July Patricia Castiblanco Aldana
Docente orientadora del Colegio La Candelaria IED. Estudiante del Doctorado interinstitucional en Educación de la Universidad Distrital Magister en Educación del Instituto Tecnológico de Monterrey, Licenciada en Psicología y pedagogía de la Universidad Pe

Desafíos y transformaciones de la orientación escolar

Miradas a la educación

El 15 de marzo 2023 se cumplen tres años desde ese momento en que los colegios públicos de Bogotá, como tantos otros espacios que atienden comunidad, cerraron sus puertas para trasladar su actividades hacia escenarios no presenciales. El año 2021 fue el momento del retorno escalonado, y unas instituciones antes que otras fueron reactivando poco a poco las “fiestas del reencuentro”, tal como lo indico en Bogotá la Secretaria de Educación Distrital. 
Hoy, tres años después, la calles y avenidas dan cuenta de una “normalidad” total, en apariencia. Porque las cuarentenas por pandemia nos cambiaron a todos y ese cambio impacto para siempre la labor del orientador y orientadora escolar, su sentir, su cotidianeidad.

Antes de la pandemia, las luchas colectivas de los maestros destacaron los derechos laborales centrados especialmente en la estabilidad, el salario y ascenso en el escalafón. Pero ver a la cara la muerte y la enfermedad de colegas, familiares y vecinos unió al magisterio en torno a un tema que hasta ese momento era apenas un susurro: la vida y la salud empezaron a tomar mayor protagonismo. Y el eco retumbó en las luchas que de antaño dieron origen a organizaciones tan fuertes como la Organización Internacional de Trabajo OIT.

Que trabajar no nos cueste la vida, empieza a ser la consigna ahora. Servir y cumplir con todos los retos que día a día exigen las comunidades educativas cada vez nos expone más en nuestra humanidad y vulnerabilidad, haciendo que las altas preparaciones a académicas se queden cortas ante la cruda realidad que nos dejó la pandemia. Veamos.

Un nuevo contexto social

La escuela a la que retornamos es el reflejo de una transformación social resultado de un sinnúmero de situaciones que golpearon a las comunidades. Maestros, funcionarios, directivos, estudiantes y acudientes vivenciamos una transformación histórica que puso a prueba las herramientas de gestión emocional que cada uno tenía, unos salieron mejor librados que otros, pero la mayoría quedo, quedamos, con bastantes “heridas de guerra”

Crisis social: el docente orientador, así como el docente de aula, vivió de una manera más cercana, durante y después de la pandemia, la realidad de familias, conociendo más al detalle la necesidades básicas que les eran difícil de suplir. El hambre, el desempleo, el miedo a perder la vivienda detonaron en las comunidades niveles más altos de estrés, muchas familias se rompieron, y aquellas que ya estaban rotas recrudecieron las actitudes de abandono, rechazo y negligencia hacia los niños, niñas y adolescentes. El crecimiento de las violencias domésticas intrafamiliares se evidencia en el ámbito escolar por medio de una altísima predisposición de los y las estudiantes a recurrir a vías violentas para tramitar el conflicto, esto ha generado en la mayoría de las instituciones riñas al interior y en los alrededores de los colegios, agresiones que en cuestión de segundos pasan de la violencia psicológica a la verbal y de inmediato a la agresión física. Peor aún cuando hay de por medio porte de armas blancas o de otro tipo, y consumo o microtráfico de sustancias psicoactivas. El ser humano se convirtió en el mayor depredador y peligro del ser humano.

Crisis en salud física: Las situaciones de salud no asociadas al Covid fueron desatendidas durante las cuarentenas por pandemia, lo cual sumado al déficit nutricional de las familias se refleja en los estudiantes y su proceso de aprendizaje. Un esfuerzo mayor para concentrarse, tener periodos atencionales largos, retener información básica ya sea por medio de la memoria a corto o mediano plazo, es la realidad de muchos de nuestros estudiantes hoy. A su vez el incremento en las horas de exposición a pantallas ya sea de TV, computadores o celulares, impactó la salud visual de los estudiantes. De este modo, el rol del orientador y orientadora escolar como garante de derechos tiene una mayor demanda, dado que estas condiciones de la población atendida incrementan los reportes que llegan a la Orientación escolar, referidas como “baja motivación escolar”. 

A su vez, se incrementaron las incapacidades de maestros y maestras de aula y las horas de clase que no son posibles cubrir, lo cual provoca que en las “horas libres” se tenga un alto riesgo de situaciones que afectan la convivencia escolar. Momentos en los cuales puede presentarse desde una contravención menor hasta una situación tipo II o tipo III, que termina saturando la capacidad de respuesta institucional en colegios en dónde hay apenas un orientador u orientadora escolar por jornada y donde en la mayoría de los casos se carece de coordinador de convivencia. Sin los equipos completos, la sobrecarga laboral, emocional y mental terminan afectando la salud física de aquellos que quedan en la institución enfrentando el día a día de las situaciones a atender. 

Crisis en salud mental: serían muchas las situaciones a describir en este aspecto, por lo que priorizaremos las dos de mayor impacto en el último año. Primero habrá que denotar que son muchas las familias que durante y después de la pandemia han tenido que enfrentar con mayor frecuencia procesos de duelo. Segundo, el incremento en las cifras de suicidio nos ha tocado como comunidades escolares, ya sea porqué algún miembro de nuestra institución comete dicho acto o bien porque vivencia la perdida de algún ser querido que muere debido a dicha decisión de quitarse la vida. Los servicios de salud mental siguen quedándose cortos ante tanta necesidad. Y si bien las cifras de depresión y ansiedad son altas, es evidente que esto hay un subregistro debido a la cantidad de personas, tanto escolares como maestros y maestras que no logran acceder al servicio para tener por lo menos un diagnóstico oportuno. 

Crisis ambiental: aunque mucho se ha especulado sobre el origen del Covid, fue evidente durante la pandemia que las ciudades principales y los centros urbanos nos afectamos de manera diferente debido al estado de los recursos no renovables, agua, aire y suelo, y que el acceso a alimentos de un origen más limpio debe empezar a ser una tarea de todos, que desde la escuela y otros escenarios comunitarios nos reconecte como especie con la tierra. Un ejercicio de sanación colectiva en dónde los gestos de cuidado medio ambiental puede impactar de manera reciproca la sanación de los seres humanos y su emocionalidad devolviéndonos las fuerzas corporales, al recibir un poco de sol, rehabilitando nuestros pulmones al sentir un aire más limpio, ayudándonos a fluir mejor y llevándose las tensiones musculares, al entrar en contacto con el agua, permitiéndonos reencontrarnos con la ternura por medio del suave pelaje de los animales, con la belleza y la fragilidad que se nota en las flores. Nos debemos como especie una reconexión con la naturaleza, y esa es una herida que sigue abierta y que se ve en el día del relacionamiento con los otros y las otras. Allí la orientación escolar tiene una potencia para articular su labor con las demás áreas de la escuela, una orientación escolar que sale de la oficina e inter locuta con proyectos transversales. De ello ya hay una semilla en experiencias que han integrado metáforas como la mariposa, las plantas que curan y otras que alimentarían una gran expedición pedagógica de la orientación escolar. No obstante, sacer adelante iniciativas que trasciendan requeriría de un orientador u orientadora escolar por ciclo, que más allá de atender las situaciones emergentes del día a día pueda tener mayor trazabilidad de procesos que impacten la realidad institucional y con ello el buen vivir de las comunidades. 

Unos nuevos desafíos en la labor del orientador y orientadora escolar

Creo que la pregunta para mantener viva la orientación escolar en los años venideros será ¿cómo puede un docente orientador-orientadora escolar, enfrentar los desafíos diarios de su labor sin que esto le cueste la vida y la salud?
Habría que reconocer inicialmente las implicaciones de estos contextos cambiantes en su ser, en su humanidad; pues como humano-humana su alcance es finito y las múltiples titulaciones que pueda tener a lo largo de su trayectoria profesional no le quitara una variable tan esencial como es su vulnerabilidad, física, emocional y psicológica. Los tres principales riesgos laborales que enfrenta un orientador escolar hoy son:

Riesgo público: Los trayectos de llegada y salida hacia sus lugares de trabajo se convierten en un desafío diario para el orientador u orientadora escolar, dado que la criminalidad de los sectores en los que se desempeña de por si es alta, y a esta se le suma el hecho de que en ocasiones la inconformidad de algún acudiente, estudiante o red de microtráfico con los actos de denuncia que el  orientador escolar debe realizar, dada su labor, lo convierten con facilidad en blanco de ataques y retaliaciones. Incluso en casos en donde no hay una amenaza explicita proferida previamente.

Un hecho común en este sentido es que dada la carga mental o emocional de algún caso trabajado durante su jornada, se afecta su concentración para desplazarse en la vía, ya sea como peatón, conductor de vehículo, o bici usuario, haciéndolo y haciéndola presa fácil de un accidente. 

Riesgo psicosocial: Tal como se ha señalado, la labor de la orientación escolar implica una altísima carga mental y emocional, la cual se acumula y genera que un caso o más conecten de una manera más fuerte con la sensibilidad humana del orientador. Ya sea por la historia personal de quien ejerce la orientación, por las características de las personas implicadas en el caso atendido, o por el vínculo que se haya podido generar con estudiantes y familias con los que se ha interactuado por varios años en la institución.

Esto puede llegar a generar, que una afectación a alguien de la comunidad educativa que se atiende sea vivida como propia, por efecto de la empatía, los vínculos generados o sencillamente por la vulnerabilidad humana y la fragilidad misma que se expone ante hechos cada vez de mayor complejidad. 
Tecnoestrés: Los mega colegios y las instituciones con gran volumen de estudiantes que son atendidas por un solo orientador u orientadora escolar, o con equipos de orientación escolar muy pequeños, deben multiplicar su tiempo y recursos para poder atender a la población escolar y sus familias y a la vez responder con un sinnúmero de informes que se deben presentar a las instituciones de control y apoyo a los casos. Elaborar reportes, organizar evidencias de las actuaciones realizadas en cada caso, cargar alertas para alimentar las estadísticas de salud pública y activar rutas de acción interinstitucional es una tarea que se complejiza a medida que el volumen de los casos aumenta.

Así mismo, posterior a las cuarentenas por pandemia algunos acudientes demandan atención por medios no presenciales como whatsapp y deben ser informados por esta vía de situaciones emergentes que ponen en riesgo la vida e integridad de los estudiantes, especialmente cuando los y las acudientes tienen dificultades o prohibiciones de contestar el celular en sus sitios de trabajo. Por ello, a pesar de que este no es un medio formal de notificación ni comunicación con padres, madres y acudientes, ha venido incrementándose su uso como herramienta de comunicación con las familias.

Ante esta realidad que se vive en las urbes, habría que reflexionar en otro escrito, si los retos del orientador u orientadora escolar de los contextos rurales y periurbanos, por ejemplo de Bogotá, enfrentan estos mismos retos y desafíos, o si la violencia de la cual son objeto proviene de otros actores (por ejemplo, hace unos años el orientador -orientadora de la ruralidad lidiaba con grupos armados o al margen de la ley que amenazaban con reclutar ilegalmente a sus estudiantes). O si se ha avanzado en las zonas rurales de Bogotá en el acceso a servicios de salud, justicia, y demás, los cuales hace unos años eran escasos en las veredas, dificultando la labor de los y las orientadoras.

Una vez garantizada su propia vida y salud, el orientador y orientadora escolar podrá ser garante de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Podrá crear procesos de liderazgo transformacional que impacte en sus comunidades. Por ello el reto del autocuidado es alto, porque si sucede primero en su propia vida podrá ser transmitido en aquellos maestros, maestras y directivos con los que interactúa, podrá adiestrar y mantener vigente su mente y emocionalidad para emprender cada día estrategias de prevención.

Aliviar su propio corazón le permitirá al orientador y orientadora escolar mantener vivo el fuego de su vocación, la pasión por servir reactivará su mente para promover de maneras creativas una vida digna para los estudiantes y sus familias. 

Prevenir será el eje principal de su labor, en un mundo donde los casos a atender pueden llegar a ser cada vez de mayor crudeza. 
 En el terreno de las luchas políticas, su mayor desafío será seguir resistiendo a la desaparición de su labor en la escuela y al avance de regulaciones financieras del sistema educativo que ven en el papel del orientador un gasto, no una inversión.