Cecilia Rincón Verdugo
Doctora en Educación de la UNAM de México, ex decana de la Facultad de Educación y Ciencia de la U. Distrital, Directora del IDEP

Atreverse a investigar e innovar en la escuela es empezar a transformarla

Miradas a la educación

El Premio a la Investigación e Innovación creado por el Acuerdo Distrital 273 del 2007, es un legado del Movimiento Pedagógico, es un hito de la ciudad que hizo eco de los postulados sobre el reconocimiento cultural e intelectual de los maestros y su aporte al campo educativo y pedagógico. Desde luego, como bien lo señala la misionalidad del IDEP, en nuestro corazón institucional está el apoyo a la investigación pedagógica que se desarrolla entre los maestros y maestras de la ciudad.

Son ya 16 años de existencia de este estímulo a la Investigación e Innovación. Bajo la administración del profesor Abel Rodríguez (2007) se hizo la primera entrega del premio a docentes y directivos docentes de los colegios oficiales de la ciudad. En la ceremonia realizada el 19 de noviembre del 2022, se premiaron diez ganadores en la modalidad de investigación y diez en la modalidad de innovación, proyectos y experiencias que dan cuenta de la riqueza pedagógica y la emergencia de estrategias creativas que renuevan prácticas y como docentes establecen un estilo de actuación profesional basado en la investigación pedagógica y su saber disciplinar para resolver un problema o generar un cambio.

Lo que salta a la vista es que un maestro una vez entrado en las geografías y en los mapas complejos de la investigación ya no vuelve a ser el mismo. Los maestros y maestras investigadores de sus prácticas, con frecuencia de lo primero que dan cuenta es del impacto trasformador que este proceso tiene en su perspectiva personal del mundo. Los maestros tienen roles profesionales profundamente multidimensionales que los involucran en sus distintas facetas humanas. En muchas profesiones estas dimensiones pueden mantenerse compartimentadas, pero en la vida y práctica del maestro están inextricablemente construidas e interactúan como un todo en sus escenarios. Por eso la investigación que el maestro hace en el aula de clase no es realizada en abstracto y descontextualizada, por el contrario, suele posicionarse como agente activo dentro de un proceso que lo involucra en múltiples aspectos vitales.

Tal vez esto explica, en buena parte, por qué esta investigación tiene tantos matices y procesos, y por qué sus singularidades son constitutivas de los objetos que indagan. Su investigación suele no ser convencional por múltiples razones, pero en particular porque está ligada a sus procesos de vida, a la vez que a sus contextos de problemas y sus necesidades pedagógicas y profesionales. Es usual que en sus investigaciones encontremos las huellas de sus recorridos en el ejercicio de su rol. Como una maestra participante del premio, por ejemplo, que inicia preguntándose por cómo mejorar el aprendizaje de una segunda lengua y termina construyendo una alternativa comunitaria que beneficia, a gran escala, a un número amplio de personas; o el profesor que comienza preocupándose en una de sus clase por la crisis ambiental y termina desarrollando una gran iniciativa de múltiples niveles, trabajando con sus estudiantes en un amplio espectro de escenarios en comunidades sociales.

La investigación del maestro es una búsqueda de conocimiento trasformador, porque su vida está ligada a ejercicios intensamente implicadores. Una vez el maestro logra construir una buena ruta de investigación (y en eso los acompañamientos institucionales son estratégicos) su vida se transforma, y su contexto, ya sea en pequeña o en gran escala, abre posibilidades de renovación.

Es un tipo de investigación que redescubre el sentido del conocimiento en el mundo: ¿para qué sabemos si no es para transformar? De allí que muchos ejercicios investigativos tienen diversas formas, geografías y recorridos que toca indagar con instrumentos de orientación flexibles, a veces atípicos en la investigación social.

No son recorridos fáciles, ni sencillos los que hacen los maestros en la investigación. Incluso sus objetivos se transforman, al igual que sus búsquedas. Es una investigación cambiante porque el recorrido que hace un maestro que investiga está atravesado por ese poder inmenso que la curiosidad tiene. La curiosidad nos envía en muchas direcciones, y como diría Philip Ball (2013) a los humanos todo nos interesa, toda cosa y experiencia es potencialmente un objeto de curiosidad.

Un maestro que investiga tiene una impronta que lo hace diferente, en mayor o menor medida, porque su ejercicio parte de su inconformidad, de la conciencia que emerge y le indica que hay algo más que lo que ve y comprende, que quizás puede hacerlo, pensarlo y actuarlo de otra manera. Un maestro que investiga tiene el potencial de trasformar su espacio, de ser otro muy diferente con los niños, niñas y jóvenes con los que trabaja. Un maestro que investiga no lo hace solo por saber (lo cual en sí mismo sería muy poderoso), lo hace por transformar. Es lo más usual y lo que da un sentido último a su aventura. Bien podría afirmarse que atreverse a investigar e innovar en la escuela es empezar a transformarla.

Por supuesto no todos los que pretenden hacerlo lo logran. Perderse en el mar de un espíritu investigador curioso es más usual de lo que pensamos (y también puede implicar beneficios). Pero como lo señaló Jesús Martín Barbero (1984), un gran maestro latinoamericano de la investigación social, “nos podemos dar el placer de perder el objeto para ganar el proceso”. Es justamente reconocer lo que hay de proceso en la práctica de investigar, lo que más relieve le da a su ejercicio. Un maestro que investiga está movido por una curiosidad, por una pregunta que le desacomoda su ejercicio, por una suposición que la investigación cognitiva ha encontrado de enorme poder, y que se refiere al pensamiento hipotético que se pregunta ¿Qué pasaría si esto fuera de otra manera? Así que el profesor que investiga su práctica sabe que no ve todo lo que hay detrás de ella. ¿Qué pasaría si lo que hace tuviera otra razón, otra explicación posible, otra manera de ser? La investigación como proceso de enseñanza y aprendizaje, nos obliga a pensar la realidad como texto múltiple que puede estar escrito y ser leído de muchas maneras.

Tener un profesor en estado de curiosidad, de insatisfacción con lo que sabe, con lo que hace, consigo mismo, es estar en estado de investigación, en estado de necesidad de saber. La investigación en la práctica es algo que desacomoda la identidad del sujeto, porque la práctica del maestro no le es exógena, no puede suponer que se distancia y objetiva como usualmente hacen muchos investigadores sociales que hacen investigación en “horario”, para puntuar en rankings (lo cual es legítimo y válido, pero problematizable), para acumular estatus en los sistemas de investigación, sino que con frecuencia se desarrolla como un quehacer indisolublemente ligado a construir una práctica distinta, mejor o no, pero diferente.

Por ello la investigación en la práctica pedagógica moviliza al hacer y es potencial de trasformación, y muchas veces fuente de innovación, de esas rupturas de moldes que les dan vida a trasformaciones pedagógica de distinto tamaño e impactos, como los que hemos podido ver entre los maestros y maestras seleccionados para el Premio a la Investigación e Innovación 2022.

Los humanos construimos el conocimiento de múltiples maneras, nos representamos el mundo con narrativas, imaginarios y prácticas. Lo que llamamos disciplinas, conocimientos y saberes tienen estrategias de validación que, aun en disputas permanentes por legitimidad, tienen características particulares. En el caso de la investigación la validación se encuentra, aunque no exclusivamente, en lo que esta significa como fuente transformación de las practicas. De allí que cuando los maestros investigan usualmente construyen experiencias donde emergen trasformaciones que podemos identificar como innovación. Por supuesto, como maestros podemos investigar sin trasformar, solo para verificar y confirmar nuestras propias creencias y sesgos, lo que usualmente puede ocurrir en la investigación social, pero también, con más frecuencia, emerge la investigación para transformar, para tener, como expresara Francesco Tonucci, un conocimiento auténtico, o mejor, en sus palabras: “todo auténtico conocimiento nace de una investigación” (1999).

En el mundo toman fuerza, cada vez más, paradigmas que asumen los procesos de investigación como base para fundamentar las prácticas pedagógicas (Gairín y Ion, 2021). Ello se traduce en un conjunto de dinámicas heterogéneas que hoy atraviesan los sistemas educativos, las políticas públicas, y, de manera central, la práctica cotidiana de maestros y maestras en diferentes regiones del mundo y que ponen al centro la investigación, las evidencias y los modelos basados en conocimiento investigativo.

La reflexión sobre qué es la investigación pedagógica, cuál es su valor, su sentido e impacto usualmente está atravesada por diversas tensiones que son parte de la naturaleza misma de la investigación social, sujeta siempre al escrutinio crítico sobre los sujetos, los procesos y los objetivos que persigue. En otras disciplinas y campos de conocimiento se encuentra legitimada ampliamente la necesidad y sentido que tienen sus actores de ligar en su quehacer investigación con práctica. En educación es cada vez más frecuente basar las practicas pedagógicas en investigación, exploración de conocimiento, formación en investigación y uso de evidencias sistemáticas para fundamentar diseños.

Ahora bien, en nuestro país los agenciamientos institucionales que existen para apalancar y apoyar los procesos investigativos en los escenarios mismos de las prácticas pedagógicas no son muy amplios.  Si bien la investigación pedagógica es prolija en centros de investigación y universidades, esta no necesariamente está ligada al quehacer cotidiano del docente. Sin embargo, existe una figura muy particular, llena de matices y procesos diversos, que es la investigación en el aula que el propio docente realiza, orientado en su práctica, centrado en ella, en darle sentido a su quehacer y su propio rol como educador. Este es justo el campo en el que se mueven instituciones como el Instituto de Investigación y Desarrollo Pedagógico, IDEP, en Bogotá.

La investigación sobre lo que hace la investigación social, en particular en las ciencias sociales y la educación, ha sido clara en algo que se ha vuelto evidente: no hay una sola manera de construir conocimiento, ni un método y estrategia única. Al contrario, en un mundo globalizado e hipercomunicado, que experimenta nuevos circuitos de interacción entre redes humanas, imaginarios sociales y personas en múltiples roles de conocimiento, hay muchas nuevas fuentes de inspiración y modelos a seguir, distintas formas de transitar la investigación, de construir y desarrollar rutas y objetos propios.  Las dinámicas de búsqueda son visibles en la investigación que hace el maestro, sus exploraciones dan cuenta de multiplicidad de formas, métodos y objetos, pero aún en su amplia diáspora se pueden observar varias características centrales. Un inventario general de cómo, para qué y sobre qué se investiga en la práctica pedagógica excedería la extensión de este artículo, pero, hemos acotado esta reflexión a algunas características, entre muchas otras, que encontramos entre los maestros reconocidos en la última versión del Premio a la investigación e Innovación IDEP-SED 2022.

Nunca como antes la investigación y la innovación educativa habían tenido un propósito tan claro como el de comprometerse con la transformación pedagógica de la escuela para enriquecer el oficio de la enseñanza y hacer del aprendizaje de los estudiantes un acto de creación y amor por el conocimiento.

Si analizamos la evidencia de los procesos y productos que los ganadores del Premio 2022 presentaron nos queda sin dudarlo una imagen clara. Maestros, maestras y directivos docentes nos están mostrando que la enseñanza es un ejercicio de autonomía, un ejercicio que engrandece al educador que lo practica y que hace suyo el principio kantiano de la mayoría de edad, “Pensar por sí mismo”. Transitar este camino es comprometerse con el gran propósito de la escuela “Enseñar a pensar” y para ello debe amar y practicar lo que hace, como lo propuso Estanislao Zuleta en su recordado texto “La educación un campo de combate” (1995).

Observamos que las innovaciones y las investigaciones pedagógicas florecen de muchas maneras, en solitario o en equipo, queremos insistir para futuros proyectos en la importancia de la conformación de grupos de investigación, del trabajo colaborativo. El maestro que investiga e innova en solitario, no puede seguir siendo un “espécimen raro” ante los ojos de sus colegas. La investigación en equipo ayuda a sumar inteligencias, a sumar perspectivas y a construir el diálogo de saberes, hoy indispensable para comprender y resolver las problemáticas de la educación del Siglo XXI.

Referencias

Ball, P. 2013. Curiosidad: Por qué todo nos interesa. Madrid: Edit. Turner

Gairín, J. y Ion, G. (Eds.) 2021. Prácticas educativas basadas en evidencias. Reflexiones, estrategias y buenas prácticas. Madrid: Narcea Ediciones.

Martín Barbero, J. Signo y Pensamiento en el año 1984 (Vol. III, Número 5). Bogotá: Editorial. Universidad Javeriana.

Tonucci, F. 1999. La investigación como alternativa a la enseñanza. ¿Enseñar o aprender? Caracas: Editorial Laboratorio Educativo.

Zuleta, E. 1995. Educación y Democracia: un campo de combate. Bogotá: Corporación Tercer Milenio y Fundación Estanislao Zuleta.