La transformación de la arquitectura escolar en Bogotá

Miradas a la educación

En 1998 se inició en Bogotá un proceso de transformación de la arquitectura escolar gracias al cual se ha logrado la realización de muchos proyectos con una nueva filosofía, que ha trascendido el concepto de edificio escolar al de ambiente educativo integral. Todo comenzó con un propósito inicial, expresado en el Plan Sectorial de Educación 1998-2001, que decía: “No tenemos desde el Estado la capacidad para hacer óptimo el hábitat individual de cada uno de los niños del Distrito, pero sí estamos en capacidad de ofrecerles ambientes educativos adecuados y placenteros. Buscaremos que la infraestructura de los más pobres esté a la altura de la que tienen los mejores colegios.” 

Por fortuna, las siguientes administraciones distritales han mantenido el mismo propósito que se ha expandido en los últimos años por todo el país, gracias al empeño y buena práctica en los procesos de planeamiento, diseño y construcción, y a la creación de normas técnicas que han orientado la ejecución de los nuevos proyectos escolares, contenidas inicialmente en la Norma Icontec NTC-4595, creada en 1999, y en el documento Construyendo Pedagogía de la Secretaría de Educación Distrital del año 2.000 y complementadas posteriormente con otras normas y planes distritales.

Diálogo de saberes entre arquitectura y pedagogía y la concepción de ambientes y contextos de aprendizaje fueron los dos conceptos que abrieron las puertas a la innovación y trascendieron la idea de los espacios escolares tradicionales. Se trató, entonces, de innovar en el concepto del establecimiento escolar, concebido como un ambiente pedagógico integral, dentro del cual se establece una trama de relaciones y de dinámicas para llevar a cabo la tarea educativa, en el que todo el edificio es diseñado con un propósito educador, desde los espacios académicos, hasta las circulaciones, los servicios sanitarios y demás espacios del proyecto. Como lo señaló en su momento el arquitecto Carlos Benavides, el término “Hábitat Escolar” trasciende la idea de construcción y de infraestructura educativa, puesto que incorpora sensaciones relacionadas con lo psicológico, lo social y todo lo que tiene que ver con la convivencia y las relaciones humanas, acercándonos al concepto de los ambientes escolares y su influencia en la educación.[1]

Colegio Carlo Federicci

Colegio Carlo Federicci, Localidad Fontibón - Álvaro Rivera R. & Asociados 

Esta concepción permitió entender y ver el establecimiento educativo desde dos enfoques: uno, como un “espacio material” y, por otra parte, como un “espacio simbólico”.  

Espacio Material, por cuanto es el contenedor que proporciona las condiciones físicas que inciden en los procesos de enseñanza y aprendizaje, generando un entorno de comodidad con estándares de calidad espacial, luz natural, acústica, aireación, temperatura, visibilidad, área mínima por estudiante, seguridad y accesibilidad, entre otros conceptos. 

Espacio Simbólico, considerado como el ambiente dentro del cual interactúa el grupo humano durante varios años construyendo una identidad, configurando un cuerpo cargado de significados. Es un vehículo de expresión de un modelo pedagógico que incide en el comportamiento de los individuos y los acerca a manifestar los aspectos esenciales de los principios que lo sustentan.[2] 

Con estos conceptos se concibieron los nuevos proyectos, asumidos como un problema pedagógico cuya solución es arquitectónica. El objetivo principal no consistía solo en construir “buenas instalaciones”, con especificaciones técnicas y constructivas mejores, sino de crear espacios que motivaran y enriquecieran los procesos de enseñanza y aprendizaje.[3] 

Existen varios estudios sobre la influencia de las instalaciones escolares en la calidad de la educación; si bien es cierto que esta relación puede estar influenciada por varios factores, la conclusión de estos estudios en general es que la planta física escolar es un factor asociado con la calidad educativa. 

Para que esto se cumpla, los proyectos arquitectónicos deben ser consecuencia y resultado de un análisis de los procesos pedagógicos y de la visión formativa e influyente que el espacio ejerce sobre el estudiante y el docente. 

Colegio Gonzalo Arango

Colegio Gonzalo Arango, Localidad Suba - Álvaro Rivera R. & Asociado

Desde hace un tiempo ya, la educación concibe al hombre de una forma holística, en donde se propende que él logre hacerse cargo de su propia formación, asumiendo la realización de su propio desarrollo y su propia historia. Entendiendo que cada ser humano es una unidad bio-psico-social, la educación propicia una formación integral. El concepto de enseñanza ha trascendido la transmisión de contenidos a la adquisición y desarrollo de habilidades y competencias multidimensionales. Hoy en día, el conocimiento no se transmite de profesor a estudiante como quien vierte concreto en un molde vacío. Por el contrario, el conocimiento se construye en grupo, como la construcción colectiva de un muro de ladrillos, bajo la supervisión y guía del docente.

Las llamadas habilidades del siglo XXI para desempeñarse en estos tiempos exigen nuevas estrategias en el trabajo académico relacionadas con herramientas computacionales, formatos de aprendizaje informal, simulaciones, mucho trabajo colaborativo y nuevos canales de comunicación. Conciencia global, sensibilidad medioambiental, emprendimiento, cultura cívica, adaptabilidad al cambio, flexibilidad, iniciativa y liderazgo, capacidad para trabajar con grupos diversos, transculturales e interdisciplinarios, son todas ellas habilidades que caracterizan al estudiante de hoy, con alta capacidad en comunicación, hábil en resolución de problemas y manejo de tecnología.[4]

En ese sentido, y con el fin de consolidar el propósito de ofrecer estructuras acordes con los requerimientos del modelo educativo y las exigencias de estos tiempos, la nueva arquitectura escolar de Bogotá ha caracterizado sus proyectos desde cuatro aspectos: urbanístico, arquitectónico, pedagógico y social. 

Urbanístico: El proyecto escolar se convierte en un hito urbano en el sector donde se implanta. Es generador de espacio público de transición entre la calle y el interior. Contribuye directamente en la consolidación del paisaje urbano, ordena y contribuye al mejoramiento del sector y se convierte en sí mismo en un objeto educador. Plazoletas, andenes, zonas verdes aledañas, arborización, símbolos patrios, amoblamiento urbano, cerramientos transparentes, estacionamientos y ciclo parqueaderos son elementos con los que los nuevos colegios aportan al tejido de la ciudad, transformando su imagen y contribuyendo al bienestar de los habitantes del entorno.  Desaparecieron ya de la ciudad esos establecimientos educativos distritales cerrados con altos muros, coronados con concertina y plagados de publicidad comercial, que se parecían más a un centro penitenciario que a un colegio, generando un fraccionamiento en el perfil urbano. Hoy, la nueva arquitectura escolar ofrece a la ciudad centros abiertos, transparentes, amables con el ciudadano y propician una transformación de su entorno.

Colegio Gerardo Medina

Colegio Gerardo Molina – Localidad de Suba. Arquitecto Giancarlo Mazzanti

Arquitectónico: El proyecto escolar está concebido como un espacio democrático en todo el sentido de la palabra, facilitador y potenciador de los procesos que en él se realizan. Propicia el encuentro, las reuniones y el diálogo. Cumple con los estándares establecidos en las normas técnicas asegurando el confort de los estudiantes, la seguridad y la accesibilidad a todos sus espacios.

Es sostenible ambientalmente: tiene reciclaje de aguas lluvias para sanitarios y riego, maneja estrategias bioclimáticas para aireación y temperatura interior, en él se clasifican las basuras, está construido con materiales de origen renovable, es en sí mismo un ejemplo de buenas prácticas medioambientales.

Espacios flexibles, transformables, adaptables a las nuevas exigencias de la pedagogía. Es sensible a los cambios externos para proteger los procesos internos.

Soporta tecnología para tener acceso al conocimiento en distintos medios y es flexible para actualizarse a nuevas tendencias tecnológicas.

Todos sus espacios, tanto los formales como los informales, motivan y propician actividades de trabajo individual y en grupo, de exposiciones y diálogo.

La propuesta arquitectónica para cada colegio responde a las condiciones exclusivas del entorno, del lote, del número de estudiantes y, por supuesto, del Proyecto Educativo Institucional. Atrás han quedado los modelos de colegio tipo sello que se repetían indiscriminadamente por toda la ciudad. Ahora, cada proyecto es único, sin perder las características generales ya enunciadas.

 

Colegio La Felicidad

Colegio La Felicidad–Localidad Fontibón. F & P Arquitectos

Pedagógico: El proyecto escolar es educativo en sí mismo. Comunica un mensaje que se experimenta al vivirlo. Toda la disposición de espacios, su estética y funcionalidad están al servicio de un modelo educativo. El proyecto convive en armonía con el medio ambiente, es eficiente en su operación y consumo de recursos, es fácil de mantener y reciclar. Está diseñado en función de los estudiantes y por tanto sus espacios y mobiliario están adaptados ergonómicamente a cada etapa de crecimiento.  Todos estos principios están implícitos en la nueva arquitectura escolar. Los años que un estudiante vive en su colegio, están respaldados por un ambiente propicio para su desarrollo, que contribuye a dejar en su psique información positiva sobre un lugar digno, bello, seguro y funcional que ya no es privilegio de unos pocos. [5]

Social: La transformación de la arquitectura escolar ha traído un positivo impacto en el entorno donde se han implantado los nuevos establecimientos, pues los proyectos se diseñan no solo en función de atender las necesidades del establecimiento escolar, sino que ofrece a la comunidad vecina la posibilidad de realizar actividades de tipo comunitario en horarios extracurriculares en varios de sus espacios. Aulas múltiples con entrada directa desde la calle, bibliotecas, canchas deportivas están diseñadas y disponibles para uso de los habitantes del barrio. Esto crea un gran sentido de pertenencia y apropiación por parte de las familias, contribuyendo al bienestar general. De esta manera, ingresar al centro educativo se convierte en un anhelo aspiracional de los niños y jóvenes. Esta concepción de los proyectos y su impacto en la gente asegura su sostenibilidad en el tiempo.

Colegio Lucila de Rubio

Colegio Lucila Rubio de Laverde – Localidad Engativá. Arquitectura en Estudio–Arquitecto Carlos Núñez

El éxito de la arquitectura se mide por sus resultados, en la medida que su uso y vivencia genera satisfacción y bienestar a sus usuarios. En el caso de la nueva arquitectura escolar, su éxito deberá ser medido por la manera en que apoya el capital intelectual y los activos intangibles de convivencia, armonía y felicidad de los jóvenes que se educan en ella. Sin lugar a duda, es plausible el esfuerzo que se ha hecho en estos últimos años en Bogotá por mejorar la arquitectura escolar y ofrecer mayor cobertura con calidad en instalaciones físicas adecuadas a los siempre cambiantes requerimientos de la educación.

[1] Hábitat Escolar. Más allá de la Infraestructura Educativa. Carlos Benavides Suescún

[2] El análisis de lo institucional en la Escuela. Lidia M. Fernández

[3] Hábitat Escolar. Más allá de la Infraestructura Educativa. Carlos Benavides Suescún.

[4] Colegio 10. Documento Pedagógico. Álvaro Rivera R. & Asociados.

[5] Hábitat Escolar. Más allá de la Infraestructura Educativa. Carlos Benavides Suescún.