Deidamia García Quintero
Subsecretaria de Integración Interinstitucional de la Secretaría de Educación del Distrito

La orientación escolar, retos en primera persona

Miradas a la educación

Un mundo en constante cambio social, cultural y económico, el cual nos muestra tanto la fuerza creativa de la humanidad, como su enorme fragilidad, requiere de una educación que promueva y acompañe ese cambio, al igual que el surgimiento de miradas amplias, flexibles, entendiéndolas en plural y sintonizada con una sociedad del conocimiento cada vez más necesaria, una sociedad también de los vínculos. 

La formación de pregrado de muchos de nosotros y en el caso de la psicopedagogía, estuvo en gran parte centrada en conocer aspectos básicos de la psicología del desarrollo, herramientas para la identificación, diagnóstico y acompañamiento de estudiantes con necesidades educativas especiales y en las cualidades de procesos de orientación vocacional, a través del uso de herramientas tipo test para la identificación de habilidades y objetivos vocacionales. 

En ese entonces, casi que en un acto de rebeldía y en razón de mis propias búsquedas, me interesé en la comprensión de la política nacional de educación sexual y en la relación entre los procesos pedagógicos, la acción política y las emociones. Esas búsquedas, me permitieron encontrarme con Humberto Maturana, Paulo Freile y Estanislao Zuleta, al tiempo que identificarme con Virginia Wolf y Judith Butler. Había comenzado, desde entonces, una tarea necesaria en todo educador: el cuestionamiento de las propias creencias y una mirada más comprensiva de las creencias de los otros. 

Los tiempos han cambiado, y lo cierto es que la crisis económica con efectos profundos en los jóvenes, la inequidad frente a las oportunidades para las mujeres, las luchas para defender la propia identidad -siempre en tránsito-, la urgencia en las acciones de prevención de conductas lesivas, los cambios en la estructura y dinamicas de las familias, colocan  a quienes creemos en la orientación escolar, al igual que a todos los educadores, frente a desafíos para los cuales quizás no nos preparamos o para los cuales debemos abordar nuevos procesos de formación, pero sobre todo de deconstrucción de lo que creíamos era lo relevante. O quizás una tarea aún más sencilla, la de sacudirnos. 

El reto son los vínculos: confianza–acción colectiva–transformación curricular 

La orientación escolar data de hace varias décadas; sin embargo, las definiciones  sobre su campo de acción son recientes, a través de las orientaciones del Ministerio de Educación Nacional y de la Ley 1620 de 2013: Dichas definiciones indican la responsabilidad del orientador(a) de diseñar estrategias en el marco de los proyectos educativos institucionales, así como formular estrategias para el respeto y el fomento de los Derechos Humanos, la convivencia, la gestión de los conflictos escolares e incluso el desarrollo de actividades curriculares complementarias, centrada en la atención y el diálogo con las familias. 
Todo parece cada vez más claro, también más amplio, hasta inagotable, pero quiero señalar tres retos fundamentales, no en términos de lista de tareas como son en muchos momentos las referencias a nuestra labor, sino en términos de una nueva narrativa sobre los vínculos en los que hay que profundizar en momentos de cambio:

El orientador escolar: la imagen de confianza

Reconocer en el orientador escolar un facilitador o facilitadora para los estudiantes, en su proceso personal de encuentro de sentido sobre la propia vida. Pocas personas en la institución educativa pueden ser reconocidas de entrada no solo como preparadas profesionalmente para trabajar sobre los sentires y las emociones, sino con capacidad para generar espacios de escucha y confianza. 

Despues de una pandemia que reflejo la enfermedad, la muerte, el dolor como parte de la vida escolar y con ello la necesidad de atender lo más profundo del ser, la salud mental y emocional y la capacidad de resistencia y resiliencia de los seres humanos. Las y los orientadores, son vistos como centrales en lo que hoy debe ser lo más relevante en los procesos educativos, la formación del ser. 

La orientación escolar: la responsabilidad y la acción colectiva

Hay la presunción de que la orientación escolar es un trabajo individual y especializado, que no incluye al resto de las y los educadores en la institución educativa. No. Si hay una tarea que supone una mirada integral, interdisciplinaria y de equipo es la de orientación escolar. El abordaje interdisciplinario ante las problemáticas psicosociales de los estudiantes y las demás personas de la comunidad educativa y también el fomento de la participación y el desarrollo de capacidades socioemocionales y ciudadanas, han de responder a un propósito y una mirada colectiva, en donde el orientador escolar contribuye con una perspectiva, con un saber, que se enriquece en el trabajo y la acción colectiva. 

La formación integral con énfasis en la educación socioemocional y ciudadana a lo largo de la vida y en el marco de las trayectorias completas, supone construir escenarios y estrategias en función de:

-Acompañar a los estudiantes en la identificación y desarrollo de sus capacidades y habilidades personales y profesionales.
-Educar los espacios de vida para la inclusión, así como en el respeto y valoración de la diversidad social, cultural, religiosa y sexual.
-Contribuir y participar de equipos pedagógicos para el diseño de planes pedagógicos y didácticos diferenciales de acuerdo con las particularidades de los estudiantes y comunidades educativas. 
-Consolidar capacidades socioemocionales y ciudadanas.
Ninguna de estas responsabilidades pueden ser el resultado de un proceso individual, en cambio, sí de un proceso colectivo.

La orientación escolar: el campo de los aprendizajes y la transformación curricular

La orientación escolar puede contribuir de manera enorme en los procesos de integración y desarrollo curricular, si comprendemos la importancia del papel que ejerce en el contexto escolar y si quienes ejercemos este rol, asumimos también los retos de incidir en los debates y cambios curriculares emergentes y necesarios en este momento.

En mi opinión, el reto educativo no es solo de organización y gestión o de elaboración de más normas y medidas, cuando los cambios en las prácticas y dinámicas pedagógicas parecen no darse y, por ende, los resultados y las transformaciones culturales en las comunidades demorarse. Cuando hablamos de currículo, entendemos que este puede ser un eje de transformación social y cultural sobre el que pocos vuelven, porque hemos estado concentrados en la organización escolar, en las normativas, en las garantías, pero no en la teoría de cambio profundo en donde la formación de los formadores, en su sentido más humano y las practicas escolares en su sentido más dinámico, deben ser confrontadas y modificadas.

La mirada sobre la transformación curricular es una oportunidad creativa, un escenario de debate, de cambio individual y construcción colectiva. ¿Qué experiencia de aprendizaje queremos que vivan los estudiantes y las comunidades educativas? ¿cuáles son las motivaciones, conocimientos, actitudes y prácticas que debemos desarrollar? Esta pregunta también interroga nuestra labor de prevención/promoción, acompañamiento y atención, pues no está aislada de la dinámica escolar y de la experiencia de vida y de realización de los estudiantes.

Por eso, la acción de la orientación es sobre lo que pasa en el aula, lo que pasa fuera de ella y lo que se teje en el mundo de las relaciones individuales y colectivas. La visión sistémica del orientador es ya una ganancia en el proceso de reflexión y cambio curricular. Ahora bien, se antepone a la transformación curricular, la transformación en la mirada sobre lo que deben ser la personas -orientador escolar- y los cambios que deben suscitarse en sí mismo y amplificarse a las varias dimensiones de la vida.

En las instituciones educativas hay un reconocimiento de la tarea y trabajo del orientador escolar, particularmente en los escenarios de prevención, promoción y atención ante vulneración de derechos. Pero no es claro que este reconocimiento, trascienda también al campo de los cambios en los aprendizajes y elementos curriculares y que allí toda la escuela se oriente y encamine en dicho proceso, y por supuesto, que valoren la mirada de la orientación escolar y sus aportes en los procesos de formación integral. Por lo regular, las acciones de la orientación escolar suelen tomarse como adjuntas, anexas, paralelas, pero no como parte de la estructura necesaria de un currículo que fortalece las capacidades.

El reto de ganar espacio como facilitadores del cambio curricular, más allá de lideres en áreas especializadas, pero que no son entendidas en conexión con toda la dinámica escolar, es la apuesta por lograr que los espacios educativos integren el ser y el saber de manera clara, intencionada y verificable.  No tendremos cambio cultural y social si este no es el resultado de un proyecto pedagógico y educativo, en donde la educación socioemocional y ciudadana esté integrada como parte de todos los procesos educativos.