago Atrio Cerezo. Publicado por Editorial Aula Magna – McGraw-Hill, 2022.