Anie María Meza Vittorino
Psicóloga Clínica, Magíster Psicoanálisis, Subjetividad y Cultura, Docente Orientadora de la Secretaría de Educación del Distrito.

El docente orientador ¿un superhéroe sin capa?

Miradas a la educación

He denominado este artículo “El orientador escolar, un superhéroe sin capa”, precisamente para ilustrar ese carácter imaginario del “superhéroe” que le atribuyen (y algunas veces se lo atribuye él o ella misma) a los docentes orientadores, aludiendo al origen etimológico de la palabra héroe y heroína (latín y raíz griega heros)  para referirse a los “semidioses” cuyas características principales son el valor, el protagonismo, el sentido de justicia y la capacidad de sacrificarse por los demás. “Superhéroe” es una palabra que no contempla la Real Academia española, pero se reconoce como un término que ha logrado un acuerdo social y cultural, referido a una condición que excede lo humano, aparece y se populariza desde 1938 con el personaje de Superman y se generaliza como personas con poderes y habilidades especiales o sobrehumanas, existente en la fantasía del humano para combatir el mal y proteger a los inocentes. 

Esta metáfora expresa una posición de “salvador o salvadora”, que asumen, por lo general, los Docentes Orientadores; actitud que es admirada y recibe reconocimientos y aplausos por parte de los demás, pero que lo ha conducido a ejercer funciones que sobrepasan sus responsabilidades, al tiempo que favorece la percepción en el imaginario colectivo de los actores educativos como la de “un o una superhéroe”, al cual le asignan el poder de solucionarlo todo. Se observa con cierta frecuencia que él o la docente orientadora, en su subjetividad, mantiene un autoconcepto de poder y de exagerada responsabilidad, creyéndose que tiene que responder a todas las solicitudes de manera inmediata y satisfactoria. Esta actitud y autoconcepto puede relacionarse con una necesidad psicológica muy particular que aparentemente es positiva, pero que con el tiempo puede resultar dañina para su salud física y psicológica, lo cual es fomentado por la aprobación, el refuerzo y mirada de los demás, constituyéndose en un motivo de dependencia la necesidad de sentirse bien consigo misma al ser re-conocida por los demás.

Mitos y realidades del orientador superhéroe

De acuerdo a la teoría psicoanalítica, los seres humanos deseamos y necesitamos sentir que tenemos “poder” para vivir y afrontar situaciones adversas de la vida, sin embargo, cuando se trata de un exceso y depende nuestro valor como sujetos, de una necesidad de reconocimiento y aprobación excesiva por parte de los demás, perdemos el  equilibrio necesario para tener una adecuada salud mental; en todo caso, parafraseando al psicoanalista Jaques Lacan (Estadio del Espejo, Escritos 1, 1966), para todos los seres humanos, los demás, el otro u “Otro” (Gran Otro social) representan el “espejo” que nos refleja y devuelve nuestra imagen, valorada o sobrevalorada. En el caso de algunos docentes orientadores, que se sienten los “superhéroes” y actúan como tales, se puede deducir una posible necesidad permanente de reafirmar  su identidad e imagen a partir de los demás, de tal manera que, sin darse cuenta (inconscientemente),  la mirada del otro y la percepción que tenga de él o ella, se constituye en la forma de tener ese “lugar”, ese “valor” (que necesita psicológicamente), a través del re- conocimiento, es decir, de volver ha ser “conocido”,  “visto”, “admirado” y por lo tanto tenido en cuenta (amado), mediante su papel de salvador de los demás. Si este es el caso, es importante mencionar que se trataría de una satisfacción momentánea, egocéntrica y necesaria para sentir que “existe” como un “sujeto” ante el otro, lo que inevitablemente sostiene la creencia de ser un profesional que “todo lo puede” (o por lo menos cree que es su deber), que tiene que defender, proteger, solucionar y en ultimas “salvar a los débiles, vulnerables o víctimas, de los otros victimarios, fuertes o malos”, como un “superhéroe”.

La compensación fue un mecanismo de defensa propuesto por Sigmund Freud (Ana Freud, El yo y los mecanismos de Defensa, 1980) en el cual la persona, de manera inconsciente, encubre debilidades, frustraciones, deseos, sentimientos de insuficiencia o de incompetencia en un área de la vida mediante la gratificación o la supuesta excelencia o perfección en algún área. Jaques Lacan lo habla más desde la teoría de lo fálico, es decir, de algo “potente” y con “poder” para llenar una falta o un vacío constitucional. Más allá de las referencias teóricas, vemos como esta necesidad se convierte en un exceso,  esa autopercepción de ser “más competente profesionalmente”, con “poder”, lo llevará, en algunos casos, a intentar complacer los deseos de los demás, más allá de sus posibilidades reales como profesional y cómo humano, se expondrá a la presión psicológica y física que lo lleva a un esfuerzo que excede sus capacidades y el límite, esto puede conducirlo a un  desborde, un deterioro de su salud psicofísica, generando signos de alarma, que por lo general no son tenidas en cuenta, se intensifican y se agravan desarrollando síntomas o síndromes que, en el peor de los casos, desembocan en los padecimientos o enfermedades mentales.

Mas allá de las motivaciones personales (conscientes e inconscientes) que puede existir en la sobrecarga de funciones del Docente Orientador, inquieta  el imaginario de los integrantes del contexto escolar, quienes influyen en la creencia de un docente orientador, “todero”,  “que se ocupa (o puede ocuparse) de todo”, ¿de qué manera esta percepción se relaciona con la ambigüedad de las funciones del Docente orientador?, a pesar de que existen varios documentos y normas (Resolución 15683, Directiva 50, Directiva 51, Circular 10) que las sustentan.

El Docente Orientador recibe en sus hombros la carga de la comunidad educativa y sus dificultades, es innegable la gran responsabilidad que tienen en el desempeño de sus funciones, problemas de la sociedad como la violencia en todas sus formas (económica, laboral, maltrato intrafamiliar, sexual, discriminación, conflicto armado, desempleo, desplazamientos, adicciones, delincuencia, entre otros) además de los problemas para aprender y enseñar, la convivencia y el ambiente escolar, son una muestra de los grandes desafíos con los que convivimos día a día en Colombia. A pesar de haber elegido dedicarse al servicio y la transformación social, es importante que el Docente Orientador se concientice y acepte que la labor pedagógica es un compromiso de todos, escuela, sociedad, padres de familia,  una corresponsabilidad (Ley 1898 de 2006 Código de Infancia y adolescencia, articulo 10) que debería aliviar la carga y aceptar sus limites como profesional y humano. 

¿Quién orienta al Docente Orientador? Importante interrogante que me lleva a sugerir que cada uno debería buscar el equilibrio interno para así poder moderar su accionar y ofrecer un trabajo acorde a sus posibilidades, convencerse de que nadie tiene la solución de todo, no lo sabemos ni lo podemos todo, solo podemos desarrollar acciones preventivas para promover y dejar una pequeña huella en la comunidad educativa, tal como lo decía la Madre Teresa de Calcuta: “Yo sola no puedo cambiar el mundo, pero puedo tirar una piedra al agua para crear muchas ondas”.

Referencias

Jaques Lacan. Estadio del Espejo, Escritos 1, 1966

Ana Freud. El yo y los mecanismos de defensa, 1980