Fredy René Aguilar Calderón
Comunicador Social - asesor Subsecretaría de Calidad y Pertinencia

Un millón de amigos de la educación

Crónicas pedagógicas

En la actualidad, cada vez que se aborda el tema de la educación, es común desplegar los conceptos: transformación, flexibilización, rediseño curricular, brechas y competencias. Todos ellos nos aproximan a lo que ha sido, lo que es y lo que queremos hacer con la educación de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes (NNAJ).

Pensar en la educación es tratar de abarcar uno de los aspectos más neurálgicos en lo que respecta a la consolidación de la urdimbre social, por la connotación real que encierra dentro del robustecimiento de los cimientos que dan pie a las sociedades y permiten su real desarrollo. Titánica labor.

Bien sabemos que, desde hace mucho, la educación sobrepasó con creces la romántica, pero arcaica enseñanza de las asignaturas básicas. Hoy, es claro que la formación de los NNAJ debe estar apuntando al siglo XXI, específicamente a las competencias requeridas para afrontarlo.

La programación informática, el manejo de varios idiomas y la inteligencia emocional, por mencionar algunas, son las herramientas mínimas que necesita un estudiante para asumir y poder desempeñarse aceptablemente mañana, en ese futuro que ya llegó.

En la era de las telecomunicaciones, jamás habían cobrado tanta vigencia las competencias tecnológicas como desde hace dos años con la crisis mundial de salubridad. Serán recordados los abismales saltos que la pandemia obligó a dar en todos los órdenes de la sociedad.

Los estudiantes que hoy se están formando deberán contar con esas competencias para reinventarse constantemente a lo largo de su vida, para asumir no solo con estoicismo sino con idoneidad los múltiples trabajos que tendrán, en disciplinas que quizá aún no existen.

En otras palabras: en el mundo del siglo XXI no es prolífico quedarse petrificado con lo aprendido o lo estudiado, pues este ya se presenta como un escenario cambiante, fluctuante, en incesante movimiento. Es un mundo diseñado para ciudadanos globales. Nunca habíamos tenido tan cerca, para observarla en primer plano y entenderla por fin, a la Aldea Global de la que nos habló McLuhan, hoy todo está a la vuelta de un parpadeo, a un clic de distancia.

Sabia misión

En el marco de la construcción del nuevo contrato social, ambiental e intergeneracional, que permitirá transformar la ciudad que hoy conocemos por una más igualitaria, transparente y sostenible, es absolutamente necesario un viraje cultural, en el que la educación y la cultura ciudadana sean los principales motores del cambio que nos llevará a hacer frente, de manera competitiva y con altura, a las exigencias de los tiempos modernos.

Por ello, desde 2020, el actual Gobierno distrital se puso la meta de asegurar la calidad y el acceso a la educación desde la primera infancia y hasta la educación superior, justamente previendo y teniendo claro que debe ser una educación que responda al contexto del siglo XXI.

Es claro que para lograrlo la educación debe convertirse en el pilar fundamental de la ciudadanía: la educación en primer lugar de la agenda pública. Para cristalizar esta tarea se quiso contar con la participación directa de los docentes y la ciudadanía; escucharlos y reivindicar la sabiduría de todas las personas que hacen parte de la comunidad educativa de la ciudad; incluir sus voces a la hora de decidir el futuro de la educación. Fue así como nació la Misión de Educadores y Sabiduría Ciudadana.

Este espacio fue diseñado por la Secretaría de Educación del Distrito (SED) para definir la política pública de educación del distrito capital en el corto mediano y largo plazo. Una política que le permita a la nueva generación de bogotanos ser felices, buenos humanos y responder a los desafíos productivos, ambientales, sociales y del autocuidado de la ciudad y la región.

La Misión, a través de la consulta ciudadana Un millón de ideas por la educación de Bogotá pretendió recoger todas las opiniones e ideas entorno a la educación, pero también identificar las ilusiones en cuanto a la ciudad que se quiere construir. Así pues, esta sería la carta de navegación hacia 2024, año en que termina el plan distrital de desarrollo de la actual administración; pero también hacia 2030, plazo para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible; y por supuesto, hacia 2038, fecha en la que Bogotá cumplirá 500 años.

Los estudiantes, sus familias, los docentes, los expertos en educación y en general la comunidad educativa, fueron los llamados a aportar para transformar los hábitos de vida, para construir una manera de vivir más empática, colectiva, solidaria e igualitaria.   

Por primera vez en la historia de Colombia, una Misión sobre educación se construyó de la mano de los docentes de los colegios oficiales y privados de la ciudad. Esta iniciativa abrió un espacio de participación para los maestros y los invitó a un gran ejercicio deliberativo y participativo para construir colectivamente, con sus ideas, la política pública de la ciudad. Su participación fue fundamental, pues enriquecieron el análisis, aportando su valiosa experiencia en el sector en el que día a día enseñan, investigan, publican y, sobre todo, donde experimentan el arte de enseñar, conviviendo con los estudiantes y sus familias.

Desde su creación, ha sido un proyecto de vital importancia para la ciudad y por ende para el país, pues, entre otros propósitos, se quiere que para el año 2038, la generación que nació en 2020 disfrute de una oferta educativa transformada y pueda ejercer su ciudadanía en una Bogotá igualitaria, consciente y sostenible.

Fue así como, durante más de un año, la Misión reunió las voces y el querer de un millón de niños, niñas, jóvenes, padres y madres de familia, docentes, investigadores, especialistas en educación y en general de toda la ciudadanía de Bogotá, quienes expresaron sus expectativas sobre la educación que merecen y necesitan tener.

Este suigéneris ejercicio, fundamentó su estructura y funcionamiento en seis ejes, a saber: Educación inicial; Formación integral; Transformación pedagógica; Jóvenes y adultos con capacidades; Educación para todos y todas; y Financiación y gestión.

Un millón de voluntades

“La iniciativa ‘un millón de firmas’ genera un ambiente incluyente y democrático, en donde cualquier estudiante puede dar su opinión y ser escuchado, en donde cada opinión es tenida en cuenta a la hora de tomar decisiones, y en donde se nos enseña que el diálogo siempre va a ser la alternativa más importante a la hora de trabajar por el bien común”.

Juan Pablo Castellanos Moreno, estudiante, 16 años.

Dentro de los propósitos de la Misión se estableció recoger la voz de la ciudadanía con el fin de visibilizar tanto sus problemáticas como las recomendaciones para fortalecer la educación de Bogotá. Para ello, se implementó la consulta Un millón de ideas por la educación de Bogotá.

Dicha consulta se constituyó en la movilización ciudadana reciente más importante alrededor de la educación de la ciudad y del país. Cientos de miles de personas tuvieron la oportunidad de expresarse y manifestar sus deseos para la educación de los NNAJ de la ciudad.

Esta iniciativa dejó un insumo fundamental para el trabajo de la Misión, específicamente, para identificar las necesidades de corto, mediano y largo plazo que fueron propuestas por la ciudadanía, lo cual ha permitido establecer las bases para proponer una política educativa que plasme la educación que la ciudad quiere.

El diseño e implementación de la consulta estuvo a cargo de la Universidad Nacional, institución que trabajó de la mano con la Misión en la planeación, operación y análisis de la información. Al respecto, Fredy Olarte, investigador que dirigió la estrategia al interior de dicha universidad, explica la manera en que se dio ese proceso:

“La participación ciudadana para la construcción del plan 2038 fue posible gracias a la integración de estrategias comunicativas y tecnología, en especial herramientas de inteligencia artificial. El reto de incluir las voces de alrededor de un millón de personas se abordó a través de dos tipos de preguntas: cerradas, que se debían priorizar, y abiertas, en las se podían expresar libremente las ideas y expectativas de la educación a futuro. Si bien las primeras nos dieron información muy valiosa, eran las segundas las que contenían la mayor riqueza en propuestas, pero también, las más complejas de analizar.

La base de datos se componía de cientos de miles de textos que serían imposibles de organizar y agrupar de forma manual, por lo que utilizamos algoritmos de procesamiento de lenguaje natural que permitieron obtener una base de conocimiento generada completamente por la ciudadanía en Bogotá. Con este enfoque, el equipo de expertos que formularon el plan pudo ampliar significativamente su visión sobre las expectativas, problemáticas y prioridades de la educación en la siguiente década y sugerir una mucho mejor hoja de ruta para alcanzar una ciudad más equitativa”.

La consulta se implementó a través de la plataforma virtual https://unmillondeideas.edu.co Entre octubre de 2020 y junio de 2021, la SED promovió esta participación por diferentes canales de comunicación virtual. Además, el equipo de la Misión hizo presencia en las instituciones educativas del distrito para estimular la participación de estudiantes, docentes, padres, madres y cuidadores de los niños y niñas, adscritos al sistema educativo público.

Así mismo, la consulta brindó la oportunidad de conocer las expectativas y percepciones de la ciudadanía bogotana. Fue la oportunidad para escuchar propuestas e identificar obstáculos que impiden que la educación se desarrolle plenamente. Además, permitió recoger la diversidad de una sociedad y reconocer las necesidades y condiciones de los diferentes contextos de la ciudad, insumos fundamentales para que a partir de ahí la Misión de Educadores y Sabios comenzara a formular ideas que contribuyeran a la consolidación de la política pública de Bogotá.

“Exalto estos mecanismos de participación ciudadana, que se convierten en los medios a través de los cuales ejercemos nuestro derecho fundamental a participar democráticamente y a intervenir activamente en este importante ejercicio social, contribuyendo en el planteamiento y conformación de esas tareas individuales y aprendizajes colectivos, que sumados, nos permiten convertir nuestros sueños comunes, en realidades concretas”, dijo sobre la consulta, Joham Becerra, gestor Territorial de la localidad San Cristóbal.

Este mecanismo de participación contó con la participación de 746.688 personas. El 13,64% fueron estudiantes, 84,15% padres, madres y cuidadores, 1,43% docentes, 0,11% directivos docentes, 0,12% administrativos del sector educativo, 0,03% expertos educativos y 0,51% del sector productivo. Pese a que la mayor participación fue la de padres y madres de familia, los números absolutos de participantes en las otras categorías nos permiten sacar conclusiones muy importantes de este ejercicio. Por otra parte, el 50,70% fueron mujeres, el 49,05% hombres, un 0,18% se identificó como “otro”, y el 0,06% prefirieron no decir su sexo. Las 20 localidades participaron, la mayor participación se obtuvo en las localidades Kennedy (14,54%), Bosa (13,77%) y Ciudad Bolívar (12,05%), y la menor participación en las localidades Chapinero (0,35%), Candelaria (0,32%) y Sumapaz (0,01%).

Los participantes en la consulta evidenciaron el interés de la ciudadanía por compartir sus expectativas, mostrando que un aspecto central para la educación del futuro es que sea asequible, equitativa, inclusiva y de calidad en todos los niveles, pero en particular en la educación superior.

 Así mismo, consideraron que el acceso a la educación debe garantizar igualdad de condiciones y una mayor cobertura, garantizando que haya mayores y mejores políticas y estrategias diferenciadas para el ingreso a la educación superior a través de becas, estímulos y programas; este último tema que resulta fundamental para los estudiantes, quienes creen que las carreras universitarias son de difícil acceso y poco rentables.

Así mismo, quedó claro que la educación del futuro debe ser inclusiva, teniendo presente las necesidades particulares de los estudiantes, por lo que se deben crear programas diferenciados para atender a poblaciones con condiciones específicas de acceso. Al respecto, Edna Acuña, docente que participó en las mesas de discusión de la Misión y además apoyó la ruta de participación en los diálogos en torno al eje de educación rural, comparte su apreciación:

“El objetivo, en adelante, es garantizar que el esfuerzo participativo se posicione como política de Estado y en seguir manteniendo abiertos canales permanentes de participación y diálogo ampliados, en los cuales la ciudadanía encuentre la posibilidad de ser incidente en la formulación, implementación, control y evaluación de la política pública educativa (urbana-rural), imprimiéndole la pertinencia y el enfoque que requieren los territorios para su desarrollo sostenible, más allá de la agenda 2030”.

Aun cuando todos los actores tuvieron ideas sobre cómo aportar a la calidad de la educación, fue el sector productivo y los directivos quienes propusieron hacerlo mediante la formulación de proyectos con organizaciones sociales o empresariales para articular los conocimientos con las necesidades del entorno.

Otros hallazgos demostraron que hay obstáculos que impiden que el sector educativo se desarrolle plenamente. La falta de recursos económicos de las personas y sus familias, de oportunidades y cupos de acceso a la educación superior, fueron las condiciones que más se identificaron entre los actores. Así mismo, se resaltó la falta de recursos materiales para la educación como dispositivos tecnológicos, conexión a internet y material didáctico.

Justamente, sobre los factores económicos que garanticen la permanencia en el tiempo de esta política pública de educación, Luis Piñeros, experto en educación, y quien participó y apoyó el eje de financiamiento y gestión, puntualiza lo siguiente:

“En un intento por convertirse en un pacto social por la educación, que convoque a las administraciones venideras, los resultados de la Misión serán plasmados en un documento Conpes. Todo lo anterior permite ver el horizonte de la educación y del sistema educativo del Distrito Capital, con mayor claridad y optimismo, si bien somos conscientes de que la situación actual representa grandes retos a superar”.

Se destaca, además, que los actores estuvieron interesados en mejorar las condiciones de las instituciones educativas. Esto tiene mayor importancia para estudiantes y docentes, quienes consideraron que se necesitan cambios en la infraestructura (física y tecnológica, mejores salones, instalaciones, zonas verdes y mayor acceso a internet y equipos tecnológicos); en las metodologías de enseñanza-aprendizaje (más didácticas, acordes al contexto y los gustos e intereses de los estudiantes, con el apoyo de la tecnología y con diferentes métodos de evaluación); y en la disminución de la cantidad de estudiantes por salón (el 40% de las participaciones de los docentes, en cuanto a expectativas, se agrupó en esta temática).

Otro hallazgo relevante estuvo relacionado con que padres, madres y cuidadores, docentes, directivos y administrativos reconocen la importancia de articular mejor la interacción entre todos los mencionados, para fortalecer el proceso educativo.

Se evidenciaron algunas actividades y estrategias que los padres, madres y cuidadores consideran pueden promover la articulación, se destacó que ellos prefieren que en las reuniones de padres de familia se aprenda sobre actividades que promuevan el desarrollo físico, cognitivo y emocional de los estudiantes, así como hablar de técnicas y buenas prácticas de salud emocional.

De la misma manera, se reconoció la importancia de la articulación de la educación con el sector productivo, identificando beneficios relacionados con la obtención de conocimientos y habilidades de empleo, el fortalecimiento de los procesos de investigación y la generación de oportunidades para prácticas y empleos con el fin de adquirir experiencia laboral.

La mayor parte de los actores coincidieron en la importancia de construir habilidades, competencias y conocimientos durante los procesos educativos que permitan estar más preparados para la vida cotidiana. En particular, en habilidades relacionadas con la vida laboral, las finanzas, los valores y el aprendizaje de una segunda lengua.

Y así sucesivamente podríamos seguir enunciando la diversidad de hallazgos, las sesudas propuestas e ideas prometedoras que afloraron del abono de ese encuentro de voluntades, de esa reunión de intelectos, de esa unión de almas entorno a lo que ya ha comenzado a ser la educación en la Bogotá del siglo XXI.

La consulta ciudadana del millón de firmas es quizá el plan más ambicioso y aterrizado que se ha encausado en Colombia, toda vez que no solo versó sobre aspectos tan coyunturales y decisivos de la educación y su anhelada, pero hasta ahora esquiva, transformación, sino porque dentro de sus huestes tuvo a representantes de la comunidad educativa, y de la sociedad misma.

“Es muy interesante observar cómo los estudiantes participan de manera activa y se interesan por la comunidad y los problemas que esta tiene, cómo se construyen soluciones desde el punto de vista de todos y cómo cada opinión es valorada y no es tomada a la ligera, eso nos enseña que el cambio empieza por nosotros mismos, la tolerancia y el sentido de pertenencia son valores fundamentales que siempre priman en estos espacios, por lo tanto, es crucial que sigan siendo desarrollados. Por todo lo anterior, “el objetivo de ‘Un millón de firmas’ fue un proceso significativo que marcó un cambio en la perspectiva de la comunidad educativa”, concluye Juan Pablo Castellanos Moreno, estudiante de décimo grado de la Institución Educativa Distrital Compartir, Suba.

Sin temor a equivocación alguna, se puede decir que este fue un ejercicio realmente democrático, sin precedente, en el que todos tuvieron voz y en el cual se profundizó en uno de los aspectos más nobles y determinantes que sostienen y direccionan el mundo: la educación.